Lectura: Salmo 32:1-7.
"Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad […]. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado" Salmo 32:5
Por muchos años, el Lago Okeechobee escondió muchos secretos en sus densas aguas y en sus capas de fango. Sin embargo, en 2007, la sequía secó este lago hasta alcanzar su nivel más bajo desde que se hubieran hecho registros oficiales en 1932, revelando cientos de años de historia. Al rastrillar el lecho del lago, los arqueólogos encontraron artefactos, cerámica, fragmentos de huesos humanos e incluso botes.
Después de que el rey David cometiera adulterio con Betsabé y planeara la muerte del esposo de esta, Urías, cubrió sus pecados negándolos y no confesándolos. Probablemente pasó muchos meses llevando a cabo sus asuntos, como de costumbre, e incluso realizando deberes religiosos. Todo el tiempo que David mantuvo sus pecaminosos secretos encubiertos experimentó el aplastante dedo acusador de Dios y su fuerza se evaporó como agua en el calor del verano (Salmo 32:3-4).
Cuando el profeta Natán confrontó a David con respecto a su pecado, la convicción de Dios fue tan grande que David confesó sus pecados al Señor y se alejó de ellos. De inmediato, Él perdonó a David y este experimentó Su misericordia y gracia (2 Samuel 12:13; Salmo 32:5; Salmo 51)
Tengamos cuidado de no ocultar nuestro pecado. Cuando ponemos al descubierto nuestros pecados, confesándolos a Dios, quedamos cubiertos con Su perdón.
Dale a Dios lo que Él desea más que nada: un corazón quebrantado y arrepentido.
"Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad […]. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado" Salmo 32:5
Por muchos años, el Lago Okeechobee escondió muchos secretos en sus densas aguas y en sus capas de fango. Sin embargo, en 2007, la sequía secó este lago hasta alcanzar su nivel más bajo desde que se hubieran hecho registros oficiales en 1932, revelando cientos de años de historia. Al rastrillar el lecho del lago, los arqueólogos encontraron artefactos, cerámica, fragmentos de huesos humanos e incluso botes.
Después de que el rey David cometiera adulterio con Betsabé y planeara la muerte del esposo de esta, Urías, cubrió sus pecados negándolos y no confesándolos. Probablemente pasó muchos meses llevando a cabo sus asuntos, como de costumbre, e incluso realizando deberes religiosos. Todo el tiempo que David mantuvo sus pecaminosos secretos encubiertos experimentó el aplastante dedo acusador de Dios y su fuerza se evaporó como agua en el calor del verano (Salmo 32:3-4).
Cuando el profeta Natán confrontó a David con respecto a su pecado, la convicción de Dios fue tan grande que David confesó sus pecados al Señor y se alejó de ellos. De inmediato, Él perdonó a David y este experimentó Su misericordia y gracia (2 Samuel 12:13; Salmo 32:5; Salmo 51)
Tengamos cuidado de no ocultar nuestro pecado. Cuando ponemos al descubierto nuestros pecados, confesándolos a Dios, quedamos cubiertos con Su perdón.
Dale a Dios lo que Él desea más que nada: un corazón quebrantado y arrepentido.
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