--¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!
3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. 4 Los dos iban corriendo juntos; pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Se agachó a mirar, y vio allí las vendas, pero no entró. 6 Detrás de él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas; 7 y además vio que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado, y creyó. 9 Pues todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar. 10 Luego, aquellos discípulos regresaron a su casa. (Juan 20:1-10)
Cuando María Magdalena fue al sepulcro aquella mañana muy de temprano, su mayor preocupación era quién removería la piedra de entrada al sepulcro para que ella y la otra María pudieran ungir el cuerpo de Jesús con las hierbas aromáticas.
Como buenas mujeres judías habían tomado la responsabilidad de conseguir las hierbas y muy de temprano dirigirse al sepulcro a cumplir con su responsabilidad para con el Maestro.
La piedra física que tapaba la entrada, era analógicamente muy similar a la piedra espiritual que les impedía ver más allá de los agitados sucesos de los últimos días: El Señor arrestado, indagado, humillado, golpeado y finalmente levantado en una cruz. Todo había sucedido muy rápido, el dolor , la confusión de lo pasado, la incertidumbre por lo venidero no les dejaba ver, tal piedra cubría su entendimiento y las llenaba de un profundo sentimiento de tristeza y temor.
Pero esa mañana Dios tenía otros planes. Al llegar al sepulcro, la piedra corrida. La situación había cambiado, algo no estaba bien presintieron ellas, con temor se acercaron y a pesar de que la piedra ya no estaba seguían sin entender.
Hace ya más de 2000 años que Dios decidió correr la piedra del sepulcro, muchos hoy aún no entienden que ha pasado. A pesar que la piedra ha sido corrida, en sus vidas una gran roca les impide ver más allá de la entrada. Una gran piedra les impide poder salir de su propio sepulcro para alcanzar la vida abundante que Jesús posibilitó al subir a la cruz primero y al correr la piedra después (su resurrección).
¿Cuál es la piedra que tapa tu visión hoy? ¿La que no te deja ver que el sepulcro está vacío? Es tal vez la vorágine de la vida, e l trabajo y las obligaciones? ¿Una vieja amargura que no te permite perdonar? ¿La cadena de un pecado de la que no puedes liberarte? ¿La ausencia de un ser querido? ¿El abandono, la soledad, el maltrato, la enfermedad? ¿Cuál es la piedra que no te deja salir de tu sepulcro interior?
Ninguna de estas piedras son obstáculo insalvable para aquél que venció la muerte, a todas ellas Jesús puede correrlas, quitarlas del medio, el mismo poder que lo levantó de la tumba y corrió la piedra es la que está disponible hoy para todo aquél que quiera tener un encuentro con el Resucitado.
¡Sí!, Él ha resucitado para que tú puedas tener vida y vida en abundancia, para sanarte, para limpiarte, para restaurarte y regalarte vida eterna.
Los discípulos que llegaron al sepulcro avisados por las mujeres, vieron y creyeron, aún no habían comprendido que Él tenía que resucitar, pero las evidencias eran ineludibles, la piedra ya no estaba, los hechos hablaban por sí mismos, entonces pudieron creer y su tristeza se volvió en alegría.
Cree en el Señor Jesucristo y su obra de salvación en la cruz por ti, y podrás vivir lo que María Magdalena experimentó después:
-Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
-Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.
14 Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús…
(Juan 20,13-14)
Podrás ver a Jesús a tu lado, actuando en tu vida, cambiándola y llevándose todas tus lágrimas.
Si tienes inquietudes, preguntas o necesitas ayuda para tomar este paso en tu vida, no dejes de responder a este mail.
3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. 4 Los dos iban corriendo juntos; pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Se agachó a mirar, y vio allí las vendas, pero no entró. 6 Detrás de él llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas; 7 y además vio que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado, y creyó. 9 Pues todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar. 10 Luego, aquellos discípulos regresaron a su casa. (Juan 20:1-10)
Cuando María Magdalena fue al sepulcro aquella mañana muy de temprano, su mayor preocupación era quién removería la piedra de entrada al sepulcro para que ella y la otra María pudieran ungir el cuerpo de Jesús con las hierbas aromáticas.
Como buenas mujeres judías habían tomado la responsabilidad de conseguir las hierbas y muy de temprano dirigirse al sepulcro a cumplir con su responsabilidad para con el Maestro.
La piedra física que tapaba la entrada, era analógicamente muy similar a la piedra espiritual que les impedía ver más allá de los agitados sucesos de los últimos días: El Señor arrestado, indagado, humillado, golpeado y finalmente levantado en una cruz. Todo había sucedido muy rápido, el dolor , la confusión de lo pasado, la incertidumbre por lo venidero no les dejaba ver, tal piedra cubría su entendimiento y las llenaba de un profundo sentimiento de tristeza y temor.
Pero esa mañana Dios tenía otros planes. Al llegar al sepulcro, la piedra corrida. La situación había cambiado, algo no estaba bien presintieron ellas, con temor se acercaron y a pesar de que la piedra ya no estaba seguían sin entender.
Hace ya más de 2000 años que Dios decidió correr la piedra del sepulcro, muchos hoy aún no entienden que ha pasado. A pesar que la piedra ha sido corrida, en sus vidas una gran roca les impide ver más allá de la entrada. Una gran piedra les impide poder salir de su propio sepulcro para alcanzar la vida abundante que Jesús posibilitó al subir a la cruz primero y al correr la piedra después (su resurrección).
¿Cuál es la piedra que tapa tu visión hoy? ¿La que no te deja ver que el sepulcro está vacío? Es tal vez la vorágine de la vida, e l trabajo y las obligaciones? ¿Una vieja amargura que no te permite perdonar? ¿La cadena de un pecado de la que no puedes liberarte? ¿La ausencia de un ser querido? ¿El abandono, la soledad, el maltrato, la enfermedad? ¿Cuál es la piedra que no te deja salir de tu sepulcro interior?
Ninguna de estas piedras son obstáculo insalvable para aquél que venció la muerte, a todas ellas Jesús puede correrlas, quitarlas del medio, el mismo poder que lo levantó de la tumba y corrió la piedra es la que está disponible hoy para todo aquél que quiera tener un encuentro con el Resucitado.
¡Sí!, Él ha resucitado para que tú puedas tener vida y vida en abundancia, para sanarte, para limpiarte, para restaurarte y regalarte vida eterna.
Los discípulos que llegaron al sepulcro avisados por las mujeres, vieron y creyeron, aún no habían comprendido que Él tenía que resucitar, pero las evidencias eran ineludibles, la piedra ya no estaba, los hechos hablaban por sí mismos, entonces pudieron creer y su tristeza se volvió en alegría.
Cree en el Señor Jesucristo y su obra de salvación en la cruz por ti, y podrás vivir lo que María Magdalena experimentó después:
-Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
-Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.
14 Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús…
(Juan 20,13-14)
Podrás ver a Jesús a tu lado, actuando en tu vida, cambiándola y llevándose todas tus lágrimas.
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