Lectura: Juan 7:33-39.
"Si alguno tiene sed, venga a mí y beba… de su interior correrán ríos de agua viva" Juan 7:37-38
Hace décadas, visité un centro ministerial en el África Occidental y vi a una niñita trepar a un camión que tenía un sistema de altavoces para dirigirse al público. Sonriendo, comenzó a cantar por el micrófono:
¡Borbotea, borbotea,borbotea en mi alma; canto y río pues Jesús me restauró. Pues Jesús entró en mi vida, y limpió mi corazón de pecado, borbotea, borbotea, borbotea, borbotea, borbotea en mi alma!
Sólo la escuché cantar esa canción una vez. Pero el gozo en su voz era tan evidente y poderoso que hasta hoy recuerdo la letra y la tonada.
El paralelo en la canción entre el agua y el refrigerio espiritual es bíblico. Durante la Fiesta de los Tabernáculos, un sacerdote levita vertía agua como símbolo de que Dios proveyó de agua a Israel en el desierto. Durante esa fiesta, «Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7:37-38). Jesús estaba hablando acerca de la promesa del Espíritu Santo para aquellos que creyeran en Él (v. 39). El agua que sacia la sed es una ilustración de la satisfacción espiritual que sólo Él puede proveer.
Tal vez has perdido ese gozo que experimentaste por primera vez en el momento de tu salvación. Confiesa todo pecado conocido en este momento (1 Juan 1:9). Se llenó del Espíritu Santo de Dios (Efesios 5:18) y deja que Él te provea de eso que «borbotea en tu alma».
Fue necesario que Cristo se fuera para que el Espíritu Santo viniera.
"Si alguno tiene sed, venga a mí y beba… de su interior correrán ríos de agua viva" Juan 7:37-38
Hace décadas, visité un centro ministerial en el África Occidental y vi a una niñita trepar a un camión que tenía un sistema de altavoces para dirigirse al público. Sonriendo, comenzó a cantar por el micrófono:
¡Borbotea, borbotea,borbotea en mi alma; canto y río pues Jesús me restauró. Pues Jesús entró en mi vida, y limpió mi corazón de pecado, borbotea, borbotea, borbotea, borbotea, borbotea en mi alma!
Sólo la escuché cantar esa canción una vez. Pero el gozo en su voz era tan evidente y poderoso que hasta hoy recuerdo la letra y la tonada.
El paralelo en la canción entre el agua y el refrigerio espiritual es bíblico. Durante la Fiesta de los Tabernáculos, un sacerdote levita vertía agua como símbolo de que Dios proveyó de agua a Israel en el desierto. Durante esa fiesta, «Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva» (Juan 7:37-38). Jesús estaba hablando acerca de la promesa del Espíritu Santo para aquellos que creyeran en Él (v. 39). El agua que sacia la sed es una ilustración de la satisfacción espiritual que sólo Él puede proveer.
Tal vez has perdido ese gozo que experimentaste por primera vez en el momento de tu salvación. Confiesa todo pecado conocido en este momento (1 Juan 1:9). Se llenó del Espíritu Santo de Dios (Efesios 5:18) y deja que Él te provea de eso que «borbotea en tu alma».
Fue necesario que Cristo se fuera para que el Espíritu Santo viniera.
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