Al fin terminaron de construir la sencilla cabaña. No era una casa como la de Hansel y Gretel, toda hecha de dulces y caramelos. No era un palacio de cristal y marfil como el de Almanzor el Califa. No era tampoco una casamata de acero, a prueba de tanques y de bombas. Ni era una casa ultramoderna de las que aprovechan la energía solar. Pero Boris Cruz y Agustín Puello, sus constructores, la miraron satisfechos: valía un millón de dólares.
Es que la pequeña cabaña construida en la Bahía de Biscayne estaba hecha íntegramente de paquetes prensados de marihuana. Sólo las paredes pesaban más de una tonelada. La policía marítima de Miami, Florida, acabó con los sueños que edificaron Boris y Agustín.
He aquí una noticia de esas que hacen pensar. Ingeniosa fue la ocurrencia de ambos narcotraficantes de construir una cabaña con paquetes de la droga. Así podía pasar desapercibida y parecer una cabañita más, hecha de hojas de palmera comunes en esa islita turística.
Estos hombres construyeron una cabaña que llevaba dentro la muerte lenta de miles de seres humanos. Así mismo hay otros que edifican lentamente la casa en que ellos mismos morirán. Y no se trata de una casa material, para ser habitada, sino una casa moral y espiritual.
El apóstol Pablo, en su primera carta a la iglesia de Corinto, recomienda que «cada uno tenga cuidado de cómo construye, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo» (1 Corintios 3:10‑11). Así compara el carácter del ser humano a una casa que se edifica. Si queremos construir un buen carácter cristiano, un carácter verdadero, recto, justo y noble, tenemos que empezar con un buen fundamento. Y ese fundamento es Jesucristo.
Hay quienes pretenden edificar su vida sobre sus propias ideas filosóficas o, simplemente, sobre su propia voluntad. ¡Craso error! El resultado es siempre la destrucción y la ruina. En cambio, los que edifican su vida sobre el fundamento de Cristo, edifican bien y seguro.
Jesucristo es la piedra angular, la roca sólida sobre la que es posible edificar una vida mejor. Hagamos de Cristo nuestro Señor y Salvador, y el cimiento estable de una vida superior.
Hermano Pablo
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