En una escuela pública, un niño hizo una travesura, manchando los papeles del pupitre del maestro con tinta. Cuando el tal llegó y lo descubrió, exigió a todos el nombre del culpable.
-¡López! -gritó un chiquillo.
-¡López, aquí! ordenó el maestro tomando la palmeta.
Había dos hermanos del mismo apellido, y se adelantó el mayor, quien recibió estóicamente el fuerte y doloroso palmeteo. De repente, el menor, llorando, se adelantó gritando:
-¡Señor maestro: No le pegue más! ¡No fue él, que fui yo el culpable!
El maestro dejó de pegar, intrigado, y pidió explicaciones: -A ver, tú, López, el mayor: ¿Por qué te has adelantado para ser castigado sin protestar de tu inocencia? Habla.
-Porque él es más pequeño, menos fuerte, y está un poquito enfermo contestó el pequeño héroe. El maestro, maravillado, le apretó sobre su pecho.
-Muchacho -dijo nunca serás en tu vida más cristiano que hoy. Esto es lo que hizo Cristo por ti y por mí. ¡Dios te bendiga, hijito!
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