Un jefe de una tribu africana dijo, cuando un caballero inglés ofreció dinero para salvar la vida de un esclavo: "No quiero tener dinero; quiero sangre". Y mandó disparar contra el que había sido condenado a muerte.
El caballero extendió su brazo para proteger al esclavo, y la saeta penetró en su brazo. "Aquí está la sangre, dijo el inglés, la doy por el esclavo, ahora me pertenece".
El esclavo le fue entregado y cuando éste recibió inmediatamente su libertad, dijo con abundante gratitud: "Usted me ha comprado con su sangre, siempre seré su esclavo". Y cumplió su promesa".
Qué buena ilustración de las palabras tan conocidas: "Habéis sido redimidos, no con plata ni oro, sino con su sangre preciosa.
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