Lectura: Éxodo 4:10-17.
"Ciertamente más rudo soy yo que ninguno, ni tengo entendimiento de hombre" Proverbios 30:2
Él quería ser un don nadie. En 1992, un hombre de Seattle que postuló para el cargo de Sub-Gobernador del estado de Washington, se cambió legalmente el nombre a «Absolutamente Nadie». Al momento de entrar en la carrera, dijo que quería saludar a los votantes diciéndoles: «Hola, soy Absolutamente Nadie. Voten por mí». Más tarde admitió que el propósito de su campaña era abolir el cargo de Sub-Gobernador.
Este hombre hizo uso de un nombre como un ardid, pero la Biblia tiene mucho que decir a aquellos de nosotros que nos presentamos ante los demás diciendo que no somos nadie. El tipo correcto de humildad es saludable. Los compositores de Israel sabían lo importante que es ver nuestra insensatez lejos de Dios (Salmo 73:22; Proverbios 30:2). Jesús mismo nos mostró que sin Dios no logramos nada de valor perdurable (Juan 5:30;15:5).
Pero leemos una advertencia en la historia de Moisés. Hay un inconveniente en insistir en que somos «don nadie» si se trata de evitar hacer lo que Dios manda (Éxodo 4:1-17). Nuestros motivos nos convierten en alguien que se resiste a los propósitos amorosos de Dios.
Puede que nos tratemos a nosotros mismos y tratemos a los demás como personas sin valor. Pero recuerda, Dios no hace a don nadies. Al igual que Moisés, si nos rendimos a Dios, podemos hacer cualquier cosa que Dios quiere que hagamos —con Su fuerza.
Sin Cristo no podemos hacer nada. Con Él podemos hacer todo lo que Él quiere que hagamos.
"Ciertamente más rudo soy yo que ninguno, ni tengo entendimiento de hombre" Proverbios 30:2
Él quería ser un don nadie. En 1992, un hombre de Seattle que postuló para el cargo de Sub-Gobernador del estado de Washington, se cambió legalmente el nombre a «Absolutamente Nadie». Al momento de entrar en la carrera, dijo que quería saludar a los votantes diciéndoles: «Hola, soy Absolutamente Nadie. Voten por mí». Más tarde admitió que el propósito de su campaña era abolir el cargo de Sub-Gobernador.
Este hombre hizo uso de un nombre como un ardid, pero la Biblia tiene mucho que decir a aquellos de nosotros que nos presentamos ante los demás diciendo que no somos nadie. El tipo correcto de humildad es saludable. Los compositores de Israel sabían lo importante que es ver nuestra insensatez lejos de Dios (Salmo 73:22; Proverbios 30:2). Jesús mismo nos mostró que sin Dios no logramos nada de valor perdurable (Juan 5:30;15:5).
Pero leemos una advertencia en la historia de Moisés. Hay un inconveniente en insistir en que somos «don nadie» si se trata de evitar hacer lo que Dios manda (Éxodo 4:1-17). Nuestros motivos nos convierten en alguien que se resiste a los propósitos amorosos de Dios.
Puede que nos tratemos a nosotros mismos y tratemos a los demás como personas sin valor. Pero recuerda, Dios no hace a don nadies. Al igual que Moisés, si nos rendimos a Dios, podemos hacer cualquier cosa que Dios quiere que hagamos —con Su fuerza.
Sin Cristo no podemos hacer nada. Con Él podemos hacer todo lo que Él quiere que hagamos.
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