Lectura: Juan 15:9-17.
"Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos" Juan 15:13
Melbourne, Australia, es el hogar del Santuario del Recuerdo, un monumento a la memoria de aquellos que murieron por su país. Desde que fue construido después de la Primera Guerra Mundial, ha sido ampliado para honrar a aquellos que sirvieron en los conflictos subsiguientes.
Es un lugar bello, con recordatorios de la valentía y la devoción, pero el aspecto destacado del santuario es una sala que contiene una piedra tallada en la que se encuentran las simples palabras: «Nadie tiene mayor amor que éste». Cada año, el décimo primer día del décimo primer mes a las once de la mañana, un espejo refleja la luz del sol sobre la piedra para iluminar la palabra amor. Es un tributo conmovedor a aquellos que dieron sus vidas.
Honramos la memoria de los que pagaron el precio final por la libertad. Pero las palabras en esa piedra conllevan un significado aún mayor. Jesús las pronunció la noche antes de morir en la cruz por los pecados de un mundo necesitado (Juan 15:13). Su muerte no fue por la libertad de la tiranía política, sino por la libertad del castigo del pecado. Su muerte no fue tan sólo para darnos una vida mejor, sino para darnos la vida eterna.
Es importante recordar a los que han dado sus vidas por su país, pero jamás olvidemos alabar y honrar al Cristo que se sacrificó por un mundo moribundo. En verdad, no hay mayor amor que éste.
La cruz de Jesús es la suprema evidencia del amor de Dios.
"Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos" Juan 15:13
Melbourne, Australia, es el hogar del Santuario del Recuerdo, un monumento a la memoria de aquellos que murieron por su país. Desde que fue construido después de la Primera Guerra Mundial, ha sido ampliado para honrar a aquellos que sirvieron en los conflictos subsiguientes.
Es un lugar bello, con recordatorios de la valentía y la devoción, pero el aspecto destacado del santuario es una sala que contiene una piedra tallada en la que se encuentran las simples palabras: «Nadie tiene mayor amor que éste». Cada año, el décimo primer día del décimo primer mes a las once de la mañana, un espejo refleja la luz del sol sobre la piedra para iluminar la palabra amor. Es un tributo conmovedor a aquellos que dieron sus vidas.
Honramos la memoria de los que pagaron el precio final por la libertad. Pero las palabras en esa piedra conllevan un significado aún mayor. Jesús las pronunció la noche antes de morir en la cruz por los pecados de un mundo necesitado (Juan 15:13). Su muerte no fue por la libertad de la tiranía política, sino por la libertad del castigo del pecado. Su muerte no fue tan sólo para darnos una vida mejor, sino para darnos la vida eterna.
Es importante recordar a los que han dado sus vidas por su país, pero jamás olvidemos alabar y honrar al Cristo que se sacrificó por un mundo moribundo. En verdad, no hay mayor amor que éste.
La cruz de Jesús es la suprema evidencia del amor de Dios.
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