viernes, 9 de octubre de 2009

PRESENTANDOME

Lectura: Salmos 116.
"Porque ha inclinado a mí Su oído; por tanto, Le invocaré en todos mis días" Salmos 116:2
Leonardo da Vinci pasó diez años dibujando orejas, codos, manos y otras partes del cuerpo en muchos aspectos diferentes. Luego, un día puso a un lado los ejercicios y pintó lo que veía. De manera similar, los atletas y los músicos jamás llegan a ser grandes sin la práctica periódica.
Durante años me resistí a una rutina periódica de oración, pues creía que la comunicación con Dios debía ser espontánea y libre. Pero descubrí que necesitaba la disciplina de lo periódico para hacer posibles esos momentos excepcionales de comunicación libre con Dios. Finalmente aprendí que la espontaneidad a menudo fluye de la disciplina.
La autora Nancy Mairs dice que ella asiste a la iglesia con el mismo espíritu con que va a su escritorio cada mañana para escribir, para que, si llega una idea ella esté allí para recibirla. Yo me acerco a la oración del mismo modo. Continúo orando si siento que estoy obteniendo algún provecho o si no lo siento; me presento con la esperanza de llegar a conocer mejor a Dios, tal vez al saber de Él de maneras que sólo son accesibles por medio de la soledad.
La palabra en castellano «meditar» se deriva de una palabra en latín que significa «ensayar». A menudo, mis oraciones parecen una especie de ensayo. Repaso notas básicas (el Padrenuestro), practico piezas familiares (los Salmos) y trato unas cuantas nuevas tonadas. Principalmente, me presento.
La oración es la conversación íntima con nuestro Dios.

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