Lectura: Salmos 8.
“¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra!” Salmos 8:1
Me desperté a las tres de la madrugada de una mañana de agosto para experimentar un eclipse lunar total. Comenzó en el preciso momento en que los astrónomos lo habían pronosticado y avanzó tal y como dijeron que lo haría. En un sentido, fue un evento natural y recurrente, pero también fue un vistazo genial al poder y la gloria de Dios.
A medida que la sombra de la tierra lentamente se encaramaba cubriendo la brillante luna llena, me vinieron a la mente las palabras del salmista: «Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste, digo: ¿qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?» (Salmo 8:3-4).
El planeta tierra no gira en torno de nosotros, sino que, por el diseño de Dios, nos involucra a nosotros. El salmista se maravilló de los cielos, pero le asombraba aún más que el gran Creador, cuya gloria está por encima de los cielos, nos incluyera en Su gran plan por los siglos de los siglos.
La adoración a cualquier porción de la creación de Dios se queda corta para darle la gloria a Aquel que la hizo. La Biblia eleva nuestros ojos para ver que toda la creación proclama la gloria de Dios, quien nos ha colmado de Su gracia y amor por medio de Cristo.
«¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra!» (Salmo 8:1).
La gloria de Dios brilla a través de Su creación.
“¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra!” Salmos 8:1
Me desperté a las tres de la madrugada de una mañana de agosto para experimentar un eclipse lunar total. Comenzó en el preciso momento en que los astrónomos lo habían pronosticado y avanzó tal y como dijeron que lo haría. En un sentido, fue un evento natural y recurrente, pero también fue un vistazo genial al poder y la gloria de Dios.
A medida que la sombra de la tierra lentamente se encaramaba cubriendo la brillante luna llena, me vinieron a la mente las palabras del salmista: «Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste, digo: ¿qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?» (Salmo 8:3-4).
El planeta tierra no gira en torno de nosotros, sino que, por el diseño de Dios, nos involucra a nosotros. El salmista se maravilló de los cielos, pero le asombraba aún más que el gran Creador, cuya gloria está por encima de los cielos, nos incluyera en Su gran plan por los siglos de los siglos.
La adoración a cualquier porción de la creación de Dios se queda corta para darle la gloria a Aquel que la hizo. La Biblia eleva nuestros ojos para ver que toda la creación proclama la gloria de Dios, quien nos ha colmado de Su gracia y amor por medio de Cristo.
«¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra!» (Salmo 8:1).
La gloria de Dios brilla a través de Su creación.
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