Lectura : 2 Corintios 10:12-18.
“Mas el que se gloría, gloríese en el Señor” 2 Corintios 10:17
Investigadores de la Universidad Tecnológica de Virginia, junto con funcionarios de la policía, determinaron recientemente que los conductores distraídos son los que ponen a los demás en un peligro mayor que los conductores agresivos. Los conductores que comen, disciplinan a sus hijos en el asiento posterior, o hablan por teléfono son los más peligrosos.
Cuando se les preguntó a los residentes de una ciudad norteamericana acerca de los malos hábitos de los conductores que hacían que las carreteras se volvieran inseguras, la mayoría creía que los demás causaban mayores problemas que ellos mismos. Una mujer dijo que ella hablaba un poquito por su teléfono celular, pero que al menos no marcaba los números telefónicos mientras estaba en la carretera. Ella terminó su comentario declarando que los demás «no están siguiendo las reglas de la carretera... Ellos nos ponen en riesgo a todos».
Está en nuestra naturaleza señalar a los demás con el dedo. El apóstol Pablo habló acerca de otros maestros que evitaban mirar su propio comportamiento y, en vez de ello, le atacaban a él (2 Corintios 10:12-18). Escribió: «Pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos,... no son juiciosos» (v. 12).
Cuando no miramos nuestras propias acciones sino que, en vez de ello, nos comparamos con los demás, a menudo decimos que nos parecemos bien a nosotros mismos. Pero, como Pablo dijo, lo que cuenta es el elogio de Dios, no nuestra propia aprobación (v. 19).
Si debes compararte con alguien, compárate con Cristo.
“Mas el que se gloría, gloríese en el Señor” 2 Corintios 10:17
Investigadores de la Universidad Tecnológica de Virginia, junto con funcionarios de la policía, determinaron recientemente que los conductores distraídos son los que ponen a los demás en un peligro mayor que los conductores agresivos. Los conductores que comen, disciplinan a sus hijos en el asiento posterior, o hablan por teléfono son los más peligrosos.
Cuando se les preguntó a los residentes de una ciudad norteamericana acerca de los malos hábitos de los conductores que hacían que las carreteras se volvieran inseguras, la mayoría creía que los demás causaban mayores problemas que ellos mismos. Una mujer dijo que ella hablaba un poquito por su teléfono celular, pero que al menos no marcaba los números telefónicos mientras estaba en la carretera. Ella terminó su comentario declarando que los demás «no están siguiendo las reglas de la carretera... Ellos nos ponen en riesgo a todos».
Está en nuestra naturaleza señalar a los demás con el dedo. El apóstol Pablo habló acerca de otros maestros que evitaban mirar su propio comportamiento y, en vez de ello, le atacaban a él (2 Corintios 10:12-18). Escribió: «Pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos,... no son juiciosos» (v. 12).
Cuando no miramos nuestras propias acciones sino que, en vez de ello, nos comparamos con los demás, a menudo decimos que nos parecemos bien a nosotros mismos. Pero, como Pablo dijo, lo que cuenta es el elogio de Dios, no nuestra propia aprobación (v. 19).
Si debes compararte con alguien, compárate con Cristo.
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