Lectura: Números 13:26-33.
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” Filipenses 4:6
Siempre que un predicador comienza a hablar acerca de la preocupación, siento que un par de ojos me están mirando fijamente. Sin siquiera volverme, sé que mi esposo me está mirando para ver si estoy prestando atención.
Detesto admitirlo, pero soy una eterna preocupada. Y precisamente porque hay muchísimas personas que son como yo, Jesús trató este problema en Mateo 6:25-34 cuando dijo: «No os afanéis». No se afanen por las necesidades básicas de la vida -alimento, vestido, vivienda- y no se afanen por el día de mañana.
La preocupación puede ser síntoma de un problema mayor. Algunas veces, es una falta de gratitud a la manera en que Dios ha cuidado de nosotros en el pasado. O tal vez es una falta de fe de que Dios realmente es digno de confianza. O puede ser una negativa a depender de Dios en vez de depender de nosotros mismos.
Algunas personas amplían el círculo de la preocupación hacia sus familias, amigos e iglesias. Se parecen mucho a los diez espías en números 13:26-33 quienes difundieron su temor y duda a todos los demás. Pero aquellos que pusieron su confianza sólo en Dios pueden ponerse junto a Josué y Caleb, los únicos del grupo de doce a quienes Dios les permitió la entrada a la Tierra Prometida.
No permitas que las preocupaciones te frenen de lo que puede que Dios esté tratando de enseñarte. Él te invita a llevar tus pensamientos de angustia directamente a Él (Filipenses 4:6).
Para que no estés afanoso por nada, ora por todo.
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” Filipenses 4:6
Siempre que un predicador comienza a hablar acerca de la preocupación, siento que un par de ojos me están mirando fijamente. Sin siquiera volverme, sé que mi esposo me está mirando para ver si estoy prestando atención.
Detesto admitirlo, pero soy una eterna preocupada. Y precisamente porque hay muchísimas personas que son como yo, Jesús trató este problema en Mateo 6:25-34 cuando dijo: «No os afanéis». No se afanen por las necesidades básicas de la vida -alimento, vestido, vivienda- y no se afanen por el día de mañana.
La preocupación puede ser síntoma de un problema mayor. Algunas veces, es una falta de gratitud a la manera en que Dios ha cuidado de nosotros en el pasado. O tal vez es una falta de fe de que Dios realmente es digno de confianza. O puede ser una negativa a depender de Dios en vez de depender de nosotros mismos.
Algunas personas amplían el círculo de la preocupación hacia sus familias, amigos e iglesias. Se parecen mucho a los diez espías en números 13:26-33 quienes difundieron su temor y duda a todos los demás. Pero aquellos que pusieron su confianza sólo en Dios pueden ponerse junto a Josué y Caleb, los únicos del grupo de doce a quienes Dios les permitió la entrada a la Tierra Prometida.
No permitas que las preocupaciones te frenen de lo que puede que Dios esté tratando de enseñarte. Él te invita a llevar tus pensamientos de angustia directamente a Él (Filipenses 4:6).
Para que no estés afanoso por nada, ora por todo.
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