martes, 5 de mayo de 2009

LA DEUDA DEL LIDERAZGO

Lectura: Salmo 86.
"Salva Tú, oh Dios mío, a Tu siervo que en Ti confía" Salmo 86:2
Examina las palabras del Salmo 86, y podrías olvidar que estás leyendo las reflexiones de un buen líder. El rey David oró: "Inclina, oh Jehová, tu oído y escúchame, porque estoy afligido y menesteroso" (v. 1). Luego el rey de Israel hace referencia a sí mismo como un "siervo" y suplica misericordia. ¡Piensa en ello! Este era el hombre a quien Dios había elegido para que guiara a Su pueblo, y estaba suplicando la ayuda de Dios. ¡Vaya!.Al pensar en el papel de los líderes -ya sea siglos atrás o en la actualidad- es vital que revisemos lo que significa el liderazgo. Según el hombre de negocios y autor Max De Pree, cuyo liderazgo llevó a su compañía hasta situarla en los primeros lugares de las 500 compañías más exitosas de la Revista Fortune: "La primera responsabilidad de un líder es definir la realidad. La última es decir gracias. Entre ambas, el líder debe convertirse en un siervo y en un deudor. Eso resume el progreso de un líder ingenioso". Esas dos palabras, siervo y deudor, describen la opinión que David tenía de sí mismo al pedirle a Dios que le ayudara durante su época de liderazgo.Todos los que estamos en una posición de liderazgo -ya sea al frente de una familia, una iglesia, un salón de clases o un negocio- necesitamos las humildes palabras del Salmo 86 como nuestra guía. El siervo-líder "afligido y menesteroso" (v. 1) que confía en Dios es aquel que, al final, puede decir, tal y como lo hizo David: "Porque Tú, Jehová, me ayudaste y me consolaste" (v. 7).
Los únicos líderes calificados para guiar son los que han aprendido a servir.

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