Lectura: Hechos 2:1-17.
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y Me seréis testigos" Hechos 1:8
Un pastor a quien conozco y aprecio está desanimado. Aunque él es diligente en la oración, y trabaja duro su iglesia no crece, mientras que una nueva congregación cercana rápidamente está haciéndose mayor y mayor hasta convertirse en una mega-iglesia. Pero, cuando pienso en los alcohólicos, los drogadictos y los inmorales sexuales que él ha llevado al Salvador y hacia una nueva manera de vivir, le veo como alguien que da testimonio en el poder del Espíritu Santo.Debido a lo que sucedió el Día de Pentecostés (descrito en Hechos 2), tendemos a relacionar la presencia y el poder del Espíritu Santo con fenómenos asombrosos y grandes cifras. Nos olvidamos que muy poco tiempo después, esas mismas personas llenas con el mismo Espíritu Santo fueron rechazadas, azotadas, arrestadas e incluso ejecutadas. ¡Pero en medio de todo ello fueron testigos poderosos!.La presencia y el poder del Espíritu Santo pueden evidenciarse en un predicador dinámico que atrae a grandes audiencias; pero también se ven en el voluntario que lleva a cabo un ministerio individual en las cárceles, en la persona que le da testimonio a un compañero de trabajo o a un vecino, y en el maestro de escuela dominical que fielmente enseña semana tras semana.El poder de Pentecostés no está reservado especialmente para los que han recibido grandes dones. Más bien, está disponible para todos los creyentes en Cristo que quieren servirle.
El poder del Espíritu de Dios le da el poder a nuestro testimonio.
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