Lectura: 1 Corintios 3:1-10.
"Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento" 1 Corintios 3:7
Vivió la humildad espiritual, y sin embargo, a nivel humano tenía mucho de qué enorgullecerse. Como autora de más de 70 libros y traductora de muchos otros al Afrikáans, Annalou Marais tenía mucho de qué alardear -pero ella le preocupaba más darle honra a Cristo que promocionarse a sí misma. Trabajaba tras bambalinas en la conferencia bíblica, haciendo las labores de una sierva con una sonrisa y un corazón gozoso. Habría sido natural para ella desear, e incluso merecer los reflectores. En vez de ello, servía en silencio, llorando de gozo cuando Dios obraba en los corazones de las personas. Era una humildad impresionante, porque era totalmente auténtica. He escuchado decir: "Es asombroso lo que se puede lograr cuando no nos importa quién se lleva el crédito".Ciertamente esto se aplica al servicio cristiano, Pablo le dijo a la iglesia en Corinto: "Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento" (1 Corintios 3:6-7). Pablo había aprendido esa gran lección acerca del corazón del siervo, tal y como la había aprendido Annalou: se trata enteramente de Dios. Lo que hacemos se logra por medio de Su poder y gracia, y toda la gloria debe dársele a Él. Observar a Annalou fue una lección de humildad, y una lección que me recordó la riqueza de servir a Dios.
La vanidad y la gracia no pueden morar en el mismo lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario