Lectura: Lucas 6:27-36
¿Y quién es mi prójimo? —Lucas 10:29
Un aficionado a la vela que estaba navegando por el Caribe, a más de 6 mil kilómetros de casa, perdió su mástil en una tormenta. Había estado a la deriva por dos días y en aguas con olas de 6 metros cuando alguien recibió su desesperado llamado de auxilio. Según el servicio de noticias de Ananova, 90 minutos después fue rescatado por el capitán de un transatlántico de 105 mil toneladas métricas.
Sólo cuando le sacaron del agua el marinero rescatado descubrió que el
capitán que había respondido a su llamado pidiendo ayuda era un vecino de su aldea, Warsash, en Hampshire. El hombre rescatado preguntó más tarde: «¿Cuáles son las probabilidades de que alguien sea rescatado en medio de la nada por su vecino?»
Jesús veía al prójimo en lugares inverosímiles. Cuando un experto en la ley judía Le preguntó que definiera al prójimo que hemos de amar, Jesús trazó un gran círculo. Contó la historia de un misericordioso samaritano para mostrar que un vecino es el amigo, un extraño, o el enemigo que necesita la ayuda que podamos dar (Lucas 10).
Para distinguirnos como pueblo de Jesús, tenemos que mostrarles amabilidad incluso a aquellos que nos desean mal (Lucas 6:32-34). Sólo entonces reflejaremos el corazón de Aquel que, mientras todavía éramos Sus enemigos, pagó el precio final para venir a nuestro rescate. Nuestro amor por Cristo es sólo tan real como nuestro amor por nuestro prójimo.
¿Y quién es mi prójimo? —Lucas 10:29
Un aficionado a la vela que estaba navegando por el Caribe, a más de 6 mil kilómetros de casa, perdió su mástil en una tormenta. Había estado a la deriva por dos días y en aguas con olas de 6 metros cuando alguien recibió su desesperado llamado de auxilio. Según el servicio de noticias de Ananova, 90 minutos después fue rescatado por el capitán de un transatlántico de 105 mil toneladas métricas.
Sólo cuando le sacaron del agua el marinero rescatado descubrió que el
capitán que había respondido a su llamado pidiendo ayuda era un vecino de su aldea, Warsash, en Hampshire. El hombre rescatado preguntó más tarde: «¿Cuáles son las probabilidades de que alguien sea rescatado en medio de la nada por su vecino?»
Jesús veía al prójimo en lugares inverosímiles. Cuando un experto en la ley judía Le preguntó que definiera al prójimo que hemos de amar, Jesús trazó un gran círculo. Contó la historia de un misericordioso samaritano para mostrar que un vecino es el amigo, un extraño, o el enemigo que necesita la ayuda que podamos dar (Lucas 10).
Para distinguirnos como pueblo de Jesús, tenemos que mostrarles amabilidad incluso a aquellos que nos desean mal (Lucas 6:32-34). Sólo entonces reflejaremos el corazón de Aquel que, mientras todavía éramos Sus enemigos, pagó el precio final para venir a nuestro rescate. Nuestro amor por Cristo es sólo tan real como nuestro amor por nuestro prójimo.
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