martes, 13 de enero de 2009

UN PECADO LLAMADO POR CUALQUIER OTRO NOMBRE

Lectura: Génesis 39:1-9
¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? —Génesis 39:9
Un día, José se encontró en una difícil posición cuando la esposa de su jefe trató de seducirle. ¡Cuán seductora debió haberle parecido esta mujer a un joven saludable! Y a José debió habérsele ocurrido lo aterradora que sería la ira de ella cuando rechazó sus intentos.
Pero José la resistió de plano. Sus convicciones morales surgían de su clara visión del pecado y su reverencia a Dios. Le dijo a ella: «¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?» (Génesis 39:9).
Hoy en día, es popular llamar al pecado por nombres más aceptables. Pero usar eufemismos para nombrar las ofensas contra Dios sólo debilitan nuestra resistencia y trivializan el daño del pecado hacia nosotros.
Para José, el pecado no era tan sólo «un error de juicio». Ni tampoco era un mero lapsus linguae o una «indiscreción» en un «momento de debilidad». José vio el pecado como lo que era: una seria ofensa contra el Señor; y no le restó importancia a la gravedad de ésta.
Los estándares morales de Dios son absolutos. Sólo cuando veamos el pecado como algo que el Señor aborrece estaremos motivados a hacer juicios morales correctos.
Llamar al pecado por un nombre más suave no cambiará su carácter ofensivo contra Dios ni el costo que representará para nosotros.
No hay excusas para excusar el pecado.

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