lunes, 19 de enero de 2009

EL DIOS DE LA VICTORIA

Lectura: 2 Corintios 2:14-17
No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. —Romanos 12:21
En la mitología griega, Niké era la diosa de la victoria. Niké luchó del lado de los dioses olímpicos, ganando la victoria sobre los poderosos titanes. Como resultado de ello, ella se convirtió en el símbolo de ganar. Pero los supuestos poderes de Niké no se limitaban simplemente a la guerra. También llegó a ser la diosa favorita de los atletas que querían ganar en las competencias deportivas. Los romanos la adoptaron y la adoraron dándole el nombre latino de Victoria.
En el mundo grecorromano donde enseñaba Pablo, la victoria era altamente valorada. Así que, cuando él expresaba la verdad cristiana, usaba palabras que sus oyentes pudieran entender. En sus cartas, describía a Cristo como Aquel que nos guía en un desfile de triunfo militar (2 Corintios 2:14-17) y comparaba la vida cristiana con alguien que estaba entrenando para los antiguos juegos olímpicos (1 Corintios 9:24-27).
Pablo también usaba la palabra victoria en referencia a nuestras luchas contra aquellos que nos hieren deliberadamente. «Vence [sé un vencedor] con el bien [d]el mal» (Romanos 12:21). Puede que esto signifique devolver amabilidad por maldad o establecer límites de manera respetuosa al comportamiento maligno. En cualquiera de estos casos, una actitud de amor no puede generarse con nuestras propias fuerzas. Pero en Cristo, tenemos el poder divino que los antiguos paganos sólo podían tener la esperanza de alcanzar. Jesucristo es el auténtico Dios de la victoria. Dios nos dará la victoria cuando nos unamos a Él en la lucha.

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