miércoles, 4 de junio de 2008

CORRIENDO HACIA LA META

Lectura: 1 Corintios 9:24-27
¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis. --1 Corintios 9:24.
Cuando mi hijo empezó su segundo año de secundaria, también comenzó su segundo año de carreras a campo traviesa. Steve empezó el año luchando por un puesto en el equipo titular, lo cual no era tarea fácil.
Implicaba correr kilómetros y kilómetros y kilómetros. Significaba levantar pesas, descansar más y comer adecuadamente (bueno, parte del tiempo). Y también significaba correr hasta que se le saliera el corazón.
Poco a poco, sus tiempos mejoraron. Luego se desgarró un músculo y tuvo que empezar de nuevo. Pero no desistió. Finalmente obtuvo un puesto en el equipo. Y para cuando corrieron la regional, Steve era el tercer corredor más rápido del equipo.
Tener metas en la vida puede darnos el propósito y el impulso para lograr algo verdaderamente valioso. Este principio es especialmente útil en nuestras vidas como creyentes en Cristo. A medida que corremos la carrera cristiana, nuestra meta es «correr de tal forma» que podamos ganar una corona imperecedera, una recompensa eterna de nuestro Salvador (1 Corintios 3:12-14; 9:24-25). Esto requiere disciplina personal, arduo trabajo y mejoría continua. Incluye un compromiso, para el cual capacita el Espíritu, de hacer lo mejor que podamos para el Señor.
Eso demanda perseverancia, esfuerzo extremo y empuje para llegar a ser cada vez más parecidos a Cristo. Sin embargo, vale la pena correr de esa forma porque el premio durará para siempre.
LOS LOGROS GRANDES REQUIEREN UNA PERSEVERANCIA GRANDE.

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