sábado, 29 de marzo de 2008

LA OFERTA DEL REY

Lectura: Mateo 21:1-11
Y las multitudes que iban delante de Él . . . gritaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!. . . --Mateo 21:9.
Muchas veces me he preguntado cuántas de esas personas que el Domingo de Ramos gritaron con entusiasmo «¡Hosanna!», también gritaron «¡Crucifícale! Crucifícale!» unos días después. Algunos pueden haberse sentido profundamente decepcionados, incluso enojados, porque Cristo no usó su poder milagroso para establecer un reino terrenal. ¿No había creado Él una oportunidad de oro para obtener apoyo popular desfilando en Jerusalén y ofreciéndose a Sí mismo como Rey?
Muchos judíos no reconocieron que antes de que Jesús afirmara abiertamente su soberanía tenía que reinar en sus corazones. Su mayor necesidad no era liberarse del dominio del César, sino de las cadenas del orgullo, la justicia propia y la rebeldía contra Dios. Ellos querían el reino visible profetizado en el Antiguo Testamento con todos sus beneficios materiales. Pero el Mesías primero tenía que morir por los pecados de la humanidad y resucitar para establecer las bases de un domino espiritual.
El problema es el mismo hoy. Cristo no nos ofrece inmunidad a las dificultades de la vida, cura para todas las enfermedades, ni la promesa del éxito económico. Lo que el Rey ofreció entonces es lo que ofrece hoy: a Sí mismo como sacrificio por nuestros pecados, y un desafío para servirle. Si aceptamos su oferta no quedaremos decepcionados.
PONER A CRISTO EN PRIMER LUGAR DA UNA SATISFACCIÓN DURADERA.

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