Lectura: Romanos 12:3-8
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función. —Romanos 12:4
Los bisontes están hechos de tal manera que su inclinación natural es mirar hacia abajo; el diseño de sus cuellos les dificulta mirar hacia arriba. En contraste, las jirafas están diseñadas de tal modo que se les hace fácil mirar hacia arriba; la manera en que sus cuellos fueron hechos les dificulta mirar hacia abajo. Dos criaturas creadas por el mismo Dios pero con partes de sus cuerpos y propósitos particularmente distintos. Las jirafas comen hojas de las ramas superiores de los árboles. Los bisontes comen pasto del campo en el suelo. Dios provee alimento para ambos y ninguno tiene que ser como el otro para comer.
Observar a los animales y a las personas a nuestro alrededor nos hace recordar que Dios nos hizo seres únicos a cada uno de nosotros para un propósito. La tendencia natural de una persona es levantar la mirada y ver «el panorama completo» mientras que la tendencia de otra es bajarla y centrarse en los detalles. Ambas personas son importantes. La una no es mejor que la otra. Dios nos dio talentos individuales y dones espirituales para que podamos trabajar juntos como un cuerpo.
Los seres humanos son la joya que corona la creación, y brillamos con el mayor fulgor no cuando vemos nuestra propia semejanza reflejada en los demás, sino cuando cada uno de nosotros lleva a cabo las funciones de carácter único para cuya realización Dios nos diseñó. «De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, . . . úsense» (Ro. 12:6).
Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función. —Romanos 12:4
Los bisontes están hechos de tal manera que su inclinación natural es mirar hacia abajo; el diseño de sus cuellos les dificulta mirar hacia arriba. En contraste, las jirafas están diseñadas de tal modo que se les hace fácil mirar hacia arriba; la manera en que sus cuellos fueron hechos les dificulta mirar hacia abajo. Dos criaturas creadas por el mismo Dios pero con partes de sus cuerpos y propósitos particularmente distintos. Las jirafas comen hojas de las ramas superiores de los árboles. Los bisontes comen pasto del campo en el suelo. Dios provee alimento para ambos y ninguno tiene que ser como el otro para comer.
Observar a los animales y a las personas a nuestro alrededor nos hace recordar que Dios nos hizo seres únicos a cada uno de nosotros para un propósito. La tendencia natural de una persona es levantar la mirada y ver «el panorama completo» mientras que la tendencia de otra es bajarla y centrarse en los detalles. Ambas personas son importantes. La una no es mejor que la otra. Dios nos dio talentos individuales y dones espirituales para que podamos trabajar juntos como un cuerpo.
Los seres humanos son la joya que corona la creación, y brillamos con el mayor fulgor no cuando vemos nuestra propia semejanza reflejada en los demás, sino cuando cada uno de nosotros lleva a cabo las funciones de carácter único para cuya realización Dios nos diseñó. «De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, . . . úsense» (Ro. 12:6).
No hay miembros sin importancia en el cuerpo de Cristo.
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