Lectura: Deuteronomio 4:1-10
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto. —Deuteronomio 4:9
Caminé lo más rápidamente posible. De hecho, comencé a sudar. Después de casi 1,5 kilómetros, eché a trotar y luego a correr lo más fuerte que pude. Finalmente, después de unos 25 minutos, me detuve. Mi corazón latía con fuerza. Mi camiseta estaba empapada. Pero yo no había ido a ninguna parte. Simplemente había corrido 4 kilómetros en la máquina del gimnasio.
Después de refrescarme, me senté con mi Biblia. Estaba siguiendo un programa de lectura y la selección para el día provenía del libro de Números. Leí una parte lentamente y otra a mayor velocidad, pero a veces sentía que no llegaba a ninguna parte —como si estuviera de vuelta en la máquina de correr. Se hicieron censos. Se presentó un resumen del largo viaje. Se hizo y se rehizo lista de las tribus. Al día siguiente pasé a Deuteronomio. Más historias sobre el pueblo deambulando. Más sobre los israelitas y su tierra.
Pero cuando llegué al capítulo 4, se me dijo por qué todo ese resumen era importante. Moisés le había dicho al pueblo «no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, . . . las enseñarás a tus hijos» (4:9). La lectura anterior no trataba acerca de Israel que estuviera corriendo veloz sin ir a ninguna parte. Trataba acerca de capacitación, de una lección en la que se usan las obras pasadas de Dios como la instrucción para una futura vida piadosa.
Toda la Escritura es dada por inspiración divina. Así, que, aun cuando puede que parezca que carece de importancia, sigue leyendo. Algunas veces tenemos que ser pacientes para darnos cuenta de su pleno propósito.
Dios nos habla por medio de Su Palabra; tómate tiempo para escuchar.
Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto. —Deuteronomio 4:9
Caminé lo más rápidamente posible. De hecho, comencé a sudar. Después de casi 1,5 kilómetros, eché a trotar y luego a correr lo más fuerte que pude. Finalmente, después de unos 25 minutos, me detuve. Mi corazón latía con fuerza. Mi camiseta estaba empapada. Pero yo no había ido a ninguna parte. Simplemente había corrido 4 kilómetros en la máquina del gimnasio.
Después de refrescarme, me senté con mi Biblia. Estaba siguiendo un programa de lectura y la selección para el día provenía del libro de Números. Leí una parte lentamente y otra a mayor velocidad, pero a veces sentía que no llegaba a ninguna parte —como si estuviera de vuelta en la máquina de correr. Se hicieron censos. Se presentó un resumen del largo viaje. Se hizo y se rehizo lista de las tribus. Al día siguiente pasé a Deuteronomio. Más historias sobre el pueblo deambulando. Más sobre los israelitas y su tierra.
Pero cuando llegué al capítulo 4, se me dijo por qué todo ese resumen era importante. Moisés le había dicho al pueblo «no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, . . . las enseñarás a tus hijos» (4:9). La lectura anterior no trataba acerca de Israel que estuviera corriendo veloz sin ir a ninguna parte. Trataba acerca de capacitación, de una lección en la que se usan las obras pasadas de Dios como la instrucción para una futura vida piadosa.
Toda la Escritura es dada por inspiración divina. Así, que, aun cuando puede que parezca que carece de importancia, sigue leyendo. Algunas veces tenemos que ser pacientes para darnos cuenta de su pleno propósito.
Dios nos habla por medio de Su Palabra; tómate tiempo para escuchar.
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