“Y habiendo dado gracias lo partió y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mi” I Corintios 11:24
Cuán propenso estoy de olvidar las cosas importantes, pero aún más triste es cuando olvido las personas importantes.
El Señor me ha hecho para desenvolverme en la vida alrededor de otros. No estoy diseñado para vivir solo, más para compartir con otros y en especial compartir con Dios y si él forma parte de mi compañía no debo jamás olvidarlo, más siempre tener memoria de él.
Cuando el Señor en la última cena dijo las palabras, en memoria de mi, estaba indicando la posibilidad de poderme olvidar de Cristo. No sería necesaria esta advertencia si no existiera la posibilidad de olvidarme. Hoy se que esto no solo es una posibilidad más es un hecho lamentable y hoy no quiero llegar a esa condición.
Pareciera casi imposible pensar que quien ha sido redimido por la sangre del cordero de Dios y quién ha experimentado su amor perpetuo puede llegar a olvidarse del grandioso Salvador, pero aunque parezca imposible….esto si es posible. Es fácil en medio del mundo en que me desenvuelvo olvidarme de quién jamás se olvido de mi.
Olvidarme de quién vertió su sangre preciosa para lavarme de todos mis pecados. Olvidarme de quién me amó hasta la muerte. Puede ser eso posible? Sí, es muy posible y además de eso es muy frecuente. A veces me doy cuenta de que aquel quién debiera ser el residente permanente en mi mente, a veces se convierte por mi descuido en el visitante semanal.
Acaso mi conciencia no se despierta ante esta realidad y me confronta con el hecho de que soy un olvidadizo constante de Jesús. Son muchas las veces en que un negocio terrenal acapara toda mi atención cuando en ese momento debiera fijar mi vista en la persona gloriosa de Jesús. El alboroto incesante de este mundo, la atracción constante de las cosas de este mundo envuelven y dopan mi alma y la llevan lejos de Cristo.
Mi memoria está lista a conservar la hierba venenosa de este mundo mientras en mi mente se marchita la Rosa de Sarón y el Lirio de los valles.
Hoy no quiero ser un olvidadizo… más quiero tener memoria de aquel quien siempre piensa en mi y me acompaña de día y de noche, en la prueba y en la adversidad.
Señor, Cuán olvidadizo soy, propenso a ser arrastrado por las corrientes mundanales y olvidarme de tu amor, de tu gracia y de tu misericordia. Hoy, quiero tener memoria de ti. Vivir la vida sin acercarme con seguridad ante tu trono es tomar el camino de la confusión. Quiero recordarte .
Cuán propenso estoy de olvidar las cosas importantes, pero aún más triste es cuando olvido las personas importantes.
El Señor me ha hecho para desenvolverme en la vida alrededor de otros. No estoy diseñado para vivir solo, más para compartir con otros y en especial compartir con Dios y si él forma parte de mi compañía no debo jamás olvidarlo, más siempre tener memoria de él.
Cuando el Señor en la última cena dijo las palabras, en memoria de mi, estaba indicando la posibilidad de poderme olvidar de Cristo. No sería necesaria esta advertencia si no existiera la posibilidad de olvidarme. Hoy se que esto no solo es una posibilidad más es un hecho lamentable y hoy no quiero llegar a esa condición.
Pareciera casi imposible pensar que quien ha sido redimido por la sangre del cordero de Dios y quién ha experimentado su amor perpetuo puede llegar a olvidarse del grandioso Salvador, pero aunque parezca imposible….esto si es posible. Es fácil en medio del mundo en que me desenvuelvo olvidarme de quién jamás se olvido de mi.
Olvidarme de quién vertió su sangre preciosa para lavarme de todos mis pecados. Olvidarme de quién me amó hasta la muerte. Puede ser eso posible? Sí, es muy posible y además de eso es muy frecuente. A veces me doy cuenta de que aquel quién debiera ser el residente permanente en mi mente, a veces se convierte por mi descuido en el visitante semanal.
Acaso mi conciencia no se despierta ante esta realidad y me confronta con el hecho de que soy un olvidadizo constante de Jesús. Son muchas las veces en que un negocio terrenal acapara toda mi atención cuando en ese momento debiera fijar mi vista en la persona gloriosa de Jesús. El alboroto incesante de este mundo, la atracción constante de las cosas de este mundo envuelven y dopan mi alma y la llevan lejos de Cristo.
Mi memoria está lista a conservar la hierba venenosa de este mundo mientras en mi mente se marchita la Rosa de Sarón y el Lirio de los valles.
Hoy no quiero ser un olvidadizo… más quiero tener memoria de aquel quien siempre piensa en mi y me acompaña de día y de noche, en la prueba y en la adversidad.
Señor, Cuán olvidadizo soy, propenso a ser arrastrado por las corrientes mundanales y olvidarme de tu amor, de tu gracia y de tu misericordia. Hoy, quiero tener memoria de ti. Vivir la vida sin acercarme con seguridad ante tu trono es tomar el camino de la confusión. Quiero recordarte .
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