Dios, oye mi clamor, atiende mi oración.
Salmo 61:1
Mi Dios es un Dios de maravillas y responde a nuestras plegarias sin decirnos cuándo ni cómo. Por eso quiero compartir contigo una parte de mi vida, y estoy convencida de que es la mejor de todas.
Llevaba casada varios años y mi anhelo y el de mi esposo era el de toda pareja que se une: formar una familia; tener un bebé. Pero esto no había sido posible. Habíamos utilizado varios mecanismos, pero todos habían fracasado.
Seguíamos pidiéndole al Señor que fuese su voluntad. Pasó el tiempo y les confieso que nunca imaginé que la voluntad del Señor fuese diferente a la mía.
Un día mi esposo salió de vacaciones a su ciudad de origen. Cuando ya llevaba varios días allí, recibí una llamada telefónica que puso mi corazón a latir fuertemente. El me dijo: “Mi amor, me dan un bebé, pero no es un bebé que esperábamos. Este está enfermo y desnutrido; tiene lesiones en su piel y, además, presenta problemas respiratorios”. Al escuchar las palabras de mi esposo, me sentí muy triste y desanimada y me preguntaba a mi misma y al Señor: “¿Qué le digo?”
Lo consulté con una amiga muy querida y Dios me respondió a través de ella. Con mucha seguridad y gran ternura, mi buena amiga me dijo: “No lo pienses más. ¡Decídete! ¡Ese es tu bebé!” inmediatamente llamé a mi esposo por teléfono y le dije: “Sí, búscalo. Acéptalo. Ese bebé es para nosotros”. ¡Qué experiencia maravillosa!
fgc 67
Recibimos al niño en esas condiciones. Oramos fervientemente al Señor para que lo sanara; lo llevamos al pediatra y estuvo dos meses hospitalizado. Hoy da gusto verlo. Es un niño sano, fuerte, inteligente y, sobre todo, feliz. Este niño ha llenado nuestro hogar de dicha y felicidad. Muchos conocen su historia y disfrutan de verlo tan sano y feliz. Ese niño fue y será siempre un regalo de Dios, el más preciado de mi hogar. No sé exactamente como hace el Señor para responder, ni que criterios utiliza al hacerlo, pero de lo que si estoy segura es que a mí me respondió y me dio el mejor de todos los regalos que yo jamás habría podido soñar.
Gracias, Jesús, por ser quien eres y por estar dispuesto a darnos tu mejor respuesta!!!
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