viernes, 5 de septiembre de 2008

AHORA Y PARA SIEMPRE

Lectura: Ezequiel 33:23-33
. . . recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas. --Santiago 1:21.
Un terror frío se apoderó del corazón de un soldado al escuchar el sonido de morteros silbar sobre su cabeza, los rifles disparar y ver que el enemigo se acercaba. De repente sintió un dolor desgarrador cuando una bala le rasgó el pecho y un brazo. Sin embargo, no había llegado el final para este soldado. Según un artículo del periódico The New York Times, la velocidad de la bala disminuyó por causa de un Nuevo Testamento que llevaba en el bolsillo de su camisa. Años después, el joven seguía atesorando el libro manchado de sangre con el agujero mellado en el medio. Él cree que eso le salvó la vida.
Esta es una historia bonita, pero no dice nada de la ayuda espiritual que salva la vida para la cual se elaboró la Biblia. En Ezequiel 33 leemos que los antiguos israelitas usaban las palabras de los profetas para sentirse bien, pero no para cambiar sus vidas. Utilizaban mal las promesas que Dios hizo a Abraham para apoyar su propia reclamación a la tierra (v.24). Les gustaba escuchar las palabras de los profetas (v.30). Sin embargo, el Señor dijo a Ezequiel: "Oyen tus palabras y no las hacen" (v.31). ¿El resultado? Cayeron bajo juicio divino.
Entonces, igual que ahora, la Palabra de Dios no ha de apreciarse como si fuera un amuleto de la buena suerte ni usarse para calmar la mente con un alivio temporal de la ansiedad. Fue dada para ser obedecida de manera que su ayuda no sea sólo para esta vida. . . sino para siempre.

EN REALIDAD NO CONOCEMOS LA BIBLIA HASTA QUE NO LA OBEDECEMOS.

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