viernes, 29 de agosto de 2008

UNA NOBLE PETICION

Lectura: Hechos 9:1-9
Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? . . . --Hechos 9:6 (RV-60).
Cuando era estudiante de seminario, a menudo me sentía impresionado con las historias de cristianos que causaban un gran impacto para Dios. Así que le pedía al Señor que me diera el mismo poder y discernimiento espiritual que ellos tenían. Superficialmente, eso parece una petición noble. Pero un día me di cuenta de que en realidad era una oración egoísta. Entonces, en vez de pedir a Dios que me hiciera como otra persona, comencé a pedirle que me mostrara lo que Él quería que yo hiciera.
Cuando Saulo de Tarso se convirtió en el camino a Damasco, hizo dos preguntas. La primera fue: "¿Quién eres, Señor?" Al darse cuenta de que estaba en la presencia del Dios vivo, sólo una pregunta importaba: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hechos 9:5-6). Saulo reconocía que la obediencia a la voluntad de Dios para él tenía que ser el foco central del resto de su vida.
Las peticiones sobre salud, sanidad, éxito e incluso poder espiritual no son malas. Pero se pueden convertir en oraciones egoístas si no fluyen de un corazón decidido a obedecer a Dios. Jesús dijo: "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre" (Juan 14:21). La obediencia expresa nuestro amor a Dios y nos capacita para experimentar su amor por nosotros.
¿Has hecho esa noble pregunta: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?"
LA MEJOR MANERA DE CONOCER LA VOLUNTAD DE DIOS ES ENTREGÁNDOLE LA NUESTRA.

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