sábado, 12 de julio de 2008

DE AMARGO A DULCE

Lectura: Éxodo 15:22-27
. . . el Señor le mostró un árbol; y él lo echó en las aguas, y las aguas se volvieron dulces. . . . --Éxodo 15:25.
El gozo y la tristeza son a menudo compañeros cercanos. Así como los israelitas pasaron de la emoción de la victoria en el mar Rojo a las aguas amargas de Mara sólo tres días después (Éxodo 15:22-23), nuestro regocijo puede convertirse rápidamente en angustia.
En Mara, el Señor dijo a Moisés que echara un árbol en el agua, lo cual las hizo «dulces» y potables (v.25). Hay otro «árbol» que cuando se «echa» en las circunstancias amargas de nuestra vida puede hacerlas dulces. Es el madero de la cruz de Cristo (1 Pedro 2:24). Nuestra perspectiva será transformada cuando contemplemos su muerte sacrificatoria y su sumisión a la voluntad de Dios (Lucas 22:42).
Nuestro dolor puede proceder de la mala voluntad de los demás. O peor aún, de su negligencia. No obstante, nuestro Señor lo ha permitido. Puede que no entendamos por qué, y sin embargo, es la voluntad de nuestro Padre y Amigo cuya sabiduría y amor son infinitos.
Cuando decimos Sí a Dios y a medida que su Espíritu nos revela su voluntad por medio de su Palabra, las circunstancias amargas de nuestra vida se pueden volver dulces. No debemos quejarnos de lo que el Señor permite. Más bien debemos hacer todo lo que Él nos pida que hagamos. Jesús dijo que hemos de tomar nuestra cruz diariamente y seguirlo (Lucas 9:23).
Cuando recordamos la cruz de Cristo y nos sometemos al Padre como Él lo hizo, las experiencias amargas se pueden volver dulces.
DIOS USA NUESTRAS DIFICULTADES PARA MEJORARNOS, NO PARA AMARGARNOS.

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