viernes, 13 de junio de 2008

EL GOZO DE ESPERAR

Lectura: 1 Samuel 1:19-28
Por este niño oraba, y el Señor me ha concedido la petición que le hice. --1 Samuel 1:27.
A una futura mamá, nueve meses le pueden parecer una eternidad. En el primer trimestre, los cambios hormonales a veces causan un malestar en las mañanas que dura bastante. Las emociones salen a la superficie y prolongan la melancolía de la tarde. Luego, los cambios en el apetito estiran las horas de la noche y la mujer se antoja de comer pizza, chocolate y pepinillo a altas horas de la noche.
Durante los próximos tres meses, a mamá le deja de servir la ropa y pasa largas horas haciéndose de un nuevo ajuar. El último trimestre convierte la actividad normal en una faena, pues comienza la vigilia final.
Entonces, de repente termina la interminable espera. Nueve meses se convierten en algo parecido al periódico de ayer. Se han ido. Se vuelven insignificantes, un recuerdo que se desvanece, superado por el gozo. Pregúntale a la nueva mamá si lamenta haber soportado el embarazo. ¡Nunca!
La espera de Ana empezó aun más lentamente. Durante años fue incapaz de tener un hijo. Se sentía tan insatisfecha, tan deshonrada (1 Samuel 1). Pero el Señor se acordó de ella y Ana concibió. Su gozo se completó.
Ana esperó pacientemente y vio al Señor convertir su tristeza en un gozo abundante. Su cántico (2:1-10) es un recordatorio de que el desencanto y la angustia más amarga pueden llevar a la realización y el deleite. Para los que esperan en el Señor, las largas horas de aguante un día darán paso al regocijo.
VALE LA PENA ESPERAR EL DON DEL GOZO DE DIOS.

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