sábado, 3 de mayo de 2008

EL DOLOR MAS PROFUNDO DEL CALVARIO

Lectura: Mateo 26:36-46
. . . el Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros. --Isaías 53:6.
Después de lavar los pies a sus discípulos y celebrar la Pascua con ellos, Jesús los llevó a un huerto conocido y «comenzó a entristecerse y a angustiarse» (Mateo 26:37). Adentrándose un poco con Pedro, Santiago y Juan, dijo: «Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo» (v.38).
Luego, después de andar una corta distancia, Jesús «cayó sobre su rostro» delante de Dios diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras» (v.39). Esto lo hizo tres veces (v.44).
¿Cómo podemos explicar tal agitación emocional? Sólo entendiendo la «copa» que Jesús pidió a su Padre que quitara de Él. Jesús estaba a punto de cargar con «la iniquidad de todos nosotros» (Isaías 53:6). Esa «copa» estaba llena de los pecados del mundo entero.
La agonía de Getsemaní culminaría en la cruz con aquel clamor que le retorció el corazón: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mateo 27:46). El dolor físico de Jesús no era nada comparado con el dolor más profundo del Calvario, la horrible realidad de ser abandonado por Su padre. Dios hizo a Jesús «pecado por nosotros» (2 Corintios 5:2), y por eso el Padre tuvo que separarse de Él.
¡Alabado sea Dios! por su gran amor para con nosotros.
CRISTO AFRONTÓ LA SOMBRA DE LA MUERTE ETERNA PARA TRAERNOS EL RESPLANDOR DE LA VIDA ETERNA.

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