Lectura: Lucas 15:11-24
Y cuando aún estaba lejos, le vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. -Lucas 15:20
La historia más memorable de Jesús, la del Hijo Pródigo, termina con la escena de un banquete, mostrando como un héroe a un inútil que había manchado la reputación de la familia. Aquellos a quienes todos los demás habían juzgados como indeseables -como el hijo pródigo- son infinitamente deseables para Dios. Cuando uno de ellos se vuelve a Él, se arma una ruidosa fiesta (Lc. 15:22-24).
En el Antiguo Testamento, las leyes levíticas previenen el contagio. Entre las cosas que contaminaban a una persona se encontraban el contacto con ciertos animales, cuerpos de animales muertos, o los enfermos .Pero Jesús revirtió el proceso. En vez de que lo inmundo contaminara, Él hizo puro a lo inmundo.
En Jesús veo el cumplimiento, y no la abolición de las leyes del Antiguo Testamento. Dios había santificado a la creación separando lo sagrado de lo profano, lo limpio de lo inmundo. Jesús no anuló este principio de la santificación; más bien cambió su fuente.
Debido a la gran gracia de Dios podemos ser agentes de Su santidad, por cuanto Él ahora mora dentro de nosotros. Tal y como lo hizo Jesús, podemos buscar maneras para ser una fuente de santidad. Los enfermos y lisiados no son elementos impuros de la sociedad sino receptores potenciales de la misericordia de Dios. Estamos llamados a extender dicha misericordia, a transmitir la gracia, no a evitar el contagio. Al igual que Jesús, podemos ayudar a hacer puro a lo «inmundo».
NADIE ESTA MAS ALLA DEL ALCANCE DE A GRACIA DE DIOS.
Y cuando aún estaba lejos, le vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. -Lucas 15:20
La historia más memorable de Jesús, la del Hijo Pródigo, termina con la escena de un banquete, mostrando como un héroe a un inútil que había manchado la reputación de la familia. Aquellos a quienes todos los demás habían juzgados como indeseables -como el hijo pródigo- son infinitamente deseables para Dios. Cuando uno de ellos se vuelve a Él, se arma una ruidosa fiesta (Lc. 15:22-24).
En el Antiguo Testamento, las leyes levíticas previenen el contagio. Entre las cosas que contaminaban a una persona se encontraban el contacto con ciertos animales, cuerpos de animales muertos, o los enfermos .Pero Jesús revirtió el proceso. En vez de que lo inmundo contaminara, Él hizo puro a lo inmundo.
En Jesús veo el cumplimiento, y no la abolición de las leyes del Antiguo Testamento. Dios había santificado a la creación separando lo sagrado de lo profano, lo limpio de lo inmundo. Jesús no anuló este principio de la santificación; más bien cambió su fuente.
Debido a la gran gracia de Dios podemos ser agentes de Su santidad, por cuanto Él ahora mora dentro de nosotros. Tal y como lo hizo Jesús, podemos buscar maneras para ser una fuente de santidad. Los enfermos y lisiados no son elementos impuros de la sociedad sino receptores potenciales de la misericordia de Dios. Estamos llamados a extender dicha misericordia, a transmitir la gracia, no a evitar el contagio. Al igual que Jesús, podemos ayudar a hacer puro a lo «inmundo».
NADIE ESTA MAS ALLA DEL ALCANCE DE A GRACIA DE DIOS.
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