miércoles, 26 de febrero de 2014

Este es el deseo de Dios para cada uno de sus hijos.
Lo primero que hay que entender es este deseo del espíritu Santo dicho a través del Apóstol Juan al anciano Gayo es también para nosotros.

Dios desea que usted sea prosperado en todas las cosas y todas las cosas son todas las cosas y eso incluye las finanzas. 

«¡O ROBO UN BANCO, O ME SUICIDO!»

Serio, callado, con gruesos anteojos oscuros, el hombre se acercó a la ventanilla. Las operaciones del banco transcurrían normalmente. Cuando al hombre le tocó su turno, le pasó una nota al cajero: «Esto es un asalto —decía la nota—. Entrégueme todos los billetes de 10, 20, 50 y 100 que tenga.»
El cajero le pasó 980 dólares, que era todo lo que tenía en la caja. El hombre dio media vuelta y luego se detuvo, como confundido. Era ciego, y sin su bastón en la mano no sabía dar un paso. Cuando lo arrestaron y lo llevaron a la policía, declaró: «Estoy al borde de un colapso. ¡O robo un banco, o me suicido!»
Este fue un caso como para telenovela, ocurrido en San Francisco, California. Roberto Dunbar había quedado ciego hacía cuatro años. Vivía de lo que recibía del Seguro Social, pero alguien le había robado su pensión de ese mes, de modo que llevaba días sin comer. Y no tenía parientes ni amigos. Por eso, en medio de un panorama sumamente oscuro, tomó la decisión de asaltar un banco.
La ceguera es una triste circunstancia. Pero más triste aún es el hecho de que un ciego tenga que cometer un delito porque le han robado la pequeña pensión que le da el gobierno. Es como una denuncia contra toda la humanidad, denuncia de un crimen social que nunca debió haber ocurrido.
Lo cierto es que Roberto Dunbar vivía en tinieblas más oscuras todavía. Además de la oscuridad que tenía en los ojos, tenía también el alma sumida en tinieblas. Los ojos de este hombre, y los de muchos como él, quizá nunca perciban de nuevo la luz del día. Pero la luz espiritual puede encenderse en toda alma. Jesucristo dijo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12).
Hay muchas personas que no tienen la luz de los ojos, pero han hallado una luz mil veces más resplandeciente que la luz del sol. Son los que han encontrado la paz y el gozo que da Jesucristo. Sin percibir el color de las flores, ven el color de la esperanza. Sin ver la luz del sol, ven con el alma la luz de la gracia salvadora de Cristo. Sin poder contemplar el rostro de los amados, ven con los ojos del espíritu el rostro amable y compasivo de Jesucristo, porque Él es realmente la luz del mundo.
Esa oscuridad en la que muchos se encuentran, esa noche interminable, se cambiará en día el instante en que Cristo entre a su corazón. Basta con que le den entrada. Él quiere ser su paz, su gozo y su luz.
Hermano Pablo

ASOCIACIÓN ILÍCITA

Koh Bak Kin, de treinta años de edad, era un rico comerciante de Singapur. Se dedicaba a la comercialización de madera fina para muebles, un negocio honrado a todas luces. Gozaba de prestigio social y de solvencia económica.
Bin Fazalda, de treinta y cuatro años, era profesor de escuela secundaria en Singapur. Gozaba de buen nombre en su colegio, donde se le reconocían sus dotes profesionales. Ganaba buen salario. Estaba casado y era padre de cinco hijos. Su vida transcurría tranquilamente en medio de satisfacciones.
Un día, estos dos hombres se unieron para realizar un negocio. Se trataba de transportar veinte kilogramos de heroína a Roma. Adaptaron a sus maletas un doble fondo, solicitaron visa de turismo, sacaron pasaje de avión y partieron para la capital de Italia.
Sin embargo, en el aeropuerto internacional Leonardo da Vinci de Roma los esperaba la INTERPOL. Una denuncia anónima los había delatado. Koh Bak Kin y Bin Fazalda fueron descubiertos, detenidos, requisados y encarcelados. «Asociación ilícita» fue el cargo del que los acusaron.
¿Qué es una asociación ilícita? Es la sociedad que realizan dos o más personas para hacer algo que está penado por las leyes. Estos dos hombres se asociaron para realizar un contrabando de heroína. Los dos pusieron capital. Los dos planearon el negocio. Los dos se comprometieron a ser fieles al contrato y los dos se estrecharon la mano como prueba de su asentimiento. Pero el negocio era delictivo, y la asociación, ilícita.
Así pasa también en el ámbito moral de nuestra vida. La jovencita que a espaldas de sus padres planea una fiesta con sus amigos, y en esa fiesta se bebe licor, se usa droga y se practica la inmoralidad sexual, está realizando una asociación ilícita. El caballero que a espaldas de su esposa planea una salida al teatro, o un paseo en auto en la noche con su secretaria, y esto con fines inconfesables, está realizando una asociación ilícita.
El mal no consiste sólo en que un hecho sea o no ilegal sino en sus consecuencias destructivas. ¡Cómo necesitamos poner todos nuestros negocios, toda nuestra vida, bajo el control de las leyes morales de Dios! Sólo así salvamos nuestra vida. Sólo así nos aseguramos el parabién divino. Sólo así podemos vivir en paz.
Hermano Pablo

viernes, 21 de febrero de 2014

jueves, 20 de febrero de 2014



EL COLMO DE LA INCONSCIENCIA

Gary Galloway, de Georgia, Estados Unidos, se dispuso a ver el partido que define el campeonato profesional de fútbol americano. Todos los años a fines del mes de enero o a comienzos de febrero ese juego, conocido como el Super Bowl, acapara la atención de millones de espectadores y televidentes. Gary se acomodó frente al televisor, con una buena provisión de cerveza, salchichas, maíz frito y galletas. Así se pasó el día entero, viendo primero las entrevistas y los comentarios en torno al partido, y luego el partido mismo.
Al día siguiente Gary llamó a la suegra para darle una noticia trágica: «Siento decirle que Mary se suicidó ayer, en el momento preciso en que empezaba el Super Bowl.» Habían tenido una discusión, y la esposa se había suicidado delante de él, pero Gary esperó veintiséis horas para dar la noticia: un supercaso de superinconsciencia.
No es extraordinario que un matrimonio joven tenga diferentes gustos y opiniones. Si a él le gusta el golf, puede que a ella le guste la natación. Si a él, el cine, a ella puede gustarle el teatro. Si a él, la comida italiana, a ella, la comida china. Si cada uno de los dos aprende a ceder a los gustos del otro, y a congeniar y adaptarse a sus diferencias, tendrán un matrimonio feliz durante mucho tiempo. Pero si uno de los cónyuges ama tanto sus partidos de fútbol que ve suicidarse al otro y, con el cadáver tirado ahí, mira televisión durante todo el día, eso ya es el colmo de la indiferencia y la inconsciencia.
No debe parecernos extraño que un hombre salga tres días de pesca con sus amigos, o que su esposa vaya tres días a una convención de mujeres. Eso es permitir que cada uno desarrolle su propia afición, lo cual no es grave mientras ninguno de los dos llegue a los extremos. Pero ver suicidarse a la esposa y quedarse indiferente, tomando cerveza, comiendo salchichas y mirando un juego de fútbol, sobrepasa los límites de lo tolerable.
¿Cómo pueden llegar algunos individuos a ese nivel de insensibilidad e inconsciencia? Indudablemente a causa de la vida moderna, frívola, descreída, irreverente, sensual y materialista que llevan. Le prestan mucha más atención a una afición cualquiera, sea deportiva o social, que a los más sagrados intereses del matrimonio y la familia.
Sólo Cristo puede devolvernos el sentido sagrado de la vida y poner en orden todos los sentimientos y pensamientos de nuestro ser. Él puede y quiere ayudarnos a volver a estimar los verdaderos valores de la vida.
Hermano Pablo

TODA UNA VIDA POR DELANTE

Se llamaba Pastor Pérez Gutiérrez. Tenía quince años de edad y vivía en Managua, Nicaragua. Un día recibió un fuerte regaño de su madre. El muchacho se sintió sumamente deprimido. Negros pensamientos invadieron su mente, y lo envolvió una mezcla de resentimiento y despecho junto con la sensación de no valer nada.
Con la voluntad vencida, la mente ofuscada y la razón perdida, el muchacho, que apenas estaba entrando a la vida, vio en su imaginación que se levantaba ante él una tétrica figura. Era la rama de un árbol, con una cuerda amarrada. Pastor Pérez Gutiérrez se dijo a sí mismo que la única solución para su vida era el suicidio, y tomando la fatal determinación, se encaminó al árbol en el patio de su casa. Allí amarró una soga a una de las ramas, y se colgó de ella. Quince años, nada más, y ya la carga de la vida le era demasiado pesada.
El suicidio de un joven nos conmueve hasta lo más profundo. Todo suicidio, toda derrota de un semejante, nos entristece, pero cuando oímos de algún joven que se suicida, sufrimos más. El que tiene toda una vida por delante, con tan brillantes oportunidades como ofrece la vida, y trunca todo en un instante, está despreciando lo más grande que posee: su futuro.
Además, Cristo ofrece vida en abundancia a todo el que sepa echar sus cargas sobre Él. La vida trae de todo —momentos malos y tristes, y días de dicha y alegría—, pero cada ser humano es una vida que Dios ha creado y que ninguno debe cortar antes que Dios lo llame.
El suicidio de un joven es un grave síntoma social. Algo anda muy mal cuando una criatura de quince años arma su brazo contra sí mismo. Eso dice muchísimo acerca de la falta de fe, del descreimiento, de la insensibilidad espiritual y de la furia contenida que existe en el ambiente en que vive ese joven.
Dios nos tiene en este mundo porque Él aquí nos necesita. Es cierto que en esta vida hay momentos de agonía, pero los hay también de profunda paz. Y la vida de cada uno de nosotros tiene, querámoslo o no, una influencia poderosa en otros que nos acompañan en este camino. Ellos dependen de nuestra estabilidad. No les neguemos nuestro brazo de ayuda.
Cristo quiere que pongamos nuestra confianza y nuestra vida entera en sus manos. Si aún no lo hemos hecho, rindámonos hoy mismo a Dios nuestro Creador.
Hermano Pablo

martes, 18 de febrero de 2014

lunes, 10 de febrero de 2014


EL DON DEL HIJO AL PADRE

El diagnóstico: leucemia. El pronóstico, no menos funesto: tal vez un año más de vida. Acababa de recibir esa terrible noticia Simón Bird, muchacho de catorce años, cuando salió del hospital acompañado por su padre. ¡Sólo un año más para vivir! En la flor de la adolescencia, vendría la muerte inexorable a segar su vida.
El valiente muchacho de Yeovil, Inglaterra encaró con firmeza su destino y aprovechó la oferta que le hizo una institución benéfica llamada «Los sueños se hacen realidad». Esa entidad ofrecía regalos a los adolescentes moribundos. Pero Simón no pidió nada para él mismo sino para su padre. Pidió que a su progenitor le regalaran un pequeño tractor de jardín para que éste pudiera ganarse la vida. Ese fue el supremo don del hijo al padre.
Esta tierna historia levanta el espíritu de quienes todos los días tienen que hacer la crónica de todo lo malo que ocurre en el mundo. El chico moribundo pudo haber pedido cualquier cosa para él mismo —un auto, una moto, un viaje, un equipo de sonido, un televisor—, pero cuando más razón tenía para pensar en sí mismo, pensó más bien en su padre.
Hay acciones generosas que debemos destacar. No todo en este mundo es drogadicción, narcotráfico, asalto, robo, asesinato, guerrilla y terrorismo. También hay gestos nobles, acciones generosas y sentido humanitario.
Simón pasó a la presencia de Dios. Cuando sus padres y hermanos contemplaron el espléndido tractor que les había conseguido como recurso económico para la familia, comentaron: «En la última hora de su vida, Simón pensó en nuestro bienestar. No vivió en vano ni murió en vano. En su corta existencia tuvo tiempo de dejarnos lo que nos ayudaría a vivir.»
La Biblia dice: «No son los hijos los que deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos» (2 Corintios 12:14). Esa es la norma sana de vida. Los padres deben dejarles a sus hijos la mejor herencia. Pero en este caso se produjo la bendición a la inversa: el hijo le dejó una herencia al padre.
Dios, que inspiró al escritor del texto Bíblico anterior, hizo lo que ese texto manda. Nos dejó a nosotros los seres humanos la mejor, la más grande, pura y perfecta de las herencias: nada menos que a su propio Hijo Jesucristo. Y junto con Cristo nos dejó todo: el perdón, la regeneración, la paz y, para el final, la vida eterna. Hay, pues, un regalo, un don gratuito y grandioso, que Dios nos ofrece. Y nosotros no tenemos que hacer más que aceptarlo.
Hermano Pablo

ASUSTARSE DE LA PROPIA SOMBRA

Bruno Napone, siciliano de sesenta y cinco años de edad, levantó el revólver, contuvo el aliento, cerró un ojo y tomó la puntería. Luego descargó las seis balas del tambor. Agujereó una ventana, perforó el televisor, destrozó platos y tazas, y dejó balas en tres de las paredes. Mientras tanto, gritaba despavorido: «¡No dejen que me agarre, no dejen que me agarre!»
A Bruno no lo perseguía la policía; él no tenía enemigos ni lo habían asaltado los ladrones. Bruno huía de su propia sombra, una fobia que lo había dominado desde la infancia.
En su casa no encendía luces. Salía de ella sólo en los días nublados o de lluvia. Si veía su sombra en el suelo o en las paredes, le sobrevenían un temblor incontrolable y unos sudores fríos. «Es trauma infantil», concluyó el médico. Pero para Bruno Napone, si bien era una obsesión muy extraña, era también muy verdadera.
Hay muchas personas que, como este anciano de Sicilia, viven huyendo de su propia sombra. Son las que guardan en su conciencia algún delito no confesado. Hay mujeres que han cometido adulterio, y temen que ese adulterio se descubra y que la vergüenza y sus terribles consecuencias caigan sobre ellas y su familia. Hay hombres ejecutivos, tanto de empresas privadas como funcionarios del gobierno, que han cometido una estafa, y aunque disfrutan del dinero obtenido, viven pendientes de la posibilidad de que se les descubra. Tiemblan ante el sonido de una hoja, o de la sirena de un radio patrulla, o huyen de su propia sombra. Cada mañana leen la crónica policiaca con angustia.
Es justo, bueno y sano que nos remuerda la conciencia a tal grado que no podamos eludir nuestra culpa. Triste es cuando la persona pierde toda sensibilidad. Quien no siente en el corazón el ardor de un delito escondido, de una infidelidad oculta, no tiene ninguna esperanza de ayuda. El cargo de conciencia es un indicio de que todavía hay esperanza de libertad. Para el enfermo que no siente su mal, no hay remedio alguno.
Pero ¿a quién acude la persona que se siente morir bajo el peso de una culpa? El primer paso es buscar a Dios. Jesucristo es la propiciación entre nuestro pecado y el Juez del universo. Una vez que nuestra culpa haya sido borrada delante de Dios, es entonces fácil encarar la justicia humana. No sigamos huyendo de nuestra propia sombra. Entreguemos a Cristo nuestras culpas. Él nos limpiará de todo pecado.
Hermano Pablo

DEJANDO HUELLAS EN EL MINISTERIO


Tenemos una enorme responsabilidad de impactar vidas a través de nuestra propia vida e involucrándome en el ministerio a través de la Iglesia Local.
Dios nos formó de una manera especial a cada una de nosotras, somos una obra de arte hecha a mano y a medida por Dios…una pieza original. Deliberadamente nos hizo y formó para que le sirviéramos de cierta manera que hace que tu influencia dejando huellas en el ministerio sea único.
  • Dios nos formó antes que naciéramos ( salmos 139:13-14) y preparó buenas obras para que anduviéramos en ellas ( Efesios 2:10)
  • Dios puede usar todo en tu vida.
  • Dios te capacita para dejar huellas: te da habilidades, intereses, talentos, personalidad, recursos, experiencias.
Dios quiere que dejemos huellas… pero nos equipa con lo necesario para cumplirlo.
Dejando huellas a través del:
vEvangelismo:Juan 1:35-51. Andrés es un ejemplo de un evangelista que acercaba a la gente a Jesús. Marcos 16:15
vDiscipulado:“Persona      que aprende de un discípulo y lo sigue” Hechos 4:36, 9:27,11:25, 15:36-41, 2°Tm. 4:11. Bernabé…un discipulador que se puso al lado de Pablo, Juan Marcos hasta que despegaron…no se cansó, sino que persistió en ser “hombre de consolación”. Pablo con Timoteo. Mateo 28:19 .
vServicio: Juan 12:2, Lc.10:41 . El ejemplo de Marta y su servicio. Gracias a lo que ella hacía…los demás podían realizar su ministerio. Matices del servicio: decoración, utilización de talentos varios. (Leer ejemplo de pag. 124 Desafío a servir)
vEnseñanza: En clases de escuela dominical, mujeres, grupos pequeños. Tito 2:4

Para meditar…
  • ¿Estoy dejando huellas en el ministerio?
  • ¿En qué áreas de servicio en la Iglesia estoy involucrada?
  • ¿Escucho y obedezco al Señor cuando me insta a hablarle a alguien de Cristo?
  • ¿Estoy “junto a alguien” discipulando y guiando en la fe?
  • ¿Uso mis dones y talentos para la edificación del Cuerpo de Cristo?