miércoles, 29 de febrero de 2012

SIEMPRE PUEDES ORAR

Lectura: Hechos 12:1-16.
"Desde la angustia invoqué a JAH, y me respondió JAH" Salmo 118:5
La joven mamá llamó a la misionera: "¡Venga pronto! Mi bebé se va a morir". Gale Fields estaba en Irian Jaya ayudando a su esposo a traducir la Biblia al oriya, el idioma de una de las tribus. Además, cuando podían, también brindaban ayuda médica. Gale miró a la niña afectada por la malaria y se dio cuenta de que no tenía medicina adecuada para ayudarla.
"Lo siento -le dijo a la madre-, no tengo ningún medicamento para bebés tan pequeños". Gale hizo una pausa y luego agregó: "Pero puedo orar por ella".
"Si, cualquier cosa que ayude a mi bebé", contestó la madre.
Gale oró por la niñita y después se fue a su casa sintiéndose inútil. Al rato, volvió a escuchar que la madre la llamaba: "Gale, ven rápido a ver a mi bebé".
Esperando lo peor, Gale fue adonde estaban. Sin embargo, esa vez notó una mejoría. La peligrosa fiebre había desaparecido. Posteriormente, Gale dijo: "No es de extrañar que los oriyas creyentes en Cristo hayan aprendido a orar. Ellos saben que Dios contesta".
Los primeros cristianos oraron para que Pedro saliera de la cárcel, y después se quedaron "atónitos" cuando Dios les contestó (Hechos 12:16). Nosotros también reaccionamos de esa manera, pero no deberíamos sorprendernos cuando el Señor contesta nuestras oraciones. Recuerda, Su poder es grande y Sus recursos interminables".
La posición más poderosa en la tierra es estar de rodillas delante del Señor del universo.

sábado, 25 de febrero de 2012

viernes, 24 de febrero de 2012

DORMIDO EN LA TORRE DE CONTROL

Uno tras otro, los grandes aviones fueron aterrizando en el aeropuerto. Hacía buen tiempo, y las señales de radio y las luces de aterrizaje funcionaban como debían. Las instrucciones emitidas desde la torre de control del aeropuerto de Ankara, Turquía, eran claras. Fue así como aterrizaron dieciséis aviones esa noche entre las 0 horas y las 6 de la mañana.

Sin embargo, el controlador aéreo Guclu Cevik, que sufría de narcolepsia, había estado dormido la mayor parte del tiempo. Semidormido, había dado, mecánicamente, las instrucciones. Por suerte y de milagro, no ocurrió ningún accidente.

Es terrible cuando, por obligación del cargo o del oficio, el que tiene que estar bien despierto y alerta se duerme en su trabajo.

¿Qué le puede pasar a un autobús repleto de pasajeros, que anda por un camino montañoso, si el chofer se duerme? ¿Qué le puede pasar a un barco ballenero que se arriesga en un mar turbulento, plagado de témpanos de hielo, si el timonel se duerme?

Los centinelas que vigilan el cuartel no deben dormirse. Los agentes de policía que cuidan el vecindario no deben dormirse. Las enfermeras que, en la unidad de cuidados intensivos, controlan los aparatos que regulan los signos vitales no deben dormirse.

Por lo mismo, un padre que tiene hijos pequeños y adolescentes tampoco debe dormirse. Los traficantes de drogas saben cómo iniciar a un joven en la nefanda adicción de marihuana y cocaína. Los programas de televisión saben cómo incitar al incauto en la pornografía y el crimen. Detrás de cada amigo ocasional puede esconderse un secuestrador de mentes, de corazones y de vidas.

Descuidarse en la educación moral, especialmente de los hijos pequeños, es dormirse cuando más necesitan ellos un padre alerta. Permitir que los hijos se críen por su cuenta, sin dirección, sin escuela, sin iglesia y sin Dios, es entregarlos en manos de ladrones del alma, que listos están para chuparse la última gota de sangre moral y espiritual.

Si los que somos padres o madres queremos hijos inteligentes, sanos, limpios y con valores morales, debemos vigilar con celo constante sus actividades. Por todos lados hay peligrosas tentaciones que llaman a los jóvenes con una atracción casi irresistible, y únicamente con un fuerte respaldo hogareño podrán ellos vencer esas tentaciones.

Quien nos ayudará a velar por nuestros hijos es Jesucristo, el Señor viviente. Invitémoslo a vivir en nuestro corazón, de modo que forme parte de nuestra vida y de nuestro hogar.

Hermano Pablo

jueves, 23 de febrero de 2012

ADELANTE

Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. Lucas 9:62…


¡No te desanimes! Aunque todo te parezca perdido. Hay agua allá, en el fondo; continúa cavando. Muchos han muerto de sed a la orilla del río. Faltaban apenas unos pasos, pero miraron hacia atrás, y sus nombres se hicieron polvo en la carretera de la vida.

Alejandro el Grande agonizaba, un día, de sed en el desierto de Gedrosia, durante la conquista de Persia. Se vio tentado a abandonar la idea de conquistar el mundo de sus días. Estaba cansado, y sus soldados estaban muriendo uno a uno. Sentía que ya no tenía fuerzas para s

eguir adelante, y se sentó a la sombra de una roca, esperando el momento final.
Mientras esperaba la muerte, vio a una hormiga que intentaba vencer la dificultad de un montículo, cargando una paja. Cayó una, dos, tres veces, El desanimado jefe de los ejércitos griegos contó 38 veces, hasta que el diminuto animal logró vencer el obstáculo. Entonces, se preguntó a sí mismo, avergonzado: ¿No soy mejor que una hormiga?


En ese instante, en medio del calor infernal, apareció un soldado con un casco lleno de agua fresca, y la ofreció a su rey. Alejandro esperó a que los soldados se percataran del hecho y se acercasen, movidos por la curiosidad.


El poderoso conquistador tomó el casco, derramó el agua lentamente, ante los ojos atónitos de los soldados, y exclamó: “Demasiado para un solo hombre, y demasiado poco para todos”. Este hecho levantó el ánimo de la tropa, y fue de allí que partieron para la conquista de Persia. Lo que vino después es registro de la historia…
Por eso, ¡no te desanimes! La vida está hecha de luchas y de dificultades; si no fuese así, tal vez no sería desafiante el hecho de vivir. Al nacer, entraste en la lucha de esta vida; pusiste tu mano sobre el arado. Entonces, sigue adelante, venciendo el calor del mediodía, el frío inclemente de la noche oscura o la helada madrugada de tu propia inexperiencia.


¡Despierta! ¡Es hora de luchar y de vencer! El reino es de los valientes, y los valientes lo conquistan. Mucho más, si estás seguro de que la tuya no es una lucha solitaria: Jesús está a tu lado, dispuesto a inspirarte y sostener tus manos cuando estás cansado.
No salgas hoy de tu casa sin recordar las palabras de Jesús: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”.

TRATARLOS COMO REYES

Lectura: Mateo 25:31-46.
"… fui forastero, y me recogisteis" Mateo 25:35
Es sabido que el rey Abdalá II, gobernante de Jordania desde 1999, se disfraza para ir a lugares públicos. Su propósito es hablar con gente común, averiguar qué piensan y verificar cómo tratan los empleados civiles a su pueblo. Ha visitado hospitales y oficinas gubernamentales para enterarse de la clase de servicio que brindan.
Al rey se le ocurrió esta idea mientras estaba en Nueva York. No podía salir de su hotel sin que lo acosaran, así que, se disfrazó. Como dio resultado, entonces lo probó en su país. Informó que, en cuanto empezó con esta práctica, los funcionarios civiles y los empleados hospitalarios comenzaron a tratar a todo el mundo como reyes.
Cuando Cristo venga como Rey, juzgará a las naciones (Mateo 25:31-46). El Señor dijo que ese juicio se basará en el modo en que la gente lo trató a Él cuando tenía hambre, sed, era un extraño, estaba desnudo, enfermo o en la cárcel. Los que sean juzgados preguntarán cuándo lo vieron en esas condiciones, y Jesús responderá: "… en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" (v. 40).
Puesto que todas las personas son creadas a imagen de Dios, y como Jesús nos enseñó mediante Sus palabras y Su ejemplo que Él le importa mucho cómo tratamos a los demás, debemos tratar a todo el mundo con amabilidad y compasión. Tratemos a los demás como a reyes.
Nuestro amor a Cristo es tan real como nuestro amor al prójimo.

miércoles, 22 de febrero de 2012

«NO DEBO DESOBEDECER A MI MAESTRA»

Con mala ortografía y torpe letra el chico comenzó a escribir. Evidentemente el muchacho era rebelde e indisciplinado. Como castigo, la maestra le había asignado una tarea especial. Debía escribir, 300 veces, la frase: «No debo desobedecer a mi maestra.»

Se trataba de Jorge Licea, de origen mexicano. Estaba asistiendo a una escuela pública en la ciudad de Los Ángeles, California. Jorge escribió, y escribió, hasta el fin de la clase. Al día siguiente Jorge llegó temprano a la escuela, pero no se juntó con sus amigos. Estaba como confundido y melancólico.

Quieto y sombrío, se detuvo en la puerta de su aula y comenzó a llorar. Luego, ante el espanto de sus compañeros, sacó de su bolsillo un revólver, se lo puso a la sien y apretó el gatillo. Jorge Licea tenía diez años de edad.

Este caso conmovió a la gran ciudad. Terminada la investigación, se halló que la causa de la tragedia no era la tarea que la maestra le había dado. El castigo sólo hizo estallar una causa que era mucho más profunda que una simple tarea.

La causa, que procedía de la vida del muchacho, tenía que ver con su hogar. Allí estaba evidenciada la fórmula de siempre: pobreza, violencia, drogas, alcohol y maltrato. El niño vivía en un infierno. Con apenas diez años de edad, ya había aguantado todo lo que un ser humano es capaz de aguantar. Y como no vio salida alguna, optó por quitarse la vida.

Así es la vida de muchos niños y niñas en este mundo perdido y desviado en que vivimos. Quizá usted, mi querido joven, se encuentra en una situación parecida. Quizá la vida suya también sea un infierno. ¿Será eso todo lo que este mundo ofrece? La respuesta, positiva y categórica, es: «¡No!»

En cierta ocasión Jesucristo dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos» (Lucas 18:16). Cristo, el autor de la vida, tiene una compasión muy especial por todos los que sufren injustamente.

Permítanme una palabra a ustedes, padres. ¿Será el ambiente de su hogar uno que podría dar lugar a la confusión y al deterioro moral de sus hijos? Su hogar es el único albergue que ellos tienen, y la vida presente y futura de ellos será una copia exacta de lo que es el hogar suyo.

Invitemos a Cristo, queridos padres, a ser el Señor de nuestro hogar. Cuando él reina en el hogar, hay serenidad y madurez y juicio y paz. Sólo Cristo produce cordura y armonía. Él quiere salvar nuestro hogar. Permitámosle entrar.

Hermano Pablo

martes, 21 de febrero de 2012

EL AMOR ESCUCHA

Lectura: Salmo 119:145-152.
"Oye mi voz conforme a tu misericordia…" Salmo 119:149
Cuando amamos a los demás, los escuchamos. Claro que se necesita tiempo y esfuerzo para centrar la atención en ellos y par oír lo que están diciendo. Pero cuando lo hacemos, demostramos un genuino interés y respeto.
El escritor Wayne Alderson habla de un joven pastor que pasó mucho tiempo escuchando los problemas de los miembros de su iglesia. Un día, llegó a la casa y le dijo a su esposa: "¿Cómo te fue hoy?". Durante media hora, ella le habló de un problema con el auto, del dolor de oídos de su hijo y de lo difícil que le estaba resultando arreglar uno de los electrodomésticos. El pastor de inmediato empezó a resolver los problemas dándole una lista de cosas que ella debía hacer.
Entonces, ella lo miró y suspiró. "Ya hice todo eso -dijo-. No necesito que me resuelvas los problemas, sino que te intereses en lo que he pasado".
Cuando David suplicó: "Oye mi voz conforme a tu misericordia…" (Salmo 119:149), estaba expresando la verdad de que el Dios que nos ama, también nos escucha. Escuchar forma parte de amar.
Escuchar a una esposa, a un esposo, a un compañero de trabajo o a un amigo creyente puede ser justo lo que esa persona necesita cobrar ánimo o para ver un problema con más claridad. Escucha. Dios mismo demuestra que el amor escucha.
Escuchar puede ser lo más hermoso que hagas hoy.

lunes, 20 de febrero de 2012

«SÓLO ERA CUESTIÓN DE TIEMPO»

Voy a matar a mi padre —advirtió el joven de diecisiete años de edad.

Su amigo, también de diecisiete, le respondió, riéndose:

—No digas tonterías.

Y compartieron ambos un cigarrillo de marihuana.

—Voy a matar a mi padre —volvió a decirle el mismo joven al mismo amigo diez días después.

Así fue por varias semanas: siempre esa terrible declaración. Hasta que un martes 22 de febrero, Cristóbal Galván cumplió su intención. Mató de varios balazos a su padre Esteban Galván. Acto seguido, se mató él mismo. Fue así como se desarrolló este drama familiar, relatado escuetamente.

En más detalle, el muchacho, estudiante secundario, alto, rubio, bien parecido, vivía atormentado por problemas de personalidad. Además, era víctima del uso insensato de drogas como la marihuana, el crack y la heroína. Su madre había muerto de pena varios años atrás por el divorcio que había sufrido a manos de su padre, que era autoritario y exigente.

Ahí estaban el escenario y los elementos del drama, trágicamente dispuestos. Los personajes jugarían cada uno su papel impecablemente. ¿Qué era lo que hacía falta? El momento inevitable. El testimonio a la policía del amigo de Cristóbal, Jaime Carieri, lo explicaba todo: «Sólo era cuestión de tiempo.»

Aquí cabe hacernos la pregunta, franca y directa: ¿Será posible que se esté incubando en nuestro hogar un drama parecido? ¿Se estarán juntando los elementos letales que pueden desencadenar una tragedia? ¿Hay drogas en nuestra casa? ¿Hay licor? ¿Hay armas? ¿Hay irritación? ¿Hay encono? ¿Hay violencia?

Esos elementos, como hojas secas, se encienden con una sola chispa. La violencia suele estallar súbitamente sin que haya, al parecer, ninguna razón ni motivo. Y casi no hay hogar que esté inmune a ella.

¿Qué podemos hacer? ¿Cómo prevenimos una tragedia en nuestro hogar, en nuestra familia, en nuestra vida?

Lo cierto es que si no tenemos una relación íntima con el Señor Jesucristo, difícilmente tendremos la motivación para controlar esos momentos de crisis. Todos somos lo que es nuestro corazón. La Biblia dice: «De la abundancia del corazón habla la boca» (Mateo 12:34). Todo lo que somos y todo lo que hacemos viene de las intenciones, buenas o malas, de nuestro corazón.

Cristo quiere darnos un nuevo corazón. Él quiere perdonarnos y bendecirnos. Démosle, hoy mismo, nuestra vida. A cada uno nos hará una nueva persona.

Hermano Pablo

ESPERA EN JEHOVÁ


“Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; Esfuérzate y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová.”
Salmos 27:13-14


¡Qué hermosos versículos de ánimo y aliento para seguir adelante!

1.- La importancia de “creer”:Tener esa confianza firme de la Bondad de nuestro Dios.
Gustad y ved que es bueno Jehová; Dichoso el hombre que confía en Él”
. (Sl.34:8). La dicha en un corazón que reposa en la bondad de nuestro Dios, que entiende que estamos en sus manos bondadosas y que en las pruebas podemos descansar en Sus propósitos para nuestras vidas. ( Ro. 8:35-39).

2.-La importancia de “aguardar” :Esperar…¡Qué difícil! Pero a la vez, que paz hay cuando dejamos de luchar por obtener respuestas y espe ramos confiadamente en un Dios amoroso. “¿ Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarte, Salvación mía y Dios mío” Salmos.42:11

3.- La importancia de “esforzarse” : Para seguir sirviendo, para seguir adelante. El esfuerzo requiere una actitud de compromiso, de entender que debo poner manos a la obra. “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón”
Salmos. 31:24

4.- La importancia de “alentarse” : ¿Dónde buscar el aliento? ¡En la Palabra de Dios! Abatida hasta el polvo está mi alma; vivifícame según tu palabra” Salmos 119:25. ¡Qué Su Palabra sea el aliento diario para nuestras vidas!

“Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” Salmos.119:165

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
AlejandraL

domingo, 19 de febrero de 2012

COMO ASOMBRAR A LA GENTE

Lectura: Juan 13:31-38.
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" Juan 13:35
David Doubilet es un fotógrafo y periodista cuyas fotos del silencioso mundo submarino pueden convertir una horrible criatura marina de ojos saltones en una adorable y destellan obra de arte. Aunque ha recibido muchos reconocimientos por su trabajo, también lo han criticado los ambientalistas por no hacer más periodismo realista y definido. Quieren que tome fotos de peces muertos, playas sucias y océanos contaminados.
Pero Doubilet cree que hay una mejor manera de lograr que la gente cuide el medio ambiente. En vez de mostrar la destrucción que los seres humanos están causando, muestra la belleza que Dios ha creado.
Algunos creyentes en Cristo parecen creer que la manera de mejorar nuestro medio ambiente espiritual es señalando todo el mal que hay en el mundo. Pero Jesús nos mostró un camino mejor. Aunque nunca subestimó el pecado (Mateo 15:18-20), antes de ir a la cruz, dijo a Sus seguidores: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:35). Somos testigos más eficaces cuando nos convertimos en retratos de la belleza que Dios está creando en nosotros que cuando nos limitamos a pintar un cuadro desolado de la degradación humana.
"En definitiva -dice Doubilet-, lo mejor que uno puede hacer es asombrar a la gente". ¿Y qué puede ser más asombroso para el mundo que creyentes que verdaderamente se aman unos a otros?.
El amor es un imán que atrae a los creyentes entre sí y a los incrédulos a Cristo.

viernes, 17 de febrero de 2012

LA HISTORIA DE ESTER

EL VALOR DE LAS COSAS PEQUEÑAS

Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe. Mateo 18:5.
¡Jamás menosprecies el valor de un niño! Puede parecer frágil, insignifi­cante, desvalido, pero encierra, dentro de sí, un potencial que el tiempo se encargará de revelar. Cuando el Señor Jesús nació en un humilde pesebre, ¿quién se atrevería a pensar que ese humilde niño dividiría la historia del mundo? ¿Cómo aquel pequeño ser haría temblar la fuerza de las tinieblas?

Pero, así son las cosas en el Reino de Dios: parecen pequeñas, pero encierran el potencial que Dios coloca en todo lo que hace.
Pero, el texto de hoy dice más. Aquí, Jesús afirma que, si recibes a un niño en su nombre, en realidad lo recibes a él mismo. ¿Qué significa esto? Que es necesario dar oportunidades a los más débiles; que no hay que apresurarse a descartar a quienes cometen errores; que no hay que sentenciar a las perso­nas, sin darles la oportunidad de empezar de nuevo.

Cuando yo era niño, constantemente cometía errores; algunos por inca­pacidad, otros de propósito. Pero, tuve padres y maestros que creyeron en mí y me dieron una nueva oportunidad; me enseñaron, invirtieron tiempo en mostrarme el camino, y me extendieron la mano cuando lo necesitaba.

En cierta ocasión, me encontré con uno de esos maestros, en California. El tiempo lo había golpeado, inclemente: había envejecido, ya no me parecía tan grande ni tan alto, como cuando yo era un simple adolescente. Pero, to­davía me impresionaba la nobleza de su espíritu, y en mi memoria renacía, vívidamente, el recuerdo del día en que tomó de mis manos el trabajo de redacción, mal realizado, que yo había preparado, me miró a los ojos y, con voz cariñosa, me dijo: “Voy a hacer de cuenta que tú nunca escribiste esto. Pero, quisiera que tú creas que eres capaz de escribir algo mejor”.

Aquel día, él no tenía la más mínima idea de que yo, un día, llegaría a escribir bastante… ¿O la tendría? No lo sé. Pero, recuerdo que la confianza que depositó en mí me hizo creer que yo podía, si me colocaba en las manos de Dios.

¿Podrías hoy dar la oportunidad a alguien más frágil que tú y que ne­cesita de tu ayuda? ¿Serías capaz de recibir al que falló, como se recibe a un niño? Sal para enfrentar tus deberes diarios, hoy, recordando las palabras del Maestro: “Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe”.

jueves, 16 de febrero de 2012

UN SALTO PARA DIOS

Lectura: Filipenses 2:1-11.
"[Cristo] se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" Filipenses 2:8
El 20 de julio de 1969, los astronautas de la Apolo 11 pisaron la luna. Fue un logro humano sin precedentes. Millones recuerdan las palabras de Neil Amstrong: "Es un paso pequeño para el hombre, pero un salto gigante para la humanidad". El presidente norteamericano Nixon declaró: "Toda la humanidad está unida en su orgullo".
Dos mil años antes, el Creador de la luna dio un paso gigante, pero de una clase totalmente diferente: descendió del cielo a la tierra (Filipenses 2:5-8). Dios el Hijo, la Palabra eterna (Juan 1:1,14), bajó de Su morada sempiterna para hacerse completamente humano, pero sin dejar de ser completamente Dios. Fue un "salto" asombroso que nos mostró Su amor. Se hizo uno de nosotros para poder morir en la cruz y pagar la pena por nuestros pecados. Cuando confiamos en Él como Salvador, somos perdonados. También recibimos Su Espíritu, el cual nos capacita para vencer nuestra ambición y orgullo egoístas y para amar a los demás (Filipenses 2:3-4).
Un salto en el espacio puede unir a la humanidad en el orgullo de lograr algo grande, pero palidece cuando se compara con lo que Dios logró cuando Jesús vino del cielo a la tierra. El Señor ahora une a todos los que confían en Él y produce en ellos una humildad cada vez mayor y un amor que reemplaza el egoísmo y el orgullo. Ir a la luna no es nada en comparación con esto.
Cristo nació aquí abajo para que nosotros pudiéramos nacer de lo alto.

domingo, 12 de febrero de 2012

CUMBRES NO ALCANZADAS

Una vez más miró la cumbre: la ansiada cumbre, que parecía escapar de sus manos cada vez que quería alcanzarla. El invierno en Alaska estaba duro. La nevada había sido cruel, y los músculos del anciano estaban frígidos.

Norman Vaughan, de ochenta y ocho años de edad, miró por última vez la cumbre de la montaña que lleva su nombre, y nuevamente hizo el esfuerzo de escalarla. Pero hacía demasiado frío, así que Vaughan desistió. Era la décima vez que fracasaba.

Allá por 1928, el célebre almirante Richard Byrd había bautizado esa montaña, de tres mil quinientos metros de altura, con el nombre de Vaughan, en honor de su ayudante. Vaughan tenía en aquel entonces veintitrés años de edad. Durante sesenta y cinco años, Vaughan había tratado de alcanzar la cima, pero sin éxito. Esta última vez, cansado y triste, dio media vuelta con sus ayudantes y su equipo, y abandonó el intento.

¡Cuántas veces en la vida deseamos alcanzar una cima y no lo logramos! ¡Cuántos estudiantes comienzan con fe y esperanza la carrera de sus sueños, y a veces, aun antes de concluido el primer año, ya están guardando sus libros y archivando sus esperanzas!

¡Cuántos jóvenes ilusionados llegan a la gran ciudad con sueños de ser estrellas, y terminan lavando la losa en un restaurante de segunda, o lustrando autos en una gasolinera! ¡Cuántos hombres entran en la arena política soñando con llegar a la presidencia, pero quedan deshechos a mitad de camino por las intrigas, las falsedades y los espejismos de la complejidad política!

¿Y qué de los sueños acerca del matrimonio? ¡Cuántos jóvenes comienzan llenos de ilusiones, soñando con alcanzar la cúspide de la felicidad, sólo para descubrir, amargados, que la relación con su pareja no fue más que una pasión efímera!

Llegar a una cumbre es difícil. Nada que tiene valor viene fácil. Mientras más grande es lo que buscamos, más difícil es alcanzarlo. Así es la vida; pero está compuesta de años, meses, semanas y días. El secreto del éxito consiste en lograr las hazañas de la vida un día a la vez.

Así sucede también con las inquietudes espirituales. Si esperamos saber todos los detalles de la eternidad antes de emprender la subida, nunca obtendremos paz. Busquemos a Dios un día a la vez. Cada día, en las palabras del Maestro, digámosle al Padre celestial: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mateo 6:11). Dios desea nuestro triunfo, tanto material como espiritual. Vivamos el día de hoy con Dios a nuestro lado.

Hermano Pablo

sábado, 11 de febrero de 2012