lunes, 10 de diciembre de 2012
FAMILIA SAMANIEGO
Se despidio a la famila Samiego porque se marcho para su pais. Estuvo orando los Apostoles y toda la iglesia bendiciendo su estada y su ida y que Dios cubra sus vidas. Es una familia que queremos mucho.
viernes, 7 de diciembre de 2012
«LA VIDA NO TIENE SENTIDO»
Andy Reader preparó su cámara de video. Era un nuevo modelo, recién
comprado. La acomodó cuidadosamente sobre el trípode en una parte alta
de su garaje, apuntándola hacia su automóvil, y la puso en marcha. La
cámara había de funcionar automáticamente, y había de recoger tanto
imagen como sonido.
Después, Andy, de treinta y ocho años de edad, de Dartmoor,
Inglaterra, se encerró en su auto y encendió el motor. ¿Qué se proponía?
Filmar su propio suicidio. Hallaron su cuerpo inerte varias horas
después, víctima del monóxido de carbono. Pero el acto de suicidio,
junto con sus últimas palabras, quedó registrado en su cámara para
siempre. El mensaje era claro. Andy lo había repetido varias veces: «La
vida no tiene sentido.... La vida no tiene sentido...»
En efecto, para miles de personas la vida no tiene sentido.
Cuando el único significado de la vida gira alrededor de uno mismo
—posesiones, caprichos, gustos y placeres—, la chispa de la vida muy
pronto se apaga. Cuando lo único que vale es el disfrute de cosas
materiales y nada más, muy rápidamente el entusiasmo, la pasión y la
razón de vivir se desvanecen, y se termina diciendo: «La vida no tiene
sentido...»
Sin embargo, la vida humana sí tiene sentido. Tiene un sentido
inmenso, universal, divino. Tiene todo el sentido que Dios le dio
cuando creó al hombre y lo puso en el jardín del Edén. Ese sentido es,
por cierto, la razón de la creación. La vida del hombre tiene, incluso,
un sentido eterno.
Cuando pensamos sólo en términos humanos, la vida nos parece
confusa e incoherente. Pero cuando levantamos la vista y contemplamos el
cuadro mayor de la existencia —nuestro cónyuge, nuestros hijos,
nuestros valores y nuestro Dios—, comenzamos a ver en la vida un
propósito y un designio. Es cierto que sin moralidad la vida no es
vida, pero cuando reconocemos que Dios nos tiene aquí con un propósito
definido, nos damos cuenta de que la vida sí tiene sentido.
Es Dios quien le da a nuestra vida sentido. Él es quien establece
los valores morales para el buen vivir. Él es quien nos ayuda a
aceptar todo lo incomprensible de nuestra vida.
Cristo nos da nuestra razón de ser. Él da sentido en medio de la
locura. Busquemos en Él el porqué de nuestra existencia. No nos
permitamos, por nada en la vida, ser presa de esa gran mentira: «La vida
no tiene sentido». Porque Cristo quiere darle sentido a nuestra vida.
Él quiere darle belleza a nuestro existir.
Hermano Pablo
lunes, 3 de diciembre de 2012
UNA PEQUEÑA FE EN DIOS
Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de
aquí allá, y se pasará…. Mateo 17:20.
Fe: todos deseamos tener más, especialmente cuando tenemos
problemas gigantescos. Sin embargo, la mayoría de nosotros practicamos mucho la
fe. Nos sentamos en sillas sin probarlas antes; usamos hornos sin analizar cómo
funcionan, entramos llaves en las puertas y esperamos que abran. No solemos ir por ahí quejándonos y diciendo: “¡Cómo me
gustaría tener más fe en las sillas, los hornos y las llaves!” Dependemos de
estos objetos porque los consideramos confiables, no porque hayamos desarrollado
grandes sentimientos de confianza.
Jesús no dijo a sus discípulos: “Tened más fe en Dios.” Sencillamente dijo:
“Tened fe en Dios” (Mr. 11:22).
El maestro bíblico Stuart Briscoe escribe: “La fe sólo es tan válida como el
objeto de ella. Usted puede tener una fe tremenda en una delgada capa de hielo y
ahogarse…. Y podría tener muy poca fe en una capa de hielo muy gruesa y estar
perfectamente a salvo.”
Muchos cristianos tienen fe en su fe y no fe en Dios. Cuando pasan por
pruebas agonizan para alcanzar una fe gigantesca. Pero Jesús enseñó que una fe
del tamaño de un grano de mostaza es suficiente, si se siembra en el terreno de
la grandeza de Dios.
¿Cuál es tu montaña hoy? Tan pronto siembres tu grano de mostaza de fe en
Dios, tu montaña se convertirá en Su responsabilidadÉ y podrás descansar en Su
fidelidad. –JEY
Ten fe en Dios, no fe en la fe.
martes, 27 de noviembre de 2012
lunes, 26 de noviembre de 2012
DOS CLASES DE DEMENCIA
El matrimonio de John y Jenny Colomer, de Aspendale, Australia,
estaba colmado de felicidad. Los cuatro hijos que les llegaron en
rápida sucesión intensificaron aún más esa felicidad. Pero a los ocho
años de matrimonio, comenzó una pesadilla. Jenny empezó a tener
problemas mentales, y éstos se fueron agravando mes tras mes hasta
llegar a ser insoportables.
Un día Jenny, presa de una furia descontrolada, castigaba
brutalmente a sus hijos sin ningún motivo. Otro día, la emprendía
contra su esposo. Así transcurrieron ocho años de locura, hasta el día
en que Jenny atacó y golpeó a su esposo John. Éste la sujetó del cuello
y, bajo una ola de locura propia, apretó demasiado fuerte y Jenny
murió estrangulada. El juzgado, comprendiendo su tragedia, lo declaró
inocente.
Una de las peores pesadillas que quebranta el corazón y destruye
la paz ocurre cuando algún miembro de la familia padece perturbaciones
mentales, sobre todo si se trata del padre o de la madre. Pero hay una
demencia que, a pesar de la aparente contradicción de vocablos, no es
mental sino espiritual. Ésa es la que padece el hombre o la mujer, que
por más que desea y que busca la paz interna —esa paz del corazón que
llega hasta lo profundo del alma—, no la halla. Tiene inteligencia,
bienes materiales, buena familia, una posición reconocida y todo lo que
el mundo estima valioso, pero no tiene paz. Daría cualquier cosa por
tener tranquilidad en el alma, satisfacción, contentamiento y paz, pero
nada de eso tiene. Esa es la demencia del corazón, y muchas personas
padecen de ella.
Para la demencia mental, hay tratamientos psicológicos y drogas
fuertes. Pero, ¿qué hay para la demencia del corazón? ¿Hay alivio para
el alma atribulada y para el corazón confundido? ¡Sí lo hay!
Un joven que buscaba la paz se acercó a Jesucristo y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» El
Señor, en resumen, le contestó: «Si me sigues de cerca, encontrarás la
paz que estás buscando. Y mientras lo hagas, experimentarás paz, gozo y
libertad. Pero tienes que dejarlo todo y seguirme» (Lucas 18:18-22).
Esta es la gran verdad: para la demencia espiritual la solución es
rendirnos a Cristo y seguir sus pasos. En Él hay verdadera paz
Hermano Pablo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)