


José Canepa miró la fecha en el calendario: 7 de diciembre, día de su cumpleaños. Pero no toda ocasión de cumpleaños trae felicidad. Canepa sonrió y se encaminó al baño. Quiso encender un cigarrillo, pero había una fuga de gas en el baño, y hubo una explosión que lo dejó con quemaduras graves.
Llamó una ambulancia, pero en el camino al hospital la ambulancia chocó con otro vehículo. José sufrió la fractura de una pierna, así que lo subieron a otra ambulancia. Al llegar al hospital, se resbaló de la camilla y se dislocó un tobillo. Estas fueron las aventuras de José Canepa en su día especial.
El médico que tuvo que curarle las quemaduras, enyesarle la pierna y vendarle el tobillo le dijo: «De todos modos, don José, ¡feliz cumpleaños!»
Hay fechas en el año que obligan a hacer un saludo tradicional. Por eso decimos: «¡Feliz cumpleaños!», o «¡Feliz Navidad!» o «¡Feliz Año Nuevo!» Aunque ese día nos vaya tan mal como cualquier otro, de todos modos damos el saludo porque es lo correcto.
Sin embargo, lo cierto es que los días de nuestra vida están llenos de sorpresas, y éstas no discriminan entre días especiales y días ordinarios. El día menos pensado puede sonar la alarma, trayendo el sobresalto y la desventura. Nadie sabe, al levantarse en la mañana, de qué modo llegará al descanso nocturno. El día puede depararnos bienestar o calamidad.
¿Qué nos dice todo esto? Que debemos vivir con fe. Que como la vida es tan incierta, tan insegura, debemos tener cada momento de cada día nuestra fe y confianza puesta en el que lo tiene todo bajo control. Esa persona es Jesucristo: Señor, Salvador, Maestro y Amigo.
No obstante, debemos reconocer que el poner nuestra vida en las manos de Cristo no nos pone necesariamente a cubierto de problemas. Pero sí nos libra de la desesperación. Nuestro problema no es la desventura; es la desesperación. Es, en otras palabras, la manera como reaccionamos.
Cuando Cristo es nuestro Señor y Dueño, podemos confiar en que Él, a la larga, todo lo hace bien. No siempre comprenderemos el porqué de la desventura, pero podemos, siempre, tener fe en el amor y en la sabiduría de Dios. Más vale que recordemos que ninguno de nosotros tiene previo conocimiento. El único que conoce el futuro es Dios, que todo lo sabe y tiene nuestra vida en sus manos. Cristo es el Señor de toda circunstancia. Pongamos nuestra confianza en Él.
Hermano Pablo
diestra para siempre” Salmos 16:11 ¿Cómo puedo tener gozo en medio de las pruebas? La vida está frecuentemente llena de estrés, conflictos y ansiedad que pueden llegar a robarnos el gozo. El gozo es parte del fruto del Espíritu, por lo tanto, no es algo natural en mí sino la evidencia de la presencia de Dios en plenitud y al control de mi vida. El pecado también roba nuestro gozo, por lo cual, la confesión y arrepentimiento nos restaura a una relación de comunión con el Señor (Salmos 51:1,2 y 1ª Juan 1:9). “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, as í tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer… Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” Juan 15:5-6, 10-11 La permanencia en el Señor en una vida de comunión y el estar en Su presencia es la fuente del gozo, la cual es inagotable porque no depende de mí… sino de Dios. La felicidad es causada por las cosas que suceden a mí alrededor y las circunstancias pueden estropearlo, pero el gozo brilla a través de los problemas, es una luz en la oscuridad. El gozo es la sonrisa del alma que no se afecta por las personas o circunstancias. Enviado por: Alejandra. L |