miércoles, 25 de julio de 2012

viernes, 20 de julio de 2012

UN INCENDIO INÚTIL

Las calificaciones estaban ahí y eran malas. Malas debido a la desidia, la dejadez y la holgazanería. Si sus padres veían esas malas notas escolares, habría fuertes castigos y no habría vacaciones.
Así que los dos muchachos, ambos de doce años de edad, no hallaron mejor medio de eliminar sus notas que prenderle fuego al escritorio de la maestra. El fuego consumió todo el mueble y aún más, causando daños por dos mil quinientos dólares. Pero el incendio no dio resultado. La maestra había archivado las notas electrónicamente en el sistema computarizado de la escuela.
De este incidente se desprenden varias lecciones. La primera es que si un escolar no se aplica en sus lecciones, ni le dedica tiempo a la lectura de los libros de texto ni atiende seriamente a las enseñanzas de la maestra, no puede sacar buenas notas en los exámenes. Y es posible que sufra los efectos el resto de su vida.
La segunda lección es que la ira es siempre mala consejera, y jugar con fuego es siempre peligroso. La quemazón del mueble pudo haber provocado un incendio con peores consecuencias, causando grandes daños personales. Esto ocurre en muchos casos.
La tercera lección que aprendemos es que quemar un mal informe no soluciona el problema de fondo, que es la falta de honestidad. Esa tendencia tendrá repercusiones perjudiciales toda la vida.
La cuarta lección que nos enseña es que con las computadoras y sus bases de datos, que almacenan todos los datos con más seguridad que cualquier caja fuerte, es inútil quemar documentos comprometedores. Una mala nota documentada no se borra quemando papeles si hay un sistema seguro que la tiene archivada.
La quinta lección es que lo que no ven los maestros, lo ve Dios. Y Dios tiene su manera de marcar permanentemente en nuestra conciencia todas nuestras maldades. No hay lugar en todo el universo donde podamos escondernos de nuestra conciencia. A esta poderosa lección la respalda el principio bíblico que dice: «Cada uno cosecha lo que siembra» (Gálatas 6:7).
Cualquiera que quebrante las leyes morales de Dios, sea niño o adulto, pequeño o grande, iletrado o sabio, pagará las consecuencias. Tarde o temprano la computadora divina revelará todas nuestras infracciones. Y tras esa revelación compareceremos, irremisiblemente, ante el Juez divino.
Sometamos, pues, nuestra voluntad al señorío de Jesucristo. Él desea ser nuestro Salvador. No lo ignoremos. No tratemos de eludir sus leyes. Humillémonos, más bien, ante Cristo en contrito arrepentimiento. Él será nuestro fiel amigo..

Hermano Pablo
 

HEBREOS 11.1


jueves, 19 de julio de 2012

UN REFUGIO PARA LA TORMENTA

«PERO A CUALQUIERA QUE ME OYE ESTAS PALABRAS Y NO LAS PRACTICA LO
COMPARARÉ A UN HOMBRE INSENSATO QUE EDIFICÓ SU CASA SOBRE LA ARENA»
(MATEO 7:26).

Jesús contó una historia para ilustrar la insensatez de
depositarnuestra confianza en creencias que son cambiantes e inestables.
Dijo que un hombre edificó su casa sobre la arena. ¿Qué sucedió?
«Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y dieron con
ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina» (Mat.
7:27).

¿Qué hay en la vida que pueda ser como «arenas movedizas»?
¿Intentamosconstruir nuestra vida sobre la seguridad económica?
¿Acaso ansiamos una elevada posición social o una distinción? ¿Es la
necesidad de poder y reconocimiento? ¿Quizá nos negamos aceptar las
verdades de la Biblia? ¿O acaso rechazamos aceptar la gracia salvadora
de Jesucristo? ¿Puede ser una mala interpretación de la verdad del
evangelio? En todos los aspectos de la vida, necesitamos estar seguros
de que nuestras creencias se basan en la Palabra de Dios y no en las de
los hombres.

«Todo edificio construido sobre otro fundamento que no sea la Palabra
de Dios, caerá. Aquel que, a semejanza de los judíos del tiempo de
Cristo, edifica sobre el fundamento de ideas y opiniones humanas, de
formalidades y ceremonias inventadas por los hombres o sobre
cualesquiera obras que se puedan hacer independientemente de la gracia
de Cristo, erige la estructura de su carácter sobre arena movediza. Las
tempestades violentas de la tentación barrerán el cimiento de arena y
dejarán su casa reducida a escombros sobre las orillas del tiempo»
(Así dijo Jesús [APIA, 2007], cap. 6, pp. 229, 230).

Pero otro hombre edificó su casa sobre la roca. Ambos constructores
eran vulnerables ante las tormentas de la vida, pero una casa resistió
y la otra se derrumbó. Elijamos el cimiento que elijamos, no nos
libraremos de las tormentas de la vida; sin embargo, si escogemos el
correcto sobreviviremos a las tormentas. Los cimientos que reposan sobre
la sólida roca que es Jesucristo nos dan la fuerza necesaria para
sobrevivir.

Nos demos cuenta o no, cada día construimos nuestra casa espiritual.
Cada una de nuestras decisiones es crucial. Cada día elegimos cómo
reaccionaremos ante las distintas situaciones y cada reacción pone un
nuevo fragmento de nuestro cimiento. La Biblia es el manual de
instrucciones y la roca sobre la que basamos los cimientos es
Jesucristo. Edifique sobre la Roca

miércoles, 18 de julio de 2012

VISIÓN PERDURABLE

El tiempo había transcurrido de noviembre a julio. En nueve meses pasan muchas cosas: un bebé es concebido y avanza a su madurez en el vientre materno; tres estaciones del año pasan siguiendo su ritmo inevitable; la política, la economía y el deporte experimentan grandes cambios.
Pero esos nueve meses no trajeron ningún cambio en la vida de Carmela Salas, de 65 años, mexicana residente de Texas. Los pasó, según el periódico «Los Ángeles Times», contemplando el cadáver de su esposo, Enrique Salas, acostado en la cama matrimonial.
Cuando el esposo murió, ella, negándose a reconocer la realidad, hizo de cuenta que la desgracia no había pasado, y el tiempo se detuvo para ella.
Este no es el primer caso en que hombres o mujeres ven morir al ser más querido y no se resignan a tener que dejar de mirarlo. Y aunque son cadáveres ya, y la momificación de la muerte ha comenzado el proceso de descomposición, el amor que les tienen es más fuerte.
El odio jamás hará una cosa semejante. El odio tiende a destruir, destrozar, masacrar y a hacer desaparecer todo de la vista. El amor construye, y cuando no puede construir, hace perdurar. Porque el amor es muy diferente al odio.
El amor de Dios es el amor más fuerte que existe. Es una fuerza que tiende siempre a reparar, a curar, a construir, a conservar lo bueno, a hermosear más lo que ya es lindo, a regenerar, a purificar y a santificar. El amor de Dios tiende siempre a perdonar y, más que perdonar, a olvidar. Incluso olvida el pecado, el mal, la falta, la derrota, el fracaso humano.
Y como Carmela Salas, Dios también contempla perdurablemente a sus seres amados. Él nunca deja de mirarlos. «El Señor recorre con su mirada toda la tierra —dice la Biblia—, y está listo para ayudar a quienes le son fieles» (2 Crónicas 16:9).
No hay nada más perdurable, poderoso, fiel y comprensivo en la humanidad que el amor de Cristo. Es un amor que nunca falla, una sabiduría que nunca yerra. Tener un corazón entregado a Él es asegurarse la bendición de la vida eterna. Tomemos hoy la más grande decisión moral posible: Elijamos a Cristo como nuestro Salvador y nuestro Señor.

Hermano Pablo0

PEQUEÑAS ORACIONES


sábado, 14 de julio de 2012