viernes, 27 de abril de 2012

CIEN MUERTOS DE ALCOHOL

El fin de semana llegó como siempre, alegre y bullicioso, al poblado de Baroda, estado de Gujarat, India. Las prostitutas salieron a ejercer su oficio, y los salones de bailes se llenaron de bailarines.

Gujarat es el único estado de la India donde se prohíbe la venta de bebidas alcohólicas. Ese sábado por la tarde 251 personas habían sido hospitalizadas, y de ellas murieron paralizadas cien. Otras veinticinco quedaron ciegas, y el resto gravemente enfermas. ¿Cuál era la causa? Tres irresponsables habían vendido clandestinamente licor hecho en las casas con alcohol metílico, un veneno mortal.

El fin de semana dejó de ser alegre para volverse trágico. Los habitantes de Baroda, India, pueblo que ya había tenido tres veces tragedias de esta clase, habían bebido licor hecho con veneno.

En realidad, toda bebida alcohólica es veneno. No todas están hechas con alcohol metílico, pero todas tienen su pequeña o gran dosis de tóxico, que va adormeciendo y entorpeciendo la mente, y convirtiendo al bebedor en un individuo de capacidad disminuida.

La propaganda comercial de licores puede ser muy elegante, muy bien preparada, realizada por expertos del arte; pero los hospitales, las cárceles, los manicomios y los cementerios cuentan una historia muy distinta. Allí no hay placer ni delicias como las mencionadas por la propaganda, sino vómito, sangre, locura, idiotez y muerte.

¿Somos víctimas del alcohol? No tratemos de ocultar nuestra esclavitud. ¿Podemos pasar una semana sin beber? ¿Lo hemos tratado? Muchas veces lo que decimos poder hacer es una cosa y lo que realmente podemos hacer es otra. Seamos sinceros. ¿Podemos de veras pasar una semana sin beber alcohol? Si la respuesta es negativa, necesitamos ayuda.

Hay un grupo llamado Alcohólicos Anónimos que ayuda a las personas esclavizadas por el alcohol. Para reforzar esa ayuda con algo que puede cambiar todo nuestro ser, tenemos que invitar a Cristo a que sea el Rey y Señor de nuestra vida.

 Hermano Pablo

SEDIENTOS


Durante nuestra vida nos toca a veces atravesar por períodos de turbulencias, las cosas no van como esperamos, trabajamos duro pero no vemos los frutos. Cambiamos de estrategia con esperanzadoras expectativas para comprobar más tarde que el esfuerzo ha sido en vano. Buscamos, luchamos, empezamos de nuevo quedándonos siempre un sabor a poco, una necesidad no cubierta, una búsqueda sin encuentros.

Otras veces todo marcha bien, lo que tanto deseamos va tomando forma en nuestra realidad, todo parece armonizar, el futuro se ve prometedor, sin embargo algo en nuestro interior percibe que los logros no nos terminan de llenar, de calmar, de saciar nuestra sed interior.

En el capítulo cuatro del libro de Juan encontramos un curioso diálogo entre Jesús y una mujer que parece conocer de fracasos, de nuevos intentos, de frustra ciones. La mujer samaritana es sin lugar a dudas una mujer sedienta.

Jesús comienza la conversación con un pedido:

“—Dame un poco de agua.
Pero como los judíos no tienen trato con los samaritanos, la mujer le respondió:
—¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?
Jesús le contestó:
—Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
La mujer le dijo:
—Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo: ¿de dónde vas a darme agua viva?
Nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo, del que él mismo bebía y del que bebían también sus hijos y sus animales. ¿Acaso eres tú más que él?
Jesús le contestó:
—Todos los que beben de esta agua, volverán a tener sed;
pero el que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré se convertirá en él en manantial de ag ua que brotará dándole vida eterna.
La mujer le dijo:
—Señor, dame de esa agua, para que no vuelva yo a tener sed ni tenga que venir aquí a sacar agua.”

(Juan 4: 7-15)

Jesús y la mujer parecen referir a dos planos diferentes. La mujer sólo puede considerar el plano real, el que se ve y se toca: “ ¿Cómo piensas sacar el agua? El pozo es profundo y no tienes con qué.” Jesús en cambio intenta llevarla al plano espiritual: “ Si supieras quién soy, tú serías quién pidiera de beber, y recibirías agua viva. El que beba de mi agua ya nunca volverá a tener sed.”

En el diálogo hay un conocimiento del Señor Jesús sobre la mujer samaritana que no se explicita, sin embargo, como en muchos otros encuentros de Jesús con la gente, él hará de este conocimiento el centro de su mensaje. Jesús conoce el corazón sediento de la samaritana, ella tiene sed de un agua especial, no de la que podía sacarse del pozo, sino del agua viva que sólo Dios puede dar.

Irónicamente esta mujer iba a diario a ese pozo en busca de la ración de líquido que le permitía vivir. Cada día, tal vez varias veces a lo largo de una jornada, debía caminar hasta el pozo, cargar su recipiente y volver de regreso con el agua.

Aunque ella nunca no lo hubiera notado, esta actividad de su vida cotidiana reflejaba una necesidad mucho más profunda y arraigada en el seno de su ser. Era una mujer sedienta, y en la búsqueda de saciar su sed iba ya por el quinto marido. Tal vez despreciada, marginada, carente de amor verdadero, iba errante por el desierto de su vida buscando el líquido que pudiera saciar su sed interior.

Nosotros no somos muy diferentes de la mujer samaritana, todos cargamos con la necesidad consciente o no, de saciar nuestra sed interior. Somos por naturaleza seres sedientos y esto es bueno, pues Dios ha puesto sed de vida en el corazón del hombre, y ha provisto también el agua capaz de sa ciarla.

En algunos casos la autosuficiencia, en otros la negación de Dios, en otros, ¿por qué no?, la falta de fe, nos llevan a intentar saciar nuestra sed con otras aguas, aguas que tras un instante de saciedad ponen aún más de manifiesto nuestra necesidad ardiente de beber. Aguas que hay que ir a recoger a diario, pues nunca terminan de apagar nuestra sed.

Construimos nuestras propias cisternas, abandonando la fuente verdadera de agua viva. Nos aferramos a ellas, pues creemos que de ellas mana la vida, y de ellas hacemos depender nuestra supervivencia, a veces ni siquiera notamos que son pozos rotos incapaces de conservar el agua.
¡Dejemos de lado las cisternas de las que nos hemos provisto!, no valen nada comparadas con el agua viva que Jesucristo ha venido a darnos. Sepamos como la mujer samaritana responder: ¡Señor, dame de esa agua! y que el agua viva pueda convertirse en nosotros en manantial que brote para vida eterna.

“Mi pueblo ha cometido un doble pecado:
me abandonaron a mí,
fuente de agua viva,
y se hicieron sus propias cisternas,
pozos rotos que no conservan el agua.”
Jeremías 2:13

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
EricaE

miércoles, 25 de abril de 2012

ECHA TU ANSIEDAD SOBRE JESUS

“Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”
(1 Pedro 5:7).

Durante la travesía, los sacudió una fuerte tempestad. Cristo pudo haberla evitado para que los discípulos tuvieran un viaje agradable, pero era necesa­rio que aprendieran una lección de confianza. En ese momento lo ignoraban, pero esa tormenta era para su propio bien. Cristo quería enseñarles que sus seguidores no se librarán de las tormentas del camino. Del mismo modo, la iglesia se verá sacudida por vientos de doctrinas. Sólo tras nuestra llegada al cielo disfrutaremos de una calma perpetua. Esta tierra siempre estará sumida en la agitación y el caos.
Después de haber predicado durante varios días a una gran multitud, Jesús estaba cansado. Imagine la energía que necesitaría para predicar de manera que cinco mil personas pudieran oírlo. En lugar de dejar que descansara, la gente se agolpaba a su alrededor pidiéndole que sanara sus enfermedades. Ahora, en aquella frágil embarcación de pesca, Jesús había encontrado un rin­cón tranquilo, recostó la cabeza y se durmió.
Esta es la única vez en que se nos dice que Jesús durmió. Sabemos que te­nía que dormir, pero él dijo de sí mismo que no tenía dónde recostar la cabeza. Se durmió, no como Jonás, dormido en medio de una tempestad porque se escondía, sino con el sueño de la santa serenidad y la dependencia de su Pa­dre. Se durmió para mostrar que, real y verdaderamente, era un hombre y que estaba sujeto a las flaquezas del cuerpo humano. El esfuerzo lo había agotado y estaba somnoliento. Ningún sentimiento de culpa ni temor podía turbar su reposo. Una frase célebre reza: La buena conciencia sirve de almohada”.
Jesús pudo dormir completamente relajado porque confiaba en su Padre; no así aquel anciano, temeroso ante su primer viaje en avión. Sus amigos, de­seosos de saber cómo le había ido, le preguntaron si le había gustado. “Bueno”, comentó el caballero, “no fue tan mal como había pensado; pero tengo que decir que en ningún momento dejé caer todo mi peso sobre el asiento”.
Cuando confíe en Jesús usted podrá “dejar caer todo su peso” en los brazos del Señor. Recordemos la invitación bíblica: “Echad toda vuestra ansiedad so­bre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Ped. 5:7).

martes, 24 de abril de 2012

domingo, 22 de abril de 2012

CANTO MENTIROSO

"Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta" Salmo 120:2
Hay muchas maneras de mentir. Algunas personas que se enorgullecen de no decir nunca nada falso se sorprenderían si empezaran a contar la cantidad de mentiras que cantan todos los domingos en la iglesia.
Hace muchos años, leí un artículo anónimo que decía: -Cantamos "¡Oh cuán gratas son las horas cuando yo me acerco a ti!", y después nos contentamos con unos 10 o 15 minutos de intercesión diaria. Cantamos "Firmes y adelante", pero esperamos a que se nos arrastre y se nos reclute para servir a Dios. Cantamos "Nunca Dios mío cesará mi labio de bendecirte", y luego no usamos los que tenemos para glorificar a Dios. Cantamos con mucho entusiasmo "Lluvias de bendición grande" cuando sale el sol y hay buen clima, pero si el Señor envía algunos chaparrones literales, se nos hace imposible ir a la iglesia porque está lloviendo. Cantamos "Y los fuertes eslabones, simpatía y comunión, unen ya los corazones", y después dejamos que la más mínima ofensa afecta ese amor. Cantamos "Anhelo trabajar por el Señor", y nos quejamos constantemente de todo lo que tenemos que hacer-.
Recuerda, las mentiras son mentiras ya sea que las digamos o que las cantemos. La próxima vez que alabes a Dios, asegúrate de que las palabras que salen de tu boca sean sinceras.
¡No cantes mentiras!.
Después de todo lo dicho y hecho se dice más de lo que se hace.

sábado, 21 de abril de 2012

DORMIDO EN EL JUICIO

Fue un bostezo enorme, prolongado y sonoro. Estuvo seguido de un estirar de brazos, un suspiro y un cerrar de ojos. Y luego el hombre se durmió profunda, tranquila y totalmente, indiferente a todo lo que lo rodeaba.
Pierre Dupier, francés, de treinta y nueve años de edad, se había dormido ante un tribunal de París cuando se le juzgaba por el delito de narcotráfico. Como el hombre durmió durante todo el proceso, el juez decidió juzgarlo en otra ocasión en que estuviera despierto. «Mientras éste sufra de apnea obstructiva, la enfermedad del sueño —dijo el juez—, no se le podrá juzgar.»
He aquí a un hombre que, si se quiere, se salió con la suya. Padece una rara enfermedad, «apnea obstructiva». Cuando le da por dormir, sencillamente se queda rendido aunque disparen cañonazos a su lado. Como se durmió en el juicio, y no escuchó nada de los cargos que se le imputaban, no se le pudo juzgar.
No podemos menos que preguntarnos: ¿Cuántos hay en este mundo que, sin padecer de la enfermedad del sueño, se duermen en lo más importante de la vida? Hay hombres, por ejemplo, que parecen dormirse cuando se trata de llevar dinero a la casa para alimentar a los hijos y pagar las cuentas.
Otros, sin tener el cerebro dormido, parecen tener dormida la conciencia. Pueden cometer cualquier fechoría, cualquier delito moral, sin siquiera inmutarse. Más que conciencia dormida parecen tener la conciencia muerta.
Otros duermen profundamente sin oír el clamor de su esposa abandonada, o el llanto de sus hijitos con hambre, o el gemido de los padres ancianos que viven en la miseria. Duermen profundamente ante su deber moral, sin necesidad de alcohol, ni de droga, ni de somníferos ni de “apnea obstructiva”.
Para todos estos que duermen delante de Dios y de su responsabilidad moral, hay un texto bíblico apropiado: «Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo» (Efesios 5:14). Estar dormido, sordo e inconsciente a la realidad moral de la vida es igual que estar muerto.
Debemos reaccionar y despertar del letargo moral. Tenemos que abrir los ojos y los oídos. Y debemos escuchar a Jesucristo que nos llama a una vida recta, justa, moral y limpia. Si seguimos moral y espiritualmente dormidos, nuestro sueño nos llevará a la perdición eterna.
Cristo está llamando hoy y está llamando ahora. ¡Despertemos!

Hermano Pablo