jueves, 12 de abril de 2012

¿HABLAR O HACER?


Lectura: Hechos 22:1-15.
"Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído" Hechos 22:15
Un joven y talentoso artista cristiano pintó un cuadro de una mujer desamparada y acompañada de un niño en medio de una tormenta. El cuadro conmovió tan profundamente su corazón, que dejó de lado su paleta y pincel, y dijo: "Debo ir a los perdidos en vez de pintarlos".
Al poco tiempo, empezó a trabajar en los barrios de la ciudad y a estudiar para salir a la obra misionera. Ese joven artista británico era Alfred Robert Tucker (1849-1914), que sirvió como misionero en Uganda y en África oriental durante 20 años.
Todos debemos salir de la rutina de hablar de la obra misionera y de testificar, pero sin hacer nada al respecto.
El pastor Horace Bushnell (1802-1876) escribió: "Los exentos de dar o de ir son los siguientes: los que creen que el mundo no está perdido y que no necesita un Salvador. Los que desean que los misioneros nunca hubieran ido a la tierra de nuestros antepasados y que nosotros siguiéramos siendo paganos. Los que creen que uno debe preocuparse sólo por uno mismo en este mundo y que, con Caín, preguntan: -¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?-. Los que creen que no tienen que rendir cuentas a Dios por el dinero que se les ha confiado. Y los que están preparados para aceptar la sentencia final: "De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis" (Mateo 25:45)".
¿Qué estás haciendo por Cristo?.
Cuando el Señor dice que vayamos, ¿cómo podemos negarnos?

miércoles, 11 de abril de 2012

EL DON DEL HIJO AL PADRE

El diagnóstico: leucemia. El pronóstico, no menos funesto: tal vez un año más de vida. Acababa de recibir esa terrible noticia Simón Bird, muchacho de catorce años, cuando salió del hospital acompañado por su padre. ¡Sólo un año más para vivir! En la flor de la adolescencia, vendría la muerte inexorable a segar su vida.

El valiente muchacho de Yeovil, Inglaterra encaró con firmeza su destino y aprovechó la oferta que le hizo una institución benéfica llamada «Los sueños se hacen realidad». Esa entidad ofrecía regalos a los adolescentes moribundos. Pero Simón no pidió nada para él mismo sino para su padre. Pidió que a su progenitor le regalaran un pequeño tractor de jardín para que éste pudiera ganarse la vida. Ese fue el supremo don del hijo al padre.

Esta tierna historia levanta el espíritu de quienes todos los días tienen que hacer la crónica de todo lo malo que ocurre en el mundo. El chico moribundo pudo haber pedido cualquier cosa para él mismo —un auto, una moto, un viaje, un equipo de sonido, un televisor—, pero cuando más razón tenía para pensar en sí mismo, pensó más bien en su padre.

Hay acciones generosas que debemos destacar. No todo en este mundo es drogadicción, narcotráfico, asalto, robo, asesinato, guerrilla y terrorismo. También hay gestos nobles, acciones generosas y sentido humanitario.

Simón pasó a la presencia de Dios. Cuando sus padres y hermanos contemplaron el espléndido tractor que les había conseguido como recurso económico para la familia, comentaron: «En la última hora de su vida, Simón pensó en nuestro bienestar. No vivió en vano ni murió en vano. En su corta existencia tuvo tiempo de dejarnos lo que nos ayudaría a vivir.»

La Biblia dice: «No son los hijos los que deben ahorrar para los padres, sino los padres para los hijos» (2 Corintios 12:14). Esa es la norma sana de vida. Los padres deben dejarles a sus hijos la mejor herencia. Pero en este caso se produjo la bendición a la inversa: el hijo le dejó una herencia al padre.

Dios, que inspiró al escritor del texto Bíblico anterior, hizo lo que ese texto manda. Nos dejó a nosotros los seres humanos la mejor, la más grande, pura y perfecta de las herencias: nada menos que a su propio Hijo Jesucristo. Y junto con Cristo nos dejó todo: el perdón, la regeneración, la paz y, para el final, la vida eterna. Hay, pues, un regalo, un don gratuito y grandioso, que Dios nos ofrece. Y nosotros no tenemos que hacer más que aceptarlo.

Hermano Pablo