martes, 3 de abril de 2012
domingo, 1 de abril de 2012
UN SOLO VIAJE MÁS
Durante treinta años había manejado por la misma ruta. Durante treinta años había guiado el autobús por en medio de rectas, curvas y barrancos. Treinta años sus férreas manos habían empuñado el volante, y treinta años había llevado y traído pasajeros en la ruta de Granada-Málaga, reino de España.
Pero con treinta años de trabajo, José Mancera Sánchez, de cincuenta y nueve años de edad, podía jubilarse. No tenía que seguir esa cansada y monótona tarea. Su pensión de jubilación sería menos que su salario si seguía trabajando, pero con algunos ahorros que había hecho, podría subsistir.
Quiso, sin embargo, hacer un último viaje. Sería su viaje de despedida. «Me jubilaré —había dicho— después de este último viaje.» Pero ese fue, en efecto, su último viaje. José Mancera Sánchez se desmayó en el volante, y el autobús, con cuarenta y un pasajeros a bordo, se precipitó a un barranco de veinticinco metros de profundidad. Hubo muchos heridos, y perdieron la vida Mancera y cinco pasajeros más.
¿Cuántas cosas nos ocurren por querer hacer «un viaje más»? ¿Y cuántas veces el sentido de la prudencia y la voz de la conciencia se unen para gritarnos: «¡Basta ya!, es hora de dejar eso»? Pero atenuamos ese grito convencidos de que es «una sola vez más».
¿Cuántas veces no ha ocurrido que un hombre lleno de alcohol insiste en tomar una sola copa más, y es esa copa la que le causa el accidente fatal? Así le pasa al joven que anda en el narcotráfico e insiste en hacer un solo negocio más, y es esa última venta la que lo manda a la prisión federal.
¿Y qué del «caballero» que, enredado en un amor prohibido, siente la voz de la conciencia que le dice: «Deja eso de una vez», pero sigue entregándose al gusto de la seducción, y ese último gusto resulta en su ruina? Por insistir en «una aventura más» sufre la total destrucción de su hogar.
Es importante aclarar que no es sólo el último pecado el que destruye. Toda infracción destruye. Pero cuando insistimos al extremo, no sólo perdemos años de tranquilidad, sino que ese último desenfreno puede costarnos la vida.
Reaccionemos ahora mismo antes que nuestra desmesura nos corte la existencia. Busquemos la ayuda de Dios. Jesucristo ofrece librarnos de toda senda resbaladiza, de todo precipicio siniestro y de toda costumbre mortal. Él quiere darnos la sensatez, la conciencia y la razón necesarias para no caer nunca en el mal. Cristo es el único Salvador que tenemos, nuestro único Maestro y Guía. Permitámosle que sea no sólo un verdadero amigo como ningún otro, sino también el único Piloto de nuestra vida.
Hermano Pablo
LA FAMILIA DE DIOS
Una joven cristiana, oriunda de Venezuela, deseaba participar de un evento juvenil cristiano, que se llevaría a cabo en Buenos aires, Argentina. Luego de comprar el boleto de avión, su familia comenzó a contactarse con hermanos que pudieran darles alguna referencia de cristianos de ese país, para conseguir un lugar donde la joven pudiera alojarse. A través de hermanos residentes en Europa, lograron establecer contacto con una familia argentina, que se ofreció con mucho amor a hospedarla y asistirla en lo que fuese necesario. Aunque suene extraño, el sueño de esta joven comenzó en Venezuela, paseó por Europa y finalmente se concretó en Argentina.
Probablemente algunas personas puedan pensar que todo esto se logró gracias a la eficacia de la tecnología, pero es conveniente decir que, sin un receptor con un corazón dispuesto a bendecir a otros, ningún correo electrónico hubiera sido eficaz. El amor en acción fue la clave. El resultado, acciones de gracias a Dios.
Qué maravilloso don es la hermandad en Cristo, “siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás” (Romanos 12¬:5, NVI). No hay distancia ni frontera que pueda quebrar ese lazo que nos une como hermanos, lazo invisible que muchas veces nos lleva a orar o a realizar algo por alguno de ellos, aunque nunca le hayamos visto personalmente y solo conozcamos su nombre.
En el cuerpo de Cristo encontramos todo lo que necesitamos para edificarnos como cristianos, según los dones que han sido dado por Dios: “Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado” (Romanos 12:6, NVI). Allí somos exhortados, animados, asistidos, enseñados, socorridos, dirigidos, etcétera.
Muchas veces Satanás susurra al oído de los escog idos de Dios enunciados falsos sobre la hermandad en Cristo, sugiere supuestos mentirosos sobre los miembros de la familia de Dios y utiliza toda clase de calumnias y ataques en contra de la unidad de la iglesia. Por eso es importante estar atentos, “pues no ignoramos sus artimañas” (2 Corintios 2:11, NVI), y sostenernos unos a otros.
Para finalizar, en Romanos 12: 9¬–16 encontramos una lista rica para bendecir a otros, tal vez sería bueno leerla de nuevo y proponernos metas diarias para ser de bendición:
El amor debe ser sincero.
Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente.
Nunca dejen de ser diligentes.
Ayuden a los hermanos necesitados.
Practiquen la hospitalidad.
Alégrense con los que están alegres.
Lloren con los que lloran.
Vivan en armonía los unos con los otros.
No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes.
Es posible que en este momento algún hermano esté necesitando una oración intercesora o amor en acción. “Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10, NVI).
Patricia Götz
Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
www.iglesialatina.org
PCG
LA BURRA DEL SEÑOR
viernes, 30 de marzo de 2012
A SU DEBIDO TIEMPO
El relato de la Creación muestra que Dios organizó su tiempo en días. Para cada día, había una tarea. El primer día, dijo: “sea la luz”; el segundo día, creó la expansión; y así sucesivamente. Creo que Dios no necesita de una agenda escrita, pero sin duda tiene todo organizado. Es un Dios de orden.
Eso no significa que estableció un deber más, para añadir a la montaña de obligaciones que muchos cristianos creen que deben cargar. Nada de lo que Dios hace tiene, como objetivo, hacer de la vida humana un fardo; al contrario, él sabe que una vida sin una programación establecida es una vida condenada al fracaso.
Cuando no existe un orden de prioridades, las cosas suceden por accidente; y por accidente, el éxito solo puede ser fruto de la “suerte”. Hay mucha gente que lamenta el hecho de no tener “suerte”. Detrás de esas lamentaciones, se esconde la falta de organización y de trabajo.
La puntualidad es parte de una vida organizada. Mi padre acostumbraba decir: “Si alguien marca un compromiso contigo a las dos de la tarde, pídele que mejor sea a las tres, pero tú preséntate a la una”. Exageraciones aparte, el consejo de mi padre fue valioso a lo largo de mi vida. La puntualidad no cuesta nada, y trae muchos beneficios.
Pero, el texto de hoy contiene un segundo pensamiento. Llegado el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su hijo, nacido de mujer. Quiere decir, lo hizo humano, carne. Para siempre. Pablo menciona que hoy tenemos, en el cielo, un Intercesor, que es Jesucristo hombre. ¡Qué amor inmensurable! La encarnación de Cristo hablará sin palabras, por toda la eternidad, acerca del valor del ser humano. A pesar de su rebeldía, Dios lo buscó. Jesús dejó su Trono, y vino a este mundo de sufrimiento y de dolor con el propósito de buscar lo que se había perdido. Y todo eso, a su debido tiempo.
Por eso hoy, si por algún motivo encuentras en tu camino alguna razón para sentirte solo y sin valor, piensa en el misterio de la encarnación de Cristo, levanta la cabeza y sigue adelante, rumbo al glorioso destino que Dios estableció para ti.
Y no te olvides: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer”.