lunes, 26 de marzo de 2012

POR LA PALABRA DE DIOS

Por la Palabra de Dios Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Romanos 10:17.

¿Cuál es la función de la Biblia, en el desarrollo de la fe? Muchas personas relacionan la fe solamente con el sentimiento y las emociones . Sin duda, las emociones forman parte de la experiencia humana. Pero, la Biblia afirma que el fundamento de nuestra fe es Jesús. Si esto es verdad, conocer a Jesús se vuelve indispensable en la vida del cristiano; y la única manera de conocerlo es conviviendo con él.

Surge, entonces, otra pregunta: ¿Cómo se convive con Jesús? Aquí entran en juego tres elementos necesarios: la oración, la testificación y el estudio diario de la Biblia. El propio Señor Jesucristo dijo, en cierta oportunidad, refiriéndose a las Escrituras: “Ellas son las que dan testimonio de mí”. No puede haber declaración más clara: es mediante el estudio de la Biblia que llegas a conocer a Jesús, a confiar en él y a saber que nunca te fallará.

Pero, este estudio de la Biblia no puede ser algo simplemente teórico e intelectual: no puedes ir a la Biblia solo en busca de argumentos o conoci­miento teológico, sino en busca de compañerismo con Jesús.Lee la Biblia como si fuese una carta personal, que Jesús te escribió. Colócate en el centro de las historias que lees. Cuando lees acerca de Daniel, tú eres Daniel; imagínale siendo llevado a la cueva de los leones por obedecer a Dios. Cuando lees acerca de María Magdalena, tú eres esa mujer cansada de pecar, que un día se encontró con Jesús. Cuando encuentras, en la Biblia, la historia de José, colócate en su lugar; imagínate siendo vendido por tus hermanos y siendo llevado a un país extraño, en fin…

Lee la Biblia en primera persona del singular. Cada vez que dice “ellos” o “nosotros”, colócate a ti, y aplica los consejos bíblicos a tu experiencia y a las luchas que estás enfrentando en ese momento. Así, conocerás a Jesús y él será el fundamento de tu fe; podrás confiar en él, porque llegaste a conocerlo por medio del estudio de la Biblia.

No te atrevas a vivir sin Jesús: sin él, la vida es una simple sobrevivencia. Él es el fundamento de una vida feliz, porque es el fundamento de tu fe; y la vida del cristiano es una vida de fe. Y recuerda lo que él declaró: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.

VICTORIA EN LA PRUREBA

Lectura: Santiago 1:1-11.
"Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas" Santiago 1:2
Las palabras de Santiago, "tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas" (1:2), ofrecen una clave vital para convertir las pruebas en victorias. Aunque nosotros no escogemos las pruebas, sí podemos elegir cómo reaccionar. J. B. Phillips lo parafraseó así: "No las tomes a mal pensando que son intrusas, sino dales la bienvenida como a amigas".
El consejero británico Selwyn Hughes le recuerda a la gente que las pruebas son nuestras amigas solo si tenemos como meta parecernos más a Cristo. Si nuestra meta es evitar las dificultades o los contratiempos, las pruebas parecerán intrusas.
Hughes admite que, a menudo, tiene que seguir su propio consejo. Recuerda una vez cuando él y su esposa tuvieron que detenerse al costado de la carretera para mirar al mapa. Poco después, apareció un camión, giró bruscamente y se estrelló contra el auto. Ellos no resultaron heridos, pero el coche quedó destrozado. ¡En ese momento, empezó a llover! Hughes de inmediato empezó a luchar contra la frustración, el temor y la ira hacia el otro conductor, y le resultó sumamente difícil "tenerlo por sumo gozo". Sin embargo, mientras esperaban a la policía, empezó a meditar en cómo podía Dios usar esa prueba para que él se asemejara más a Cristo. Poco a poco, la crisis se convirtió en su amiga.
La próxima vez que pases por una prueba, hazte amigo de ella y deja que el Señor use la situación para hacerte más como Cristo.
Dios escoge aquello por lo que tenemos que pasar; nosotros decidimos cómo atravesarlo.

sábado, 24 de marzo de 2012

miércoles, 21 de marzo de 2012

«¿ACASO EN VANO LLEGAMOS A VIVIR?»

En el museo de la culta y refinada ciudad de Hermosillo en México hay una placa con la inscripción de un poema azteca escrito en náhuatl, el idioma de los antiguos habitantes del país.

La traducción española de este poema dice así: «¿Con qué me iré a la eternidad? ¿Se acabarán mis cantos como se marchitan las flores? ¿Nada será mi nombre alguna vez? ¿Nada dejaré que me recuerde en la tierra? ¿Al menos flores, al menos cantos? ¿Cómo ha de obrar mi corazón? ¿Acaso en vano llegamos a vivir?»

Aunque escrito quizá siglos antes de que Colón descubriera América y antes de que Hernán Cortés hiciera temblar la tierra de los aztecas con sus botas de conquistador, un hombre de corazón sensible habló con su alma y preguntó: «¿Acaso en vano llegamos a vivir?»

Esta pregunta del desconocido poeta azteca es universal. No ha habido persona sensible en la tierra que no se haya preguntado alguna vez: «¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué estoy haciendo aquí?» La seguridad instintiva de que venimos de alguna parte y vamos hacia otra parte, y de que en la tierra y en la vida estamos sólo de paso, pertenece a la experiencia común de los seres humanos.

La Biblia tiene la respuesta. Dice que venimos de Dios y a Dios vamos. Y mientras estamos en la tierra y en la vida, somos puestos a prueba para ver si nos capacitamos o no para ascender a la vida superior del cielo.

No venimos a vivir en vano. Venimos a cumplir con una ley y a someternos a una disciplina. Como seres humanos inteligentes y racionales, y como seres espirituales con poder para tomar decisiones y escoger entre el bien y el mal, si somos capaces de cumplir con las exigencias de Dios, no habremos vivido en vano. Habremos pasado la prueba y habremos sido aprobados para llegar a la presencia de Dios.

En esta prueba larga y dura que es la vida, quien nos ayuda es Jesucristo el Salvador. Él derramó su sangre en la cruz para redimirnos del pecado y, si se lo permitimos, nos da de su Espíritu divino a fin de que tengamos el poder para vivir rectamente. Y quiere estar a nuestro lado cada día. Con Cristo, alcanzamos la victoria suprema. Por eso en la Biblia Dios nos pide: «Dame, hijo mío, tu corazón» (Proverbios 23:26).

¡Dejemos un recuerdo de amor y de fe en nuestro peregrinaje terrenal!

Hermano Pablo

LOS RESCATISTAS

"...Estos hombres son siervos del Dios altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación" Hechos 16:17
Te dedicas a la espeleología y estás explorando una cueva muy interesante. Pasas horas mirando los túneles y los senderos, introduciéndote cada vez más en la desconocida oscuridad. Los que están afuera, al darse cuenta de que quizá estés perdido, mandan a alguien a rescatarte. De repente, oyes una voz que te llama.
El rescatista te saluda, diciendo: "Sígueme, yo sé donde está la única salida". Tú respondes, protestando: "¿Cómo puedes decir que solo hay una salida? Tiene que haber otras". Él replica: "He explorado esta cueva, y debes ir por el camino que te digo o nunca vas a salir". Tú contestas: "Tienes una mentalidad muy limitada. Vete, yo me arreglo solo".
Suena tonto, pero así responden algunas personas cuando uno menciona que el único camino al cielo es por medio de la fe en Cristo. Supuestamente, tendrían que decir: "¡Hombre! ¡Gracias por la buena noticia!". Pero, en lugar de eso, se podría recibir una reacción similar a la del explorador de cuevas: "Déjame tranquilo. Yo no creo en eso de que solo hay un camino".
Un rescatista ama a los demás, y se preocupa y se arriesga por el bienestar de ellos. El apóstol Pablo era un rescatista al que echaron en la cárcel por tratar de divulgar las buenas nuevas (Hechos 16:23). La gente no siempre aceptará con los brazos abiertos que intentemos rescatarlos, pero eso no debe impedir que mostremos el camino. ¡Sé un rescatista!.
Reflexión: Los que están perdidos necesitan que alguien les muestre el camino.

martes, 20 de marzo de 2012