jueves, 2 de febrero de 2012

LO QUE SIEBRAS, ESO MISMO COSECHARAS

Hay una práctica que me gusta aplicar, se llama empatía. Y el aplicarla me permite acercarme más al carácter del Señor. Me gusta ponerme en los zapatos de mis hermanos y el hacerlo hace que crezca el amor de Cristo en mí. Admito que en ocasiones el tener esta empatía, afecta mi relación con mi yo, y en otras muchas ocasiones afecta también mi comodidad. Pero, he comprendido que lo que siembras, eso mismo cosecharás. Y si yo tuviese empatía con mis hermanos, de una u otra manera el Señor lo sumará a mi cuenta.

Me gusta extender la mano al necesitado, porque a mí me extendieron la mano y sé lo duro que es encontrar alguien con el amor de Cristo dispuesto a ayudarte. Me gusta desprenderme de lo mío con tal de dar una sonrisa o aliento a un hermano, al fin y al cabo sé que mi Padre me sustenta. Me intereso por aquellos hermanos que el Señor pone en mi camino, tal vez no sea su Líder o Pastor, pero a mi Dios le agrada que les cuide. Me gusta dar la milla extra, pues sé que hay un Dios justo en el cielo que hará que llegué pronto a mi destino. Me gusta estar atento a las tareas que me asigna mi Jefe, púes deseo que mis subordinados se agraden en servirme.

Acostumbro escuchar toda palabra que me habla mi Señor, pues sé que si ha caído en tierra fértil, a su tiempo le cosecharé. Acostumbro agradecerle a mi Dios por toda dadiva, por pequeña que me parezca, aunque en ocasiones pareciera que no hay nada que agradecer, púes sé que como Padre; Él quiere un hijo agradecido.

En muchas ocasiones he acatado órdenes que no son de mi agrado, pero sé que a mi Dios le agrada que respete su autoridad y Él hará que respeten en su momento la mía. En muchas ocasiones no estoy de acuerdo con los designios de mis padres, más sin embargo debo sujetarme, no sea qué en mi descendencia exista rebeldía. En muchas ocasiones he sometido esa carne que tanto adoraba, pero Él ha sido justo y hoy puedo fluir en el espíritu.

Es muy simple, siembra amor, cosecharás amor. Siembra indiferencia, segarás indiferencia. No pretendas cosechar bendición, cuando solo maldición ha salido de tu boca. No pretendas segar rojos tomates, donde has regado solo espinos.

Yo te invito hermano a seguir trabajando esa tierra con amor, a que día a día la riegues con empatía y a su tiempo lo que te ha costado sudor y lagrimas; con gozo segarás. “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.” Salmos 126:5-6

¿Ahora dime, has estado sembrando fruto digno o solo regado tus viejos espinos?

miércoles, 1 de febrero de 2012

EFESIOS 5:2

UNA PERSONA AL DIA

Lectura: Hechos 8:26-40.
"… Felipe […] le anunció el evangelio de Jesús" Hechos 8:35
En una conferencia bíblica, tuve el privilegio de escuchar a Andy Miller, comisionado jubilado del Ejército de Salvación. A los 75 años de edad, elegantemente vestido con su uniforme, habló con amabilidad, convicción y un destello en la mirada.
El comisionado Miller dijo que, cuando tenía 19 años y era un cadete en adiestramiento, se comprometió con el Señor que le hablaría a una persona por día sobre el amor de Cristo. ¡Qué compromiso tan extraordinario! En el transcurso de su ministerio, ha guiado a muchos a poner su fe en Cristo para ser salvos.
Ahora bien, sé que no es fácil hablarles a algunas personas acerca de Cristo, pero podemos y debemos aprender a hacerlo porque eso fue lo que Jesús les ordenó a Sus seguidores antes de regresar al cielo con Su Padre (Mateo 28:19-20; Hechos 1:8-9). En lectura bíblica para hoy, el Espíritu Santo guió a Felipe para que se encontrara con el funcionario etíope y le dio las palabras exactas que debía usar (Hechos 8:26-40). Entonces, a medida que nosotros busquemos la ayuda del Señor y dependamos de Él, hará lo mismo por nosotros.
Quizá entres en contacto con una o con muchas personas durante el día. Considera el compromiso que asumió el comisionado Miller hace muchos años y después pregúntale al Señor qué quiere que hagas. Tú también puedes testificar de Su amor todos los días.
Dios anhela hacer por los demás lo que hizo por ti.

JESUS ES NUESTRO...

ANIMATE

El Señor es mi pastor, nada me falta;
en verdes pastos me hace descansar.

Junto a tranquilas aguas me conduce;

me infunde nuevas fuerzas.

Me guía por sendas de justicia

por amor a su nombre.

Aun si voy por valles tenebrosos,

no temo peligro alguno

porque tú estás a mi lado;

tu vara de pastor me reconforta.

Dispones ante mí un banquete

en presencia de mis enemigos.

Has ungido con perfume mi cabeza;

has llenado mi copa a rebosar.

La bondad y el amor me seguirán

todos los días de mi vida;

y en la casa del Señor

habitaré para siempre.

Salmos 23 (Nueva Versión Internacional)

RATONERAS DE LA VIDA


Largo rato atisbó la llegada de la joven. Sabía que todas las noches, a las diez en punto, regresaba del trabajo. Era una joven bella, atractiva, verdadera flor de Málaga, España. Tal como él lo esperaba, la joven llegó. Tan pronto como ella abrió la puerta y entró, él se abalanzó sobre ella.

Sin embargo, las cosas no salieron bien. José Olmedo, el asaltante, se vio en una ratonera. La señorita alcanzó la puerta de su apartamento y escapó. Olmedo se encontró de pronto en una situación difícil. Ninguna puerta se abría a menos que pulsara el código. Dentro del vestíbulo del gran edificio de apartamentos, el joven, de veintidós años, fue arrestado por la policía.

Le llamamos «ratonera» a una situación que no tiene solución. También se le llama «callejón sin salida» y «punto sin retorno». Se trata de una de esas condiciones imposibles de la vida. La gran mayoría de ellas, como en el caso de Olmedo, las producimos nosotros mismos con nuestros errores y nuestros excesos. Pero a veces, por esas situaciones ingobernables de la existencia, se producen solas. En todo caso, son circunstancias que nos atrapan en una ratonera de la vida, sin puerta de escape, sin socorro y sin protección.

¿Realmente hay ratoneras? ¿Hay situaciones insolubles? No, no las hay. Cuando todo recurso se ha agotado, siempre queda Dios. Y no es que Dios haga caso omiso del pecado. Él cambia el corazón humano. Su invitación es franca, firme y segura. He aquí las palabras de Cristo: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28).

Nuestro mayor problema no es un callejón sin salida. Es el no acudir a Dios cuando todas las puertas se han cerrado. O tratamos, debido a nuestro orgullo, de resolver nuestro propio dilema, hundiéndonos más en el problema, o cedemos a la depresión que, para colmo de males, nos lleva a considerar el suicidio. Solos no podemos salir de la ratonera.

Sin embargo, Jesucristo espera nuestro clamor. Él está siempre listo para socorrernos y quitar las angustias que nos consumen. La vida siempre nos va a presentar situaciones imprevistas, problemas, al parecer, insolubles. Vivimos en un mundo lleno de corrupción. Pero Cristo quiere ser nuestro Salvador.

Pongamos nuestro problema en las manos de Dios. Entreguémosle a Él esa dificultad que nos está consumiendo. A Dios nada puede sorprenderlo ni amedrentarlo. Él es Dios, y puede socorrernos. Basta con que le digamos: «Entra, Señor, a mi corazón.»

Hermano Pablo