viernes, 30 de diciembre de 2011

PROVERBIOS 18:14

ANDAR EN BICICLETA

Lectura: Hebreos 11:32-40.
"Y todos éstos, […] alcanzaron buen testimonio mediante la fe…" Hebreos 11:3
En una carta que le envió a su hijo Eduard, Albert Einstein le aconsejó lo siguiente: «La vida es como andar en bicicleta. Para mantener el equilibrio hay que seguir moviéndose». El consejo del gran físico es sabio y práctico.
Este mismo concepto puede aplicarse a la vida cristiana. Por fe, muchos creyentes siguen avanzando mientras atraviesan circunstancias difíciles y angustiantes. Pero, cuando experimentan alguna falla moral, pierden el equilibrio y se caen. Entonces, su pesar y el sentirse indignos del perdón de Dios puede llegar a mantenerlos en el suelo e impedirles seguir avanzando en su crecimiento espiritual.
La Biblia nos da numerosos ejemplos de personas que vivieron graves fracasos personales. Abram le mintió al faraón con respecto a su esposa Sara (Génesis 12:11-17). Jacob engañó a su padre para conseguir la bendición de Esaú (Génesis 27:18-29). Moisés desobedeció a Dios al golpear la roca en vez de hablarle (Números 20:7-12). A pesar de sus caídas, se nos dice: «… todos éstos, […] alcanzaron buen testimonio mediante la fe» (Hebreos 11:39).
Estos personajes bíblicos se elevan como ejemplos porque, después de haber caído, regresaron al Señor y comenzaron a seguirlo otra vez. ¿Has perdido tu equilibrio espiritual con una decisión pecaminosa que te impide seguir adelante? Arrepiéntete y vuelve a seguir al Dios de las segundas oportunidades.
Nuestro Señor es un Dios de segundas oportunidades.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

MATE0 18:23-35

EL ÚLTIMO SALTO DE TIFFANIE

La muchacha, esbelta, grácil y elegante, saltó del trampolín. Dio tres vueltas en el aire, en forma impecable, y cayó de cabeza en la piscina. Con ese salto magistral ganó el derecho de representar a Inglaterra, su patria, en los juegos olímpicos. ¿Quién era ella? Era Tiffanie Trail, joven de veintidós años de edad.

Lamentablemente Tiffanie no logró su sueño. Una lesión en la muñeca derecha la alejó de las competencias. Decepcionada, se fue a vivir a Sydney, Australia.

Un día, en Sydney, ensayó de nuevo el salto. Pero no lo hizo desde el trampolín de una piscina. Lo hizo desde el balcón de su apartamento, en el piso 23 de un rascacielos, a 69 metros de altura. La joven deportista, con una brillante carrera por delante, murió abrumada de tristeza.

¿Cuál será la decepción que tanto deprime a una persona que decide quitarse su propia vida? En el caso de Tiffanie fue, primero, el divorcio de sus padres. Esto la dejó devastada. Después fue la muerte de su novio, que pereció ahogado en el mar. Y finalmente fue la lesión en el brazo, por la que tuvo que abandonar su carrera. Aun cuando no podamos aprobar el suicidio, podemos comprender al suicida. La vida trae, para ciertas personas, tal carga de angustias que a veces, sin querer, tornan sus pensamientos hacia el suicidio.

El filósofo alemán Federico Nietzsche lo expresó así: «El pensamiento de suicidio es una gran fuente de consuelo con el que podemos pasar en calma toda una noche.» Es de notarse que Nietzsche murió severamente enajenado. Su ideología existencialista fue insuficiente para sostenerlo en el momento de su angustia. El suicidio es un consuelo magro, sin esperanza, sin expectativa y sin destino, que nada bueno puede traer.

Cuando las cargas de la vida se acumulan, cuando los dolores se vuelven insoportables, cuando, como dijo el poeta, «sólo abrojos nuestra planta pisa,» no es en el suicidio que debemos pensar. Debemos pensar en Aquel que es fuente de vida, de fortaleza, de consuelo y de paz.

Habrá quien diga: «Aun Dios me ha fallado.» Pero lo dice porque nunca ha buscado realmente a Dios. Cristo, el Hijo de Dios, Dios hecho carne, es nuestra esperanza segura. Clamemos a Él desde el fondo de nuestra angustia. Jesucristo escucha nuestro clamor aun antes que sale de nuestra boca. No cedamos al suicidio. Sometámonos más bien a la voluntad de Dios. En Él hay paz, serenidad y concordia. En Él hay esperanza. En Él hay vida. Él, y no el suicidio, es nuestra única seguridad.

Hermano Pablo

domingo, 25 de diciembre de 2011

¡ASOMBROSO!

Lectura: Mateo 1:18-25.
"Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer" Mateo 1:24
La historia de la Navidad, registrada en Mateo y en Lucas, se ha vuelto tan conocida que me pregunto si llegamos a captar la importancia de lo que realmente sucedió: Un ángel le dijo a una muchacha virgen que ella concebiría un hijo por el poder del Espíritu Santo (Lucas 1:26-38). Después, ese ángel le dijo al novio de la joven que se casara con ella y que le pusiera al niño el nombre Jesús, «porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21). Los pastores vieron ángeles en el cielo que les comunicaban que un Salvador nacería en Belén (Lucas 2:11). Unos hombres sabios viajaron miles de kilómetros para adorar a Aquel a quien denominaron «el rey de los judíos, que ha nacido» (Mateo 2:2). ¡Asombroso!
Así de sorprendente es también que María, José, los pastores y los sabios hicieran exactamente lo que se les había dicho. María se sometió a Dios; José la tomó por esposa y la llevó a su casa; los pastores fueron a Belén a buscar al bebé que estaba en un pesebre; y los sabios siguieron la estrella. Sin tener idea de lo que sucedería, todos ellos dieron el paso siguiente por fe en el Señor. ¡Asombroso!
¿Qué haremos nosotros en esta Navidad? ¿Confiaremos en Dios y seguiremos Su guía, aunque enfrentemos incertidumbres y circunstancias abrumadoras?
¡Cuando tú y yo obedecemos al Señor, el resultado es realmente asombroso!
La fe nunca sabe hacia dónde va, pero conoce y ama al Guía.

FELICIDADES


desde el blog de la iglesia la Paz queremos desearos unas muy felices fiestas dando honor a quien realmente se lo merece, porque en estas fiestas se celebra el nacimiento del hijo de Dios" Jesús" nuestro salvador bueno no solo nuestro sino que de todo el mundo y no solo nos salvara también sera nuestro guía y nos instruirá.

sábado, 24 de diciembre de 2011

¡PAZ EN LA TIERRA?

Lectura: Lucas 2:8-14.
"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da…" Juan 14:27
No querría provocar una pelea contra un cielo repleto de ángeles, pero debo admitir que siempre me he preguntado sobre la promesa de paz que la hueste angelical les hizo a los pastores en los campos aledaños a Belén. En los últimos 2.000 años, la paz en nuestro planeta ha sido, al menos, un ente extraño. Las guerras siguen cobrándose vidas inocentes, la violencia doméstica es una tragedia creciente, los divorcios aumentan terriblemente, las iglesias se dividen y la paz en nuestro corazón intranquilo y descarriado parece ser un sueño inalcanzable.
¿Dónde está la paz prometida? En realidad, pensándolo bien, podemos ver que Jesús trajo todo lo necesario para la paz mundial. Él enseñó el principio de la paz: llamó a las personas a amar a sus prójimos como se aman a sí mismas. Y cuando estaba yéndose de este planeta, dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy…» (Juan 14:27). El Señor nos dijo que pusiéramos la otra mejilla, que recorriéramos la segunda milla, que perdonáramos las ofensas, que evitáramos la codicia, que toleráramos las debilidades de los demás, que viviéramos para servirnos y amarnos, como Él nos ha amado.
Parece ser que, en gran medida, la paz depende de nosotros. Pablo lo confirma en Romanos 12:18: «… en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres». En esta Navidad, regalémosle la paz al mundo en que vivimos al ser un reflejo del Príncipe de paz.
Cuando experimentamos la paz de Dios, podemos compartirla con los demás.