lunes, 7 de noviembre de 2011

UNA SIMPLE LEY FÍSICA

Era la fiesta de los Enamorados en Londres. Se celebraba un alegre baile juvenil en un edificio de dos pisos. La noticia de la fiesta se difundió. Los jóvenes fueron llegando en parejas, en grupos de cuatro, de seis, de ocho, de diez. Cuando ya había más de doscientos jóvenes bailando rock, el piso cedió.

Se debió a una simple ley física. Un piso hecho para soportar a cincuenta personas no puede soportar a doscientas. El piso se rompió y los jóvenes cayeron en medio de una espantosa confusión. Dos muertos y sesenta heridos fue el saldo del trágico final de la fiesta.

Hay leyes físicas que no se pueden violar sin pagar las consecuencias. Si se ponen los dedos en el metal caliente, se sentirá la quemadura. Si se toca un cable eléctrico, se sentirá la descarga. Si se deslizan los dedos por el filo del cuchillo, correrá la sangre.

El universo tiene infinidad de leyes físicas que son así porque así las formuló el Creador. No se pueden violar sin sufrir algún percance. Y también el universo, y especialmente la humanidad, poseen una gran cantidad de leyes morales, igualmente firmes, igualmente valiosas, que tampoco se pueden violar con impunidad.

Consideremos el caso de Londres. El piso del edificio no cedió debido a que los jóvenes bailaban música rock, ni porque bebían cerveza, ni porque algunos fumaban marihuana ni porque algunas jóvenes parejas se entregaban a excesivas muestras de cariño. Cedió porque se le puso encima demasiado peso, y nada más; es decir, por una simple ley física.

Así mismo, si sobre una esposa sufrida o un esposo demasiado ingenuo, el otro cónyuge empieza a poner demasiado peso de infidelidad, tarde que temprano habrá un quiebre, una ruptura, un desastre. Es una simple ley moral.

Muchas esposas ceden por el peso de demasiadas burlas del marido, y se rompen como estante de vidrio que deja caer estrepitosamente la excesiva carga de copas que se le ha puesto encima. Y quedan igualmente hechas añicos.

No se puede cargar un puente con demasiada carga ni poner demasiado peso en la bodega de un barco o de un avión. Todo tiene un límite. Pasado ese límite, hay peligro de muerte.

Tampoco se puede cargar el corazón de un ser humano con demasiada pena. Y menos cuando ese corazón es el de la esposa o del esposo. Pidámosle hoy a Cristo sabiduría, comprensión y poder. Él nos ayudará.

Hermano Pablo

domingo, 6 de noviembre de 2011

PROVERIOS 3: 27-28

UNA MARCA DURADERA

Lectura: Mateo 5:13-20.
"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre…" Mateo 5:16
Caerleon es una aldea galesa con profundas raíces históricas. Fue uno de los tres lugares del Reino Unido donde las legiones romanas se apostaron durante la ocupación de Gran Bretaña. Aunque la presencia militar terminó hace unos 1.500 años, la impronta de esa ocupación todavía se observa en la actualidad. Gente de todo el mundo visita el fuerte militar, las barracas y el anfiteatro, recordatorios de la época cuando Roma gobernaba el mundo y ocupaba Gales.
Me asombra que, quince siglos después, todavía se vean con tanta claridad pruebas de la presencia romana en esa pequeña comunida
Sin embargo, me pregunto sobre otra clase de impronta: la de Cristo en nuestras vidas. ¿Permitimos que otros vean claramente Su presencia? ¿Pueden las personas que interactúan con nosotros saber que Jesús vive en nuestro interior?
Jesús nos llama a exhibir Su presencia en nuestra vida para la gloria de Dios el Padre. Dice: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16). Mediante la luz de nuestro testimonio y el impacto de nuestros actos de servicio, la gente debería poder ver pruebas de la presencia de Dios en nuestra vida. ¿Las ven? ¿Pueden ver Su impronta?
Que tu testimonio se escriba con letras grandes para que el mundo siempre pueda leerlas.

sábado, 5 de noviembre de 2011

NO TE PREOCUPES

A veces, cuando nada marcha de acuerdo con lo esperado, y la preocupación es quien reina.

Cuando el quebranto de lágrimas inunda nuestros ojos, y todo parece ser inútil.

Solo una cosa puede ahuyentar las lágrimas que queman y ciegan; alguien que suavemente te eche el brazo por encima y susurre: No te preocupes.

Nadie ha logrado descifrar por qué esas palabras traen tanto consuelo, o por qué tal susurro hace que nuestras preocupaciones se despejen al instante.

Sin embargo, cuando los problemas nos dan la bienvenida, podemos olvidarnos de ellos y dejarlos atrás.

Cuando alguien suavemente te eche el brazo por encima y susurre: No te preocupes.

El amor que procede de tan suave caricia; debe ser amor verdadero.

Podría ser que un abrazo así, a tu corazón no traiga consuelo.

Pero si el amor es el móvil, dulce consuelo encontrarás,

Cuando alguien suavemente te eche el brazo por encima y susurre: ¡No te preocupes!

¡Este poema refleja el consuelo que solo se experimenta a través de un toque amoroso! Demuestra el amor que sientes por tus hijos en lo que dices y haces. Ese amor será devuelto a ti multiplicado.

Muchos de los que han estado enamorados toda una vida nos dicen menos sobre el tema, que el niño que ayer perdió a su perrito.

1 Juan 3:11
Que nos amemos unos a otros.

Fuente: El libro devocionario de Dios para los Padres, Editorial Unilit

NUNCA ME VA A PASAR A MI

Lectura: Salmo 30:6-12.
"En mi prosperidad dije yo: No seré jamás conmovido" Salmo 30:6
En 1995, el actor Christopher Reeve quedó paralítico tras un accidente mientras cabalgaba. Antes de esa tragedia, había representado en una película el papel de un parapléjico. Mientras se preparaba, Reeve visitó varias veces un centro de rehabilitación. Luego recordaba: «Cada vez que me iba de aquel lugar, decía: “Gracias a Dios que esto no es para mí”». Después del accidente, el actor se lamentaba de lo dicho, y agregaba: «Me abstraía tanto de esas personas que estaban sufriendo, y no me daba cuenta de que un segundo más tarde podía tocarme a mí». Y lamentablemente, para él, así fue.
Nosotros también podemos observar los problemas de los demás y pensar que a nosotros nunca podría sucedernos algo igual. En especial, si nuestro andar en la vida nos ha dado cierto éxito, seguridad financiera y armonía familiar. El rey David admitió que, en un momento de vanidad y de autosuficiencia, cayó en la trampa de sentirse invulnerable: «En mi prosperidad dije yo: No seré jamás conmovido» (Salmo 30:6). No obstante, reaccionó de inmediato y redirigió su corazón para alejarlo de tal jactancia. Recordó que anteriormente había enfrentado la adversidad y que Dios lo había liberado: «Has cambiado mi lamento en baile» (v. 11).
Ya sea que el Señor nos haya enviado bendiciones o pruebas, igualmente merece nuestra gratitud y nuestra confianza.
En las buenas o en las malas, Dios es lo que más necesitamos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

LA FURIA


El día se presentaba caluroso y húmedo en Miami, Florida. Era uno de esos días en que la temperatura y la humedad ejercen sobre el ánimo de las personas una influencia nociva. Bob Moore, propietario de una ferretería, estaba atendiendo a sus clientes, tratando de no sudar demasiado.

De pronto se abrió la puerta y entró un hombre. Tenía la mirada extraviada, el rostro congestionado, la camisa abierta y, lo más terrible, un arma automática en la mano. Abrió fuego contra el público, y mató a seis personas.

Después huyó. Montó en una bicicleta y siguió disparando su arma, hiriendo a otras tres personas. Al pasar un semáforo en rojo, lo atropelló un automóvil, y el hombre murió allí mismo, todavía empuñando el arma. «Furia» fue la única palabra que emplearon los diarios para dar la noticia del caso.

He aquí un verdadero caso de furia insana, de furia violenta, destructiva. Furia homicida, furia infernal, furia volcánica, furia que no se aplaca sino hasta después de haber provocado todo el daño posible.

¿Qué es la furia? «La ira es una locura breve», afirmaban los antiguos griegos. «La furia es un estallido nervioso que ocurre cuando se ha soportado mucho tiempo una situación ofensiva, humillante o atemorizante», definen los psicólogos.

La Biblia atribuye la ira y la furia a la acción del diablo, pero también al corazón que no se somete a Dios. Y la furia sólo de vez en cuando toma esas dimensiones trágicas del suceso de Miami. A veces la furia es silenciosa, pero mata el compañerismo y nubla el goce de las relaciones humanas.

Tenemos, por ejemplo, el enojo severo y profundo que suele producirse entre marido y mujer. Quizá nunca llegue a estallar en furia, pero destruye igualmente la armonía y la felicidad. Porque cuando hay enojo, no hay palabras, no hay sonrisas, no hay felicidad.

La Biblia dice: «Refrena tu enojo, abandona la ira; no te irrites, pues esto conduce al mal. Porque los impíos serán exterminados, pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra» (Salmos 37:8-9).

Nada mejor, para verse libre de esta breve locura destructiva, que entregar el corazón y la voluntad a Cristo. Porque sólo Él tiene paz, calma y justicia abundantes para darnos.

Hermano Pablo