miércoles, 17 de agosto de 2011

QUE DIOS TE TOQUE

CUANDO TU PACIENCIA SE PONE A PRUEBA

Carolina estaba exasperada con sus dos hijos, Claudio y Lorenzo. Llamó a su mamá en busca de apoyo moral. Esos chicos se portan como Daniel, el travieso, bufó. Se puso a explicar los acontecimientos del día. Los niños querían deslizarse por el piso de la cocina. Corrieron y patinaron sobre las alfombras con las pegajosas y rojas medias, haciendo un terrible desastre. Más tarde, descubrieron una lata de insecticida, siguió Carolina. Se metieron en el lavadero, se subieron a la secadora y embadurnaron las paredes con ese líquido nauseabundo.

Ayer llenaron el fregadero de agua. Cuando comenzó a botarse, tomaron el cubo de la basura para recoger el agua. Cuando lo llenaron, salpicaron por todos lados mientras se derramaba por el piso.

Para la abuela era fácil ver lo cómico en las travesuras de los niños, pero contuvo la risa. En su lugar, su suave y tranquila voz sobresalió. Su sabiduría le habló al corazón de Carolina. Cariño, mi pastor me dijo una vez que cuando tu paciencia se pone a prueba, es Dios que trata de mostrarte algo en tu carácter. Muchas veces me he tenido que recordar esas palabras.

Mientras limpiaba el último desastre que hicieron sus hijos, Carolina pensaba en lo que le dijo su madre. Consideró los momentos en los que fue menos que perfecta. Pensó en su desgarrador divorcio, en sus problemas con las tarjetas de crédito y en los años que estuvo apartada del Señor.

Padre celestial, susurró, por favor no me abandones ni te canses de ayudarme a limpiar mi vida.

La perspectiva de esta abuela moldeada con el tiempo la capacitó para dar un consejo sabio. Su perspectiva personal ha pasado por años de preparación. Pásela a sus hijos y nietos. Se considera que ciertos rasgos de la personalidad se saltan una generación. Quizá sea por eso que los nietos y los abuelos se llevan tan bien.

Salmo 61:5
Me has dado la heredad de quienes te honran

VIDA CON SENTIDO

Lectura: 1 Pedro 5:1-7.
"Acordaos de [quienes] os hablaron la palabra de Dios, […] e imitad su fe" Hebreos 13:7
Isaac Hann fue un pastor casi desconocido que sirvió en una pequeña iglesia en Loughwood, Inglaterra, a mediados del siglo XVIII. Al final de su ministerio, los miembros de la iglesia sumaban 26 mujeres y 7 hombres. Y de esos hombres, sólo 4 asistían con cierta regularidad.
En una era de medios masivos y de mega-iglesias, ¿quién pensaría que esa fue una labor exitosa? En nuestro mundo actual, Isaac Hann sería considerado uno de esos pastores que nunca «lograron nada». Sin duda, no lo habrían invitado como orador a ninguna conferencia de pastores ni habría escrito ningún artículo sobre crecimiento de la iglesia.
Sin embargo, cuando murió, a los 88 años de edad, sus feligreses colocaron una placa en la pared de su salón de reuniones, la cual se conserva hasta el día de hoy. Una parte dice: Pocos pastores fueron tan humildes; aun así, pocos fueron tan admirados; tras madurar para el cielo por la gracia divina, como fruto de otoño cayó; lector, no pienses en vivir tanto como él vivió, sino busca hacerlo imitando su bondad.
Me viene a la mente Primera Pedro 5:5-6: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo». El reverendo Isaac Hann «logró lo máximo» de la manera que realmente importa: con humildad ante Dios y una recompensa en el cielo. Nosotros también podemos hacerlo.
La humildad es la receta para el éxito.

martes, 16 de agosto de 2011

«ESTOY CANSADA DE SER FUGITIVA»

Fueron doce años de angustia. Doce años de correr. Doce años de cambiar continuamente de domicilio, de nombre. Doce años de vivir oculta, yendo de Sicilia a Suiza, de Suiza a Brasil, de Brasil a Venezuela, y de Venezuela a quién sabe dónde. Doce años sin vida normal. Hasta que, por fin, Rosetta Cutolo dijo: «Estoy cansada de ser fugitiva», y se entregó a las autoridades italianas.

Rosetta Cutolo había sido una de las jefas de la Mafia siciliana. Las autoridades la conocían muy bien. Entre sus delitos figuraban actos de terrorismo y actividades subversivas internacionales. Pero al fin, prefirió entregarse antes que ser una perpetua fugitiva.

La vida de delitos nunca paga bien. Vivir honesta y honradamente, aunque pobre, es mil veces mejor que vivir como fugitivo, por más beneficio que el delito ofrezca.

Hay muchos casos, en las historias policiales de todo el mundo, de hombres y de mujeres que tras varios años de escapar de la justicia se han entregado voluntariamente, prefiriendo la cárcel y la paz que la libertad y la fuga. Así de desesperante es la condición del fugitivo.

Sin embargo, hay otra prisión todavía más opresiva que cualquier cárcel de esta tierra. La declaración de Rosetta: «Estoy cansada de ser fugitiva», tiene también matices espirituales. ¿Acaso no es cada pecador que puebla este mundo un fugitivo de la justicia de Dios?

Caín, el primer delincuente que huyó de la presencia de Dios, nunca pudo encontrar tranquilidad. Y no era que Dios lo persiguiera directamente. Lo perseguía su conciencia, y lo perseguían las consecuencias de su pecado.

Toda persona que no ha tenido una conversión espiritual es fugitiva de la ley de Dios, y mientras no entre en alianza con Dios, no podrá tener paz. Mientras uno viva huyendo de su conciencia, huyendo de la consecuencia de sus pecados y huyendo de la ley de Dios, no tendrá paz. Así no es posible tener paz.

Si no tenemos paz en el alma, si hay algo dentro de nosotros que no nos deja estar tranquilos, es porque nos está persiguiendo nuestra conciencia. Y si no cambiamos de rumbo y nos entregamos a Dios de alma y corazón, la conciencia nos consumirá. No corramos más. No sigamos huyendo. Dejemos de ser fugitivos y regresemos al hogar espiritual. En casa hay abundancia de paz. Dios nos espera.

Hermano Pablo

AMOR MUTUO

Lectura: Juan 13:33-35.
"En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" Juan 13:35
Tienes que esforzarte para ofender a los creyentes. Por naturaleza, son el grupo de personas más perdonador, comprensivo y considerado con que he tratado. Nunca suponen lo peor. Valoran la importancia de tener perspectivas diferentes. Son lentos para enojarse, rápidos para perdonar y casi nunca juzgan con dureza ni actúan con un espíritu que no sea de amor total… No, aguarda un momento, ¡estaba pensando en los perros golden retriever!
Me reí cuando leí esto en un mensaje de correo electrónico. Sin embargo, al haber tenido experiencia con esta raza de perros (y también con cristianos), ¡creo que es cierto que, a veces, los creyentes se enojan con demasiada facilidad! «El director del coro siempre le da los solos a ella». «El pastor ni me miró cuando me dio la mano para saludarme». «Hago de todo aquí; la gente debería valorarme un poco más».
Enojo. Resentimiento. Orgullo. Es verdad, en ocasiones, es necesario ocuparse de las cuestiones entre creyentes. Pero ¿qué pasaría si siempre intentáramos tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros (Mateo 7:12), si no fuéramos tan rápidos para juzgarlos en vez de para perdonarlos (Lucas 6:37) y si demostráramos un poquito de humildad (Filipenses 2:3)?
¿Y qué sucedería si el mundo reconociera, sin ninguna duda, que somos seguidores de Jesús por el amor que tenemos «los unos con los otros» (Juan 13:35)? ¿Es una realidad en nuestro caso?
A veces, el mejor testimonio es el amor.

lunes, 15 de agosto de 2011