miércoles, 22 de junio de 2011

LA MOTA

Lectura: Mateo 7:1-6.
"¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?" Lucas 6:41
Era sólo una mota, un pequeño objeto volador extraño que volaba por el aire un día ventoso mientras yo cortaba el césped. De algún modo, esa mota se metió en mi ojo izquierdo.
Durante algunas horas, aquella motita me causó bastante irritación en ese ojo. Traté de sacarla con agua. Mi esposa Sue, que es enfermera, también intentó hacerlo con todo lo que se le ocurrió. Al final, fuimos a un centro médico de emergencia donde el personal de guardia tampoco la pudo sacar. Sólo después de aplicar un ungüento y de una molesta espera durante varias horas más, sentí alivio del efecto de esa mota.
Esta pequeña y persistente irritación me trajo de nuevo a la mente la enseñanza de Jesús en Mateo 7 sobre criticar a los demás. Al pensar en ello, lo primero que me impactó fue la practicidad de la ilustración del Señor. Empleando la herramienta literaria de la hipérbole, o exageración, les explicó a sus oyentes sobre lo necio que es que una persona critique a otra sin ver que también es culpable de cometer errores. Si puedes encontrar una pequeña mota en el ojo de otra persona mientras ignoras el trozo de madera que hay en el tuyo, algo anda mal. Es inconcebible que pasemos por alto nuestras propias faltas mientras señalamos las de otras personas.
Una actitud de santurrón es inaceptable en la vida cristiana. Esto se ve claramente.
Inspecciona tu propia vida antes de ver motas en los demás.

martes, 21 de junio de 2011

COMPARTE EL SECRETO

Una mujer llamada Francisca conocía a una joven llamada Rebeca. Esta siempre parecía estar contenta y feliz, aunque Francisca sabía que enfrentaba luchas en su vida. Su tan esperado matrimonio terminó enseguida en divorcio. Luchó por entender su vida de soltera. No fue lo que eligió, pero decidió que viviría con el mayor gozo y satisfacción posibles.

A Francisca le alegró conocer a Rebeca. Todo su rostro parecía sonreír y siempre saludaba a Francisca con un abrazo. Un día le preguntó a Rebeca:

-¿Cómo es que siempre estás feliz, tienes tanta energía, y nunca pareces desanimarte?

-Sé el secreto -le respondió Rebeca con ojos sonrientes.

-¿Cuál es ese secreto? ¿A qué te refieres? -le preguntó Francisca.

-Te lo voy a decir, pero me tienes que prometer que no vas a contarle el secreto a otros -le dijo Rebeca.

-Esta bien -asintió Francisca-, ¿de qué se trata?

-Este es el secreto: He aprendido que hay poco que pueda hacer en mi vida que me haga sentir feliz de verdad. Tengo que depender en Dios para que me haga feliz y supla mis necesidades. Cuando se presenta una necesidad en mi vida, tengo que confiar en Dios para que la supla según sus riqueza. He aprendido que casi nunca necesito ni la mitad de lo que creo que necesito. Él nunca me ha defraudado. Desde que aprendí ese secreto, soy feliz.

El primer pensamiento de Francisca fue: ¡Eso es demasiado simple! SIn embargo, al reflexionar sobre su vida recordó como había pensado que una casa mayor la haría feliz, pero no fue así. ¿Cuándo se sentía más feliz? Sentándose en el piso con sus nietos, comiendo pizza y mirando una película: un regalo sencillo de Dios.

Rebeca sabía el secreto, Francisca aprendió el secreto,
¡Y ahora tú también lo sabes!

Filipenses 4:11
He aprendido a contentarme con lo que tengo.

domingo, 19 de junio de 2011

UNA HERMOSA MELODIA

Lectura: 1 Pedro 2:9-12.
"… para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" 1 Pedro 2:9
En la primavera de 2009, Susan Boyle subió al escenario de Britain’s Got Talent (Gran Bretaña tiene talento). Comparada con los otros participantes, su aspecto no decía nada. Nadie esperaba mucho cuando colocó el micrófono junto a sus labios. Pero luego, comenzó a cantar. Los jueces quedaron atrapados y sin habla ante la belleza y la potencia de la voz que llenó el auditorio, mientras los deleitados espectadores se pusieron de pie para aplaudir. Todos se sorprendieron de que una canción tan apasionantemente hermosa procediera de una fuente tan insólita.
Todos nosotros podemos ser fuentes insólitas cuando se trata de transmitir con nuestra vida la hermosura de Jesús. Pero Él lo planeó así. Personas comunes como tú y yo nos turnamos en el escenario de la vida, frente a una audiencia escéptica, para que nuestros amigos, familiares y todos los que llenan el auditorio de nuestra existencia vean y escuchen que el amor y la gracia de Jesucristo emanan de nosotros.
Me encanta el recordatorio de Pedro en cuanto a que somos un «pueblo que pertenece a Dios, para que [proclamemos] las obras maravillosas de aquel que [nos] llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9 NVI). Tal vez pienses que eres una fuente insólita; sin embargo, cuando dejes que el Señor fluya a través de ti, el mundo espectador se pondrá de pie y prestará atención.
La belleza de Jesús puede emanar de las fuentes más insólitas.

CRISTO REDENTOR

Nunca podría confundir tu amor.
No existen palabras que puedan describir
la belleza de un sentimiento tan transparente
donde solo lo puro, lo verdadero puede llegar.

Conocí de ti en mi hora mas difícil,
en mi momento de menos poder ofrecer.
Cuando vine a ti, vine sin nada en mis manos,
mas tu abriste las puertas de tu casa
y me recibiste como si yo fuese de ahí.

Recuerdo que no tenia amor para darte,
pues mas que amor, era necesidad
lo que aquel día te presente.

Mas tu, sin mirar mi excusa,
sin preguntarme que tenia,
me vestiste de tu gloria,
me perfumaste de tu unción,
y cuando te pregunte por su costo,
me diste un beso,
me dibujaste una sonrisa.

Tal vez, después de tanto tiempo
en la luz de tu esplendor,
piense que ya no es igual.

Mas, me miento a mi mismo,
porque los años a mi me han cambiado,
pero tu no, tu eres inmutable,
el mismo de siempre.

Mi Dios, mi Creador,
mi Cristo Redentor.

sábado, 18 de junio de 2011

LA BUENA NOTICIA

Lectura: Lucas 23:44–24:3.
"Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús" Lucas 24:2-3
Según un experimento realizado en la Universidad de Chicago, la gente tiende a recordar más las imágenes negativas. Aunque declaran que quieren alejarse del aluvión de noticias malas que transmiten los medios de comunicación, este estudio indica que sus mentes son atraídas hacia este tipo de historias.
A Katherine Hankey (1834–1911) le interesaba más la «buena noticia». Deseaba profundamente que las mujeres jóvenes conocieran a Cristo. En 1866, se enfermó gravemente. Mientras yacía en cama, pensaba en aquellas a quienes les había compartido la historia de la redención en Jesús, y deseaba que alguien la visitara y la consolara con «la antigua historia». Entonces, escribió la poesía que luego se convirtió en un himno:
Nunca nos cansamos de escuchar la historia que nos dice que Dios, en Su gran amor, envió a Su único Hijo a esta tierra (Juan 3:16). Jesús vivió una vida perfecta, cargó nuestro pecado al morir en la cruz y, tres días después, resucitó (Lucas 23:44–24:3). Al aceptarlo como Salvador, recibimos vida eterna y nos convertimos en hijos de Dios (Juan 1:12).
Cuenta la antigua historia de Jesús y de Su amor. Se necesitan buenas noticias.
La buena noticia de Cristo es la mejor noticia del mundo.

jueves, 16 de junio de 2011

Para verlo en pantalla completa pulsar las cuatro
flechas pequeñas que forman un cuadrado

CORRE

Lectura: 1 Corintios 9:19-27.
"¿No sabéis que […] en el estadio, todos […] corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis" 1 Corintios 9:24
En la película Carrozas de Fuego, ganadora de varios premios, uno de los personajes es el legendario corredor velocista británico Harold Abrahams. Harold está obsesionado por ganar; pero, en las eliminatorias para las Olimpíadas de 1924, en la carrera de 100 metros, es rotundamente vencido por su rival, Eric Liddell. Entonces, reacciona con una profunda decepción. Cuando su novia Sybil trata de animarlo, él dice enojado: «Yo corro para ganar. Si no puedo ganar, ¡no corro!». Ella le responde con sabiduría: «Si no corres, no puedes ganar».
La vida está llena de reveses, y nosotros, como creyentes, no estamos excluidos de experimentar decepciones que nos llevan a querer rendirnos. Sin embargo, en la carrera de la vida cristiana, Pablo nos desafía a seguir corriendo. Les dice a los corintios: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis» (1 Corintios 9:24). Debemos correr con fidelidad, dice Pablo, estimulados por saber que corremos para honrar a nuestro Rey y que recibiremos de Él una corona eterna.
Si flaqueamos en esta carrera, si dejamos de servir a Dios o cedemos al pecado ante las dificultades, corremos el riesgo de perder una rica recompensa que podríamos haber recibido si hubiésemos corrido de la mejor manera que podemos.
Sybil tenía razón. «Si no corres, no puedes ganar».
Mejor que ganar cualquier medalla será escuchar al Maestro decir: «¡Bien hecho!».