jueves, 16 de junio de 2011

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CORRE

Lectura: 1 Corintios 9:19-27.
"¿No sabéis que […] en el estadio, todos […] corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis" 1 Corintios 9:24
En la película Carrozas de Fuego, ganadora de varios premios, uno de los personajes es el legendario corredor velocista británico Harold Abrahams. Harold está obsesionado por ganar; pero, en las eliminatorias para las Olimpíadas de 1924, en la carrera de 100 metros, es rotundamente vencido por su rival, Eric Liddell. Entonces, reacciona con una profunda decepción. Cuando su novia Sybil trata de animarlo, él dice enojado: «Yo corro para ganar. Si no puedo ganar, ¡no corro!». Ella le responde con sabiduría: «Si no corres, no puedes ganar».
La vida está llena de reveses, y nosotros, como creyentes, no estamos excluidos de experimentar decepciones que nos llevan a querer rendirnos. Sin embargo, en la carrera de la vida cristiana, Pablo nos desafía a seguir corriendo. Les dice a los corintios: «¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis» (1 Corintios 9:24). Debemos correr con fidelidad, dice Pablo, estimulados por saber que corremos para honrar a nuestro Rey y que recibiremos de Él una corona eterna.
Si flaqueamos en esta carrera, si dejamos de servir a Dios o cedemos al pecado ante las dificultades, corremos el riesgo de perder una rica recompensa que podríamos haber recibido si hubiésemos corrido de la mejor manera que podemos.
Sybil tenía razón. «Si no corres, no puedes ganar».
Mejor que ganar cualquier medalla será escuchar al Maestro decir: «¡Bien hecho!».

lunes, 13 de junio de 2011

reflexiones cristianas

PANDA TIRADOR

Lectura: 2 Timoteo 2:1-15.
"Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero […] que usa bien la palabra de verdad" 2 Timoteo 2:15
En su entretenido libro Come, dispara y se va, Lynne Truss se lamenta del problema del mal uso de la puntuación. Muchas veces, esto también se extiende a las traducciones. Truss narra la historia de un panda que entra en un café, pide un emparedado, lo come y, luego, saca una pistola y comienza a disparar. Cuando un mozo le pregunta por qué actuó así, el animal le entrega una guía sobre vida silvestre, mal puntuada y mal traducida, y le dice que busque la descripción de un panda. Decía: «Panda: Mamífero de gran tamaño, color blanco y negro, parecido a un oso, nativo de China. Come, dispara y se va».
Colocar una coma después de la palabra come, en inglés eat, puede confundir por completo al traductor. Las palabras dispara (en inglés, shoot, también significa brotes) y se va (en inglés, leaves, también significa hojas) se usaron erróneamente en lugar de aludir a plantas para comer. En realidad, la guía debía decir: «Come brotes y hojas».
El correcto uso del idioma también es importante para el estudio bíblico. Pablo lo describió así: «usa bien la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). La frase «usa bien» se empleaba para describir a un artesano talentoso que cortaba algo derecho. En el contexto espiritual, significa un estudio diligente y minucioso, guiado por Espíritu Santo; enseñar la verdad de manera directa y correcta. Esta debe ser la prioridad de todo creyente aplicado.
Sé aplicado para estudiar la Biblia y aplícala a tu vida.

sábado, 11 de junio de 2011

DETENERSE A AYUDAR

Lectura: Lucas 10:30-37.
"Amarás […] a tu prójimo como a ti mismo" Lucas 10:27
El Dr. Scott Kurtzman, jefe de cirugía del Waterbury Hospital, en Connecticut, iba camino a dar una conferencia cuando presenció un terrible accidente que involucró 20 vehículos. El doctor se puso inmediatamente en acción, se abrió paso entre los trozos de metal, y comenzó a gritar: «¿Quién necesita ayuda?». Después de prestar asistencia durante 90 minutos, y una vez que las víctimas fueron llevadas a hospitales regionales, el Dr. Kurtzman comentó: «Una persona con capacitación como la mía, simplemente no puede pasar de largo sin atender a una persona herida. Me niego a vivir mi vida sin actuar así».
Jesús relató una parábola sobre un hombre que se detuvo a ayudar a otro (Lucas 10:30-37). Un judío había sido atrapado en una emboscada, desnudado, robado y dejado por muerto. Un sacerdote judío y un ayudante del templo pasaron por allí, vieron al hombre y cruzaron al otro lado del camino. Después pasó un samaritano despreciado, vio al hombre y sintió una tremenda compasión. Su compasión se convirtió en acción: le curó las heridas y se las vendó, lo llevó a una posada, lo cuidó mientras pudo, pagó todos los gastos y después le prometió al posadero que regresaría para pagar cualquier otro gasto adicional que surgiera.
A nuestro alrededor hay personas que están sufriendo. Movidos por la compasión que genera su sufrimiento, seamos de aquellos que se detienen a ayudar.
La compasión siempre es sinónimo de actividad.

viernes, 10 de junio de 2011

SALVAMENTO EN EL MAR

La tempestad era espantosa, con vientos de 120 kilómetros por hora, y rachas que llegaban a los 170. El pesquero ruso «Briz», de seis mil toneladas, se anegaba en las aguas del mar del Norte.

Cuando el capitán Sverdlovsk, del pesquero ruso, vio que su nave se hundía, irradió una llamada de auxilio, y un remolcador holandés, el «Carlot», acudió en su ayuda. Pero el salvamento se hacía casi imposible. Era como si toda la furia de los vientos y las inmensas olas del mar se hubieran propuesto no permitir el rescate de ninguno de los cincuenta y seis marineros a bordo del «Briz».

Después de algún tiempo de tratar de ejecutar el salvamento y de agotar todos los recursos sin poder transferir a un solo hombre, el capitán del remolcador «Carlot», André Ruyg, de cuarenta y dos años de edad y creyente en Dios, hizo lo que para un capitán era insólito. Pidió ayuda divina: «¡Dios mío —rogó—, ayúdanos! Sólo tú puedes calmar este vendaval.»

De repente los vientos comenzaron a calmarse y las inmensas olas perdieron su furia. El salvamento pudo llevarse a cabo, y aunque el pesquero «Briz» se hundió, no pereció ninguno de los marineros.

Las batallas del hombre contra el mar tienen siempre acentos épicos. ¡Es tan grande el océano y son tan pequeños los barcos! ¡Son tan altas las olas y tan frágiles los cascos! Por eso el marinero sabe clamar a Dios, y al igual que en aquella célebre tormenta en el mar de Galilea de dos mil años atrás, Jesús viene en auxilio caminando sobre las olas.

Aprendamos a orar. No es cuestión de aprender ciertos rezos ni oraciones redactadas de cierto modo, sino de establecer una relación permanente con Dios. Practiquemos la presencia de Dios. Vivamos con la línea de comunicación abierta. Que nunca haya un momento en que no estemos en contacto con Dios.

Si no tenemos una relación con Dios, entablemos una sin demora. Si hemos cortado la relación que teníamos, comencemos desde este momento a restablecerla. Así, pase lo que pase, en medio del dolor podremos clamar con la seguridad de que Dios nos está escuchando.

Jesucristo desea ayudarnos en todas las tragedias de la vida. Él puede reprender los vientos y calmar las olas. Lo único que tenemos que hacer es expresarle nuestro temor y esperar con fe en la respuesta. Cristo dijo: «»Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre» (Mateo 7:7‑8).

Hermano Pablo

CRITERIO PARA ELEGIR


Hace un tiempo atrás me llamó la atención el comentario que hizo una mujer acerca de cómo les había enseñado a sus hijos a elegir. Según su criterio, los niños debían “separar para luego elegir”. Usted se preguntará cuál tendría que ser el criterio del niño para separar; muy simple, ella argumentó que debían separar según “sus propios gustos”. Por ejemplo, sus hijos estaban autorizados para mirar por la noche un programa popular de televisión –con contenido poco adecuado para menores de edad– y ellos podían cambiar la señal televisiva sólo cuando algo del programa no les gustara. También debían hacer lo mismo con los alimentos, es decir, si algo no les gustaba, podían dejar el plato de comida, aunque éste estuviera servido sobre la mesa.

Seguramente esta mujer desea lo mejor pa ra sus hijos y anhela que puedan vivir libremente, pero debemos decir que ese criterio de enseñanza, “separar –según los gustos– para luego elegir”, no conduce a la verdadera libertad. Esto no significa que se deban eclipsar los gustos, sino que es necesario establecer un cimiento sólido que les dé a los niños argumentos a la hora de elegir.

Como cristianos creemos que ese criterio es la Palabra de Dios.

La Biblia nos habla de instruir al niño en el camino correcto: “Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará” (Pr 22:6, NVI). Cada día Dios nos da una oportunidad para construir con nuestros niños una pequeña parte del fundamento sólido que los sostendrá en el momento de las elecciones. Esto requiere tiempo y compromiso. Una oración, un devocional compartido, una pequeña enseñanza bíblica a través de ejemplos simples y cotidianos, una acción conjunta para beneficiar a otros o las respuestas a sus inquietudes –a la lu z de la Palabra de Dios–, pueden ser valiosas rocas que les ayudarán a construir ese fundamento.

Jesús les dedicaba tiempo. “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él” (Lucas 18:16-17, NVI). El corazón de un niño recibe la Palabra de Dios con amor, simpleza y sin demasiados planteos, porque les da seguridad y firmeza, los ayuda a construir argumentos y los protege de la indefensión en la que muchos de ellos viven.

A diferencia del criterio de los gustos, los valores del Reino de Dios les dan a los niños confianza para saber qué es lo que conviene y lo que no. “Todo está permitido, pero no todo es provechoso. Todo está permitido, pero no todo es constructivo” (1 Corintios 10:23, NVI).

¿Con qué criterio les estamos enseñando a nuestros niños a elegir? Es importante que nos detengamos a pensar en esto, pues ellos necesitan crecer con solidez.
Patricia Götz

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina

www.iglesialatina.org
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