miércoles, 27 de abril de 2011

SU ÚLTIMO DESEO

«¿Desea usted algo?» La pregunta era natural y un tanto trivial. Es la pregunta que la empleada doméstica le hace al ama de casa cuando ésta toca el timbre. Es la pregunta que nos hace todo dependiente de comercio cuando nos acercamos al mostrador. Es la pregunta que el soldado le hace al coronel cuando éste lo llama.

Pero en este caso la pregunta no era trivial. Se la hicieron a Mark Hopkinson, de cuarenta y dos años de edad. Y quienes la hacían eran los guardias de la prisión de Rawlins mientras llevaban a Hopkinson a la cámara de inyección letal. El hombre, cínico como siempre, respondió: «Sí, tráiganme una rubia y un helicóptero.»

Este hombre, ejecutado el día 21 de enero por tres homicidios, jugó cínicamente la vida. Desprovisto de reverencia alguna, haciendo alarde de ateísmo, sin respeto a nada ni a nadie fuera de su propio egoísmo, vivió en el delito desde los veinte años de edad. A los cuarenta mató a una pareja y al hijito de ambos, a fin de robarles. Después trató de eliminar a un testigo ocular, y el intento se vio frustrado. Así terminó sus días, en la mayor frialdad.

Hay personas que, al igual que Hopkinson, no saben lo que es pudor, ni dignidad, ni honorabilidad ni vergüenza. Quizá no lleguen al extremo de matar al prójimo, pero hacen, como quiera, gala de despreocupación moral, de cinismo indiferente, de callosidad de conciencia, de insensibilidad espiritual. Si se les pregunta: «¿Desea usted algo?», son capaces de dar la misma respuesta de Hopkinson, y con el mismo cinismo descarado: «Sí, una rubia y un helicóptero.»

Para personas así, la vida no es más que placeres sensuales, ganancias materiales, ateísmo artificial, y subir por la escala de la sociedad a costa del prójimo, sacrificando cualquier principio moral o cualquier sentimiento emocional.

El diccionario define cinismo como «impudencia, desvergüenza, procacidad.» Oscar Wilde, escritor y dramaturgo inglés, decía: «El cínico es aquel que conoce el precio de todo, pero no conoce el valor de nada.» El libro de Proverbios en la Biblia dice: «Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez» (Proverbios 5:22‑23). Esa es la vida del cínico.

Tengamos la humildad de reconocer nuestra necesidad. Responder con cinismo al que quiere ayudarnos es la mayor demostración de irresponsabilidad. Esta gran verdad se aplica, especialmente, a nuestra relación con Dios. Acerquémonos a Él en humilde contrición y digámosle: «Ten compasión de mí, que soy pecador» (Lucas 18:13).

Hermano Pablo

¡EL MURIO POR MI!

William y Mary Tanner estaban cruzando los rieles del ferrocarril cuando sucedió. El pie de Mary resbaló y se encajó entre el riel y el cruce para peatones de madera. Ella trató frenéticamente de sacar el pie al tiempo que empezó a escuchar el ruido de un tren que se aproximaba. Sólo quedaban segundos, pues el expreso venía a toda prisa hacia ella por una curva. Will Tanner le haló el pie desesperadamente tratando de liberarla.

Cuando el tren se acercó más, y el silbido sonó a todo volumen, y los frenos chirriaron, Will la tomó en sus brazos. Mientras la gente se estremecía horrorizada, el tren les pasó por encima. Un testigo dijo que justo antes de que la máquina los golpeara escuchó al valiente hombre gritar: «¡Me voy a quedar contigo Mary!» ¡Ese sí que es un gran amor!

Esta historia me recuerda a nuestro Salvador, el cual nos amó con un amor que puede salvarnos (Juan 3:16). La muerte se precipitó sobre Él mientras pendía en la cruz y asumió la pena completa que nosotros merecíamos. Escuchó a personas gritarle que se salvara a Sí mismo y que bajara de la cruz (Mateo 27:40). Pero para salvar a los demás, Cristo optó por no salvarse a Sí mismo (v.42).

Con amor divino y sacrificatorio, Jesús rehusó salvar su propia vida. Murió para poder perdonar nuestros pecados. Nuestro Salvador se quedó en la cruz: por ti y por mí. –Doctor M. R. De Haan

UNIVERSO HUMANO

Lectura: Hechos 28:16-31.
"Y Pablo […] recibía a todos los que a él venían" Hechos 28:30
Durante las décadas de 1920 y 1930, el fotógrafo August Sander decidió retratar diferentes facetas de la sociedad alemana. A través de sus lentes vio operadores de fábricas y financistas, actrices y amas de casa, nazis y judíos. Aunque su colección publicada contiene sólo personas de su ciudad natal, Colonia, y de los alrededores, Sander captó lo que David Propson, en un artículo del periódico The Wall Street Journal, denominó «un universo humano en su esfera limitada».
Esta frase me resulta una descripción apropiada de nuestras vidas y de la gente con quien nos encontramos día tras día. Dondequiera que vivamos, nos cruzamos con personas de muchas extracciones y creencias.
El apóstol Pablo viajó y predicó durante años antes de ser encarcelado en Roma. Allí continuó alcanzado personas con el evangelio, porque se interesaba en ellas y deseaba que conocieran a Jesucristo. El libro de los Hechos concluye con el confinamiento de Pablo en esa ciudad, viviendo bajo vigilancia en una casa alquilada, donde «recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo» (Hechos 28:30-31).
En vez de centrarse en sus limitaciones, Pablo las consideraba oportunidades. Esta es la clave para nosotros también. Hoy hay un universo humano a nuestro alcance.
El evangelio es un regalo invalorable que se ofrece gratuitamente a todos.

domingo, 24 de abril de 2011

ESPERANZA FALSA

Lectura: Efesios 2:1-10.
"Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras…" Efesios 2:8-9
Un bonito pueblo de Bavaria, en Alemania, se llama igual que un lugar horroroso: Dachau. Un museo ubicado en terrenos de este infame campo de concentración nazi atrae muchos aficionados a la historia de la Segunda Guerra Mundial.
A quien recorre el lugar, le resulta difícil pasar por alto las engañosas palabras grabadas en una puerta de hierro: Arbeit Macht Frei. Esta frase (El trabajo te da libertad) era tan sólo una vil mentira que creaba falsas expectativas en aquellos que ingresaban a ese sitio de muerte.
En la actualidad, muchas personas tienen la falsa esperanza de poder ganarse un lugar en el cielo siendo buenos o haciendo las cosas bien. Sin embargo, el patrón de perfección divino exige una vida completamente sin pecado. No hay manera de que alguno de nosotros pueda ser «suficientemente bueno». Sólo somos hechos justos por medio del sacrificio del Salvador impecable. A Jesús, Dios «por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios 5:21). La vida eterna se concede debido al don de la gracia de Dios, no por nuestras buenas obras (Efesios 2:8-9).
No permitas que Satanás te engañe dándote la esperanza falsa de que tus buenas obras te salvarán. Es únicamente mediante la obra de Jesús en la cruz que puedes tener verdadera libertad.
No somos salvos por las buenas obras, sino por la obra de Dios.

sábado, 23 de abril de 2011

«ERROR HUMANO, DESCUIDO Y NIEBLA»

Uno era un Boeing 727 de Iberia. El otro era un DC-9 de Aviaco. Ambos estaban cargados de pasajeros, y ambos corrían por la misma pista. Era la pista de despegue en el aeropuerto de Madrid, capital de España.

Pero los dos aviones de pasajeros no corrían en el mismo sentido, sino que cruzaron sus líneas. La colisión que se produjo fue fatal. Del terrible choque resultaron muertas noventa y tres personas, tanto del Boeing como del DC-9. Fue uno de los más graves accidentes ocurridos en Madrid en el siglo veinte. ¿La causa? «Error humano, descuido y niebla cegadora», anunciaron los diarios.

Hay en realidad pocos accidentes de aviación en comparación con los miles de vuelos que se realizan todos los días alrededor del mundo. Pero cada vez que hay un accidente grave, la prensa mundial conmueve la opinión pública. Y casi siempre la causa de estos accidentes que cuestan centenares de vidas humanas se atribuye al descuido, a la imprevisión o a la falta de señales adecuadas. En ese accidente de Madrid, la causa fue una niebla cegadora, que apenas dejaba ver, y una falla en la torre de control que le dio pista a dos grandes aviones al mismo tiempo.

Así como sucede con los accidentes aéreos, podríamos decir que las demás tragedias que perjudican a las personas, afectan los matrimonios y destruyen los hogares se deben también a «error humano, descuido y niebla» que enceguece.

Pongamos por ejemplo un matrimonio que llega al juzgado para ponerle fin a su relación conyugal. ¿Cuáles son las causas que han provocado el divorcio? En demasiados casos, error humano, de él o de ella, al entregarse a un amor prohibido.

Y descuido. Descuido de los votos solemnes que se hicieron al comienzo de su vida matrimonial. Descuido de las eternas leyes de Dios. Descuido del amor, de la comunicación y del compañerismo imprescindibles entre esposo y esposa para mantener la unidad y la felicidad.

Y niebla cegadora. Niebla de falsos conceptos del amor. Niebla de la conciencia, que no le importa hacer el mal. Niebla que enceguece, de una mala moral cuya sola base es el egoísmo.

Para evitar semejantes tragedias, necesitamos un Salvador, un Señor y un Maestro que nos ponga en el carril adecuado, nos mantenga en una línea recta de conducta y nos provea una sólida fuerza moral. Necesitamos a Jesucristo, único Maestro, Señor y Salvador. Por Él, y con Él, podemos evitar la desgracia.

Hermano Pablo

viernes, 22 de abril de 2011

LA ABUELITA

Un pequeño muchachito estaba contándole a su abuelita cuan mal iba “todo”: la escuela, problemas familiares, severos problemas de salud, etc.

Mientras tanto la abuela estaba horneando un pastel. Entonces ella le preguntó a su nietecito si deseaba un bocado de algo, a lo que por supuesto él aceptó de inmediato.

Sírvete un poco de harina – le dijo la abuela.
¡Uacala abuelita! -contestó el niño.

¿Entonces que te parece servirte un par de huevos crudos?

“¡Ni loco! ¡Que feo!”

“¿Entonces tal vez te gustaría probar un poco de aceite de cocina o de polvo de hornear?”

“Abuelita, que te pasa. Todo eso es ¡Uacala!”

A lo que la abuelita respondió: “En verdad, todas estas cosas se ven muy mal por sí solas. Pero cuando todas ellas son mezcladas de manera correcta, de ellas nace un pastel delicioso.

Dios trabaja de la misma manera. Muchas veces nos preguntamos por qué Él permite que pasemos por momentos y circunstancias tan malos. Pero Dios sabe que ordenando todas estas cosas a Su manera perfecta, ¡éstas siempre obran para nuestro bien!

Solamente tenemos que confiar en Él y, en su momento, las cosas malas que nos pasan se convertirán en algo maravilloso!

TAREA DE RESCATE

Lectura: Romanos 3:10-22.
"Hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente" Lucas 15:10
Como vivo en Colorado, en Estados Unidos, escalo montañas. Los fines de semana, en verano, veo excursionistas ocasionales que no tienen idea de lo que están haciendo. Con sandalias, pantalones cortos, camisetas y un solo recipiente de agua, comienzan a subir un sendero a media mañana. No llevan mapa, ni brújula ni ropa para lluvia.
Un vecino mío, voluntario de Rescate Alpino, me ha contado historias de turistas que fueron rescatados de una muerte segura después de desviarse de una senda. Sin importar las circunstancias, Rescate Alpino siempre responde a un pedido de ayuda. Jamás han sermoneado a un turista desventurado, diciendo: «Bueno, ya que ignoraste las reglas del parque natural, tendrás que soportar las consecuencias». Su misión es rescatar. Buscan a todo excursionista necesitado, lo merezca o no.
El mensaje central de la Biblia habla de rescatar. Pablo señala que ninguno de nosotros «merece» la misericordia de Dios y que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Tal como un excursionista extraviado, lo único que podemos hacer es pedir ayuda. Citando al salmista, el apóstol dice: «No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios» (Romanos 3:10-11; Salmo 14:1-3).
La buena noticia del evangelio es que, a pesar de nuestra condición, Dios nos está buscando y responde a todo pedido de ayuda. Se podría decir que el Señor se ocupa de la tarea de rescate.
La esencia del arrepentimiento es dar las espaldas al pecado y volverse a Dios.