domingo, 10 de abril de 2011

UN ALTAR SIMBÓLICO PARA LA NOVIA

La boda se realizó conforme a todos los reglamentos del caso. Primero se celebró la ceremonia civil; después, una muy sentida y emotiva ceremonia religiosa. La novia, con vaporoso vestido blanco; el novio, de riguroso jaquet; la música, las flores, las velas, los anillos: todo estaba en perfecto orden.

Lo único que diferenció este matrimonio de otros fue el altar ante el cual se juraron los votos. Georgina y Bruce, una pareja de jóvenes de Virginia, Estados Unidos, solicitaron casarse frente a la sepultura de los padres de ella. «Mis padres estuvieron casados cincuenta y un años en la mayor fidelidad —explicó Georgina—. Yo quiero casarme frente a sus sepulcros para decir con eso que yo también creo en la perdurabilidad del matrimonio.»

A pesar de lo extraño del sitio de la ceremonia, no podemos menos que admirar los ideales de esa pareja. Ya sea que el matrimonio se celebre frente al sepulcro de padres fieles, o en una iglesia, siguiendo la más estricta liturgia eclesiástica, lo que aquí sobresale es ese propósito sano, puro y bíblico de establecer la unión matrimonial hasta que la muerte los separe.

Dios ha diseñado el matrimonio como una unión perdurable. La monogamia y la fidelidad recíprocas son la única base de un hogar dichoso y duradero. La receta divina es ésta: «Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser» (Génesis 2:24). El apartarse de estos principios santos es jugar con el acto humano más sagrado que existe. El divorcio —juego descuidado, rebelde y desobediente— es lo que ha creado una sociedad sin escrúpulos, sin moralidad, sin fe y sin Dios. ¿Cuál tiene que ser el resultado? El caos, un caos horrible, el caos social que predomina en el mundo actual.

No es necesario que ocurra este desbarajuste. Siempre es posible tener un matrimonio como lo predispuso Dios. Sólo hace falta seguir sus enseñanzas. En cualquier lugar donde nos casemos, ya sea en una capilla, o en una playa, o en un restaurante o en un bosque, podemos sentar las bases de una relación conyugal pura y perdurable si ese matrimonio sigue los principios de la Santa Biblia y las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo.

Invitemos a Cristo a nuestra boda, y determinemos vivir con nuestro cónyuge el resto de nuestra vida. Esa es la única manera que vale para entrar en una relación matrimonial, que es la más importante de esta vida. Permitamos que Cristo sea el Guía y el Señor de nuestro destino.

Hermano Pablo

sábado, 9 de abril de 2011

MEDIO AMBIENTE LIMPIO

Lectura: Efesios 4:17-32.
"Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación" Efesios 4:29
¡Qué problema tan frustrante es la contaminación! Todos la padecen, pero todos contribuyen a que aumente.
La contaminación se presenta de muchas maneras, pero hay una forma que suele ser pasada por alto. Charles Swindoll la llama «contaminación verbal», y la generan los rezongones, los quejosos y los criticones. «El veneno del pesimismo —escribe Swindoll— crea una atmósfera de negativismo generalizado donde lo único que se enfatiza es el lado malo de las cosas».
Un grupo de amigos creyentes en Cristo se interesó en esta forma de contaminación y la parte que les tocaba en cuanto a ella. Entonces, acordaron evitar manifestaciones críticas durante toda una semana. ¡Quedaron sorprendidos al descubrir lo poco que habían hablado! A medida que continuaron con el experimento, tuvieron que volver a aprender a hablar.
En Efesios 4, Pablo insta a los creyentes a actuar de una manera práctica como esa. Se nos dice que debemos despojarnos del viejo yo y de sus comportamientos, que entristecen al Espíritu Santo (vv. 22,30), y vestirnos del nuevo ser que edifica a los demás (v. 24). Al depender de la ayuda del Espíritu (Gálatas 5:16), podemos efectuar cambios en la conducta, en la manera de pensar y en la forma de hablar.
Si queremos librarnos de la contaminación verbal, debemos decidir cambiar y pedirle a Dios que nos ayude. Es una gran manera de comenzar a limpiar el medio ambiente espiritual.
Ayuda a acabar con la contaminación: ¡limpia tu manera de hablar!

SEAMOS HONESTOS

La lectura bíblica de hoy nos recuerda que los demás nos conocen por nuestros frutos. También hay muchas otras cosas que ayudan a identificarnos. Hay un dicho que dice: “Dime con quien andas y te diré quien eres”. Hace unos años, vimos un letrero al frente de una pequeña iglesia de campo que decía: “Dime las personas que evitas y te diré quien eres”.

Las cosas que leemos también nos identifican. La oruga de la col sólo se alimenta de la col, mientras que la oruga de la nuez se alimenta de las hojas del árbol de nuez. La oruga del algodoncillo solo se alimenta del algodoncillo, y fácilmente identificamos al insecto de la papa por su amor a la planta de la papa.

El hombre que se pasa horas leyendo las páginas deportivas en el diario lo hace porque es admirador de los deportes. La literatura en tu hogar identifica la clase de persona que eres. ¿Tienes tiempo de sobra para el diario, pero sólo le echas un vistazo breve a la sana y buena literatura, la cual podría ayudarte crecer espiritualmente? Nos volvemos como los libros que leemos y como las personas con las que nos relacionamos.

¿Acaso tu lectura te identifica como un hijo de Dios?

Cuanto más andamos con Cristo, más nos parecemos a Cristo.

Fuente: Melvin Yoder, Junto a Aguas de Reposo.

Así que, por sus frutos los conoceréis. —Mateo 7:20

jueves, 7 de abril de 2011

TENGO A JESUS PARA ESTO

Lectura: Salmo 66:1-15.
"No te desampararé, ni te dejaré" Hebreos 13:5
En una reunión de evangelización, en Irlanda, el orador estaba explicando qué significa permanecer en Cristo y confiar por completo en Él en toda dificultad. Al concluir su mensaje, repitió varias veces: «Significa que, en toda situación, puedes seguir diciendo: “Tengo a Jesús para esto”».
Más tarde, la reunión quedó abierta para dar testimonios. Una joven dijo: «Hace unos minutos, me entregaron este telegrama. Dice: “Mamá está muy enferma. Toma el tren de inmediato”. Cuando vi esas palabras, supe que el mensaje de esta noche era justo para mí. Mi corazón miró al cielo y dijo: “Tengo a Jesús para esto”. Al instante, mi alma se inundó de paz y fortaleza».
Tres o cuatro semanas después, el evangelista recibió una carta de esta mujer, que decía: «Gracias otra vez por el mensaje que dio ese día. La vida se ha convertido en un salmo ininterrumpido de victoria porque me di cuenta de que, sin importar lo que suceda en la vida, tengo a Jesús para eso».
Esa creyente había hallado en Cristo a la Persona que estaría con ella «por el fuego y por el agua», y que la sacaría «a abundancia» (Salmo 66:12).
Si estás soportando una gran prueba de aflicción, recuerda que… ¡tienes a Jesús para eso!
Si siempre permanecemos en Cristo, descubriremos que Cristo siempre permanece con nosotros.

martes, 5 de abril de 2011

UN ALTAR SIMBÓLICO PARA LA NOVIA

La boda se realizó conforme a todos los reglamentos del caso. Primero se celebró la ceremonia civil; después, una muy sentida y emotiva ceremonia religiosa. La novia, con vaporoso vestido blanco; el novio, de riguroso jaquet; la música, las flores, las velas, los anillos: todo estaba en perfecto orden.

Lo único que diferenció este matrimonio de otros fue el altar ante el cual se juraron los votos. Georgina y Bruce, una pareja de jóvenes de Virginia, Estados Unidos, solicitaron casarse frente a la sepultura de los padres de ella. «Mis padres estuvieron casados cincuenta y un años en la mayor fidelidad —explicó Georgina—. Yo quiero casarme frente a sus sepulcros para decir con eso que yo también creo en la perdurabilidad del matrimonio.»

A pesar de lo extraño del sitio de la ceremonia, no podemos menos que admirar los ideales de esa pareja. Ya sea que el matrimonio se celebre frente al sepulcro de padres fieles, o en una iglesia, siguiendo la más estricta liturgia eclesiástica, lo que aquí sobresale es ese propósito sano, puro y bíblico de establecer la unión matrimonial hasta que la muerte los separe.

Dios ha diseñado el matrimonio como una unión perdurable. La monogamia y la fidelidad recíprocas son la única base de un hogar dichoso y duradero. La receta divina es ésta: «Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser» (Génesis 2:24). El apartarse de estos principios santos es jugar con el acto humano más sagrado que existe. El divorcio —juego descuidado, rebelde y desobediente— es lo que ha creado una sociedad sin escrúpulos, sin moralidad, sin fe y sin Dios. ¿Cuál tiene que ser el resultado? El caos, un caos horrible, el caos social que predomina en el mundo actual.

No es necesario que ocurra este desbarajuste. Siempre es posible tener un matrimonio como lo predispuso Dios. Sólo hace falta seguir sus enseñanzas. En cualquier lugar donde nos casemos, ya sea en una capilla, o en una playa, o en un restaurante o en un bosque, podemos sentar las bases de una relación conyugal pura y perdurable si ese matrimonio sigue los principios de la Santa Biblia y las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo.

Invitemos a Cristo a nuestra boda, y determinemos vivir con nuestro cónyuge el resto de nuestra vida. Esa es la única manera que vale para entrar en una relación matrimonial, que es la más importante de esta vida. Permitamos que Cristo sea el Guía y el Señor de nuestro destino.

Hermano Pablo

domingo, 3 de abril de 2011

COMO UN CORDERO

Lectura: Juan 15:9-17.
"Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca" Isaías 53:7
En 1602, el artista italiano Caravaggio pintó un cuadro titulado La captura de Cristo. Esta obra, una muestra temprana del estilo barroco, es cautivante. Hecha con matices oscuros, permite que el observador contemple el arresto de Jesús en el huerto de Getsemaní. Dos elementos notorios de la escena descrita en la pintura captan la atención de quien la contempla. El primero es Judas, dando el beso traidor. Sin embargo, la vista luego se centra inmediatamente en las manos de Jesús, las cuales están suavemente entrelazadas mostrando que no ofrecía ninguna resistencia ante esa injusticia. Aunque Cristo tuvo el poder para crear un universo, se entregó voluntariamente a Sus captores y a la cruz que le aguardaba.
Mucho antes de que tuviera lugar esta escena, Jesús les dijo a sus oyentes que nadie podía quitarle la vida, sino que Él la ponía voluntariamente (Juan 10:18). Esta actitud de entrega voluntaria fue profetizada por Isaías, quien escribió: «Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca» (Isaías 57:3).
El sacrificio personal de Cristo, a semejanza del de un cordero, es una muestra maravillosa de la grandeza de Su amor. «Nadie tiene mayor amor que este», explicó Él, «que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Piénsalo. ¡Hasta tal punto te amó Jesús!
Las manos traspasadas de Jesús revelan el corazón inundado de amor de Dios.

sábado, 2 de abril de 2011