jueves, 20 de enero de 2011

EL HORNO DE LA AFLICCIÓN

Eran seis hombres, los seis dominicanos, que querían escapar del horno de la aflicción. No tenían trabajo. No tenían dinero. No tenían esperanzas. Así que se metieron dentro de un cajón de mercancías de un barco que partía de Santo Domingo hacia Miami, Florida.

Esperaban llegar en menos de veinticuatro horas. Pero tardaron tres días. La temperatura dentro del cajón subió y subió hasta llegar a 54 grados centígrados. Cuatro de los hombres murieron de deshidratación. Pero Daniel Fernández, de diecinueve años de edad, y su amigo Raúl Mesa, de veinticuatro, sobrevivieron.

En medio de ese infernal horno le habían rogado a Dios: «Por favor, Señor, ¡ayúdanos a sobrevivir! ¡No nos dejes morir así!»
¡Cuántos no serán los dramas que ocurren a diario en las diversas fronteras de este mundo! Son los dramas de personas que a toda costa desean salir de su condición precaria debido a la pobreza y el desempleo, y pagan grandes sumas de dinero, dinero que difícilmente consiguen, para que los introduzcan ilegalmente a lo que ellos piensan es la tierra de promisión. Esos jóvenes dominicanos vivieron ese drama.

La frase «el horno de la aflicción» es una frase bíblica (Isaías 48:10) que describe a cabalidad la aflicción de los israelitas durante cuatrocientos años de servicio forzado al faraón de Egipto, y la que pasaron los tres jóvenes hebreos, en tiempos del rey Nabucodonosor, al ser arrojados a un horno en llamas, del cual salieron sin la más mínima quemadura.

Hoy usamos esa frase para denotar algún problema muy serio por el cual estamos pasando, o alguna enfermedad aguda que nos ha atacado, o algún dolor familiar muy grande que nos hace llorar. ¿Qué hacer cuando nos encontramos en tales hornos?

Cuando todo recurso humano ha fallado, siempre está Dios. Y Dios contesta el clamor del necesitado en dos formas. Por una parte, trae el socorro oportuno y libra del horno de la muerte al necesitado. Y por otra, le da al necesitado fe y seguridad de que, estando Dios a cargo del problema, todo va a salir bien. Esta no es siempre una solución inmediata al problema específico que nos acosa. Es más bien una chispa de paz, de tranquilidad, de seguridad, de que Dios, a la larga, nos hará triunfar. La promesa es que «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo» (Romanos 10:13). Basta con pedir, creer y recibir. Cristo siempre acude al clamor sincero del necesitado.

Hermano Pablo

miércoles, 19 de enero de 2011

JOSUÉ 1:8

EL BESO DE LA MUERTE

Era un caso de vida o muerte, y había que actuar rápido. Si no, el pequeño animal moriría. Así que Paul La Fonte, francés de treinta y siete años de edad y amante de los animales, procedió a hacer la resucitación boca a boca.

Pero el animal moribundo no era un cariñoso gatito. Era una pequeña cobra recién traída de la India. Había sido pisada por un automóvil al sacarla de la jaula, y por no dejarla morir, Paul sopló aliento en los pulmones del ofidio.

La cobra revivió, y lo primero que hizo fue clavar sus colmillos en los labios de su salvador. Los diarios de Avignon, Francia, al comentar el caso, concluyeron: «El beso francés entraña peligros, pero el de este hombre fue el más mortal de todos.»

Este no ha sido el único caso de un beso mortal. En los novelones que se publicaban a principios de siglo era común que dos amantes decepcionados se suicidaran mutuamente bebiendo el mismo veneno, tomándolo el uno de la boca del otro.

Hay otros besos que así mismo hieren, estropean, golpean y matan; por ejemplo, los que empinan la botella de licor porque ya ni los grandes vasos los satisfacen, y sorben con avidez trago tras trago. Ese beso que le dan a la botella resulta ser, para muchos de ellos, un beso mortal.

Los pequeños que, por seguir el ejemplo de los grandes, consiguen un cigarrillo de marihuana y se lo pasan el uno al otro, están también causándose la muerte con el beso que dan en la maldita aspirada.

Lo mismo ocurre con los que se inyectan una jeringa hipodérmica. El beso fatal que se dan con la aguja, no con los labios pero sí con las venas, no sólo los deja endrogados, sino que por la transmisión tan frecuente del virus del SIDA también les resulta ser un beso mortal.

El que besa la boca de la mujer ajena está también dando un beso de muerte. El adulterio es la muerte del matrimonio. Podrá parecer dulce en el momento, pero es un beso mortal.

Las ambiciones deshonestas, así como las pasiones desenfrenadas, son fuego y son veneno. Ceder a ellas es ceder a un beso mortal.

¿Cómo podemos evitar ser víctimas de esta clase de beso mortal? Haciendo de Jesucristo, y de sus leyes morales, el patrón de nuestra vida. Es que si Cristo es nuestro Salvador, si Él es nuestro Señor, si Él es quien motiva todas nuestras acciones, nos veremos entonces libres de toda mala consecuencia. Permitamos que Cristo sea el Señor de nuestra vida. Él nos salvará de todo beso mortal.

Hermano Pablo

martes, 18 de enero de 2011

ES ASUNTO MIO

Lectura: Levítico 19:11-18.
"No te vengarás, ni guardarás rencor […], sino amarás a tu prójimo como a ti mismo" Levítico 19:18
En 1955, cuando el sur de los Estados Unidos seguía sumamente segregado, Emmett Till, un joven negro de Chicago, fue a visitar a sus parientes en Mississippi. Después de «atreverse» a hablar con una mujer blanca, dos hombres, también blancos, lo asesinaron brutalmente. Tras deliberar durante una hora, un jurado de varones, todos blancos, los declaró «inocentes». Tiempo después, en un artículo de la revista Life, ambos confesaron el crimen.
Tras el veredicto, la madre de Emmett dijo: «Hace dos meses, tenía un bonito apartamento en Chicago, un buen trabajo, un hijo. Cuando algo les sucedía a los negros en el sur, yo decía: “Es asunto de ellos, no mío”. Ahora sé que estaba equivocada. El asesinato de mi hijo me mostró que lo que le sucede a cualquier persona, en cualquier parte del mundo, nos incumbe a todos».
Otro asunto que nos atañe a todos es lo que Levítico 19:18 nos insta a hacer: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Jesús cita este versículo y lo interpreta: dice que el amor a quienes nos rodean no tiene límites (Mateo 22:39; Lucas 10:25-37). Prójimo no se refiere sólo a los vecinos, sino a cualquiera que tenga necesidades. Debemos ocuparnos de los demás como nos ocupamos de nosotros mismos.
Amar a nuestro prójimo significa identificarnos con la persecución, el sufrimiento y las injusticias que padecen los otros seres humanos. Es asunto de todos los que siguen a Cristo.
La compasión pone en práctica el amor.

domingo, 16 de enero de 2011

EJEMPLO DE RECTITUD, INTEGRIDAD Y JUSTICIA

El espectáculo era apasionante, al extremo de ser morboso. Unas cincuenta personas lo contemplaban ávidamente. Se trataba de una joven de dieciséis años de edad, de la ciudad Ho Chi Min, en la antigua Saigón. Ella intentaba suicidarse, arrojándose de un alto puente al río que corría abajo. Las cincuenta personas, sin corazón, le gritaban: «¡Tírate! ¡Tírate!» Y en un momento dado, la adolescente, en efecto, se lanzó al agua.

Nueve personas corrieron al borde del puente para verla caer al agua. El peso acumulado rompió el frágil puente, y las nueve cayeron al abismo. Pero, cosa curiosa, la joven suicida se salvó, pues lograron rescatarla, mientras que los nueve mórbidos curiosos perecieron en las aguas.

A la gente como que le gusta los espectáculos morbosos, truculentos, dramáticos, trágicos; especialmente el espectáculo que dan los presuntos suicidas. Los espectadores no acuden necesariamente para mostrarles cariño y aconsejarles que conserven la vida. Al contrario, ansiosos de sangre y de desgracia ajena, gritan: «¡Tírate! ¡Tírate!»

Dicen que cuando se junta una multitud, el nivel intelectual de la gente desciende al del más bruto. Lo mismo pasa con el sentido moral. Éste también baja de grado conforme aumenta el monto de gente congregada.

«Las multitudes —concluyó Goethe— oyen mejor los gritos que las razones.» Cuanta más gente se reúne en un lugar para vociferar y gritar, más baja el nivel de humanidad, y más sube el nivel de inhumanidad.

¿Será por eso que nuestros jóvenes caen tan fácilmente en la desgracia de la inmoralidad y el materialismo? «Todos lo hacen», es la excusa que ofrecen, y siguiendo el rumbo del montón, se reducen al nivel del menor común denominador.

¿Dónde está el joven recto? ¿Dónde está el líder íntegro? ¿Por qué tiene que ser el perverso, el injurioso, el malo, el que atrae la atención?

Dios ha creado a todo joven como un individuo. Cada uno es un ser único. No hay nada en el mundo entero que lo obligue a ser como los demás. Es un individuo en el sentido más estricto de la palabra. Más vale que no deshonre su individualidad, ni sacrifique su decencia, ni se rebaje al nivel del montón, sino que sea el líder sano, recto y fuerte que este mundo tanto necesita.

Jesucristo establece el dechado para nuestra vida. Él se atrevió a ser diferente de todos los demás, dando ejemplo de rectitud, integridad y justicia. Sigamos su ejemplo. Ser recto en toda causa es mil veces más grato que recibir el aplauso del montón. Atrevámonos a ser personas dignas de confianza.

Hermano Pablo

sábado, 15 de enero de 2011

SEAMOS COMO LA HORMIGA

Brenda era una mujer joven a quien se le invitó a que fuera a escalar una montaña. Aunque muy asustada, ella fue con su grupo a un enorme granito acantilado. A pesar de su temor, se puso la correa, agarró la soga y comenzó a subir la cara de esa roca.

Ella había conseguido una repisa donde podría tomar un descanso. Mientras ella colgaba se soltó una cuerda de seguridad y dio a presión contra el ojo de Brenda y golpeó hacia fuera su lente de contacto.

Bien, aquí ella está, en una repisa de la roca, con centenares de pies debajo de ella y centenares de pies encima. Por supuesto, ella miraba y miraba esperando que su lente hubiese aterrizado en la repisa,
pero no estaba allí. Aquí estaba ella, lejos de su hogar y afectada en su visión. Ella estaba desesperada y comenzó a sentir que enloquecería, pero rogó al Señor para que la ayudara a encontrarlo.

Cuando ella llegó a la cima, un amigo le examinó el ojo. Ella se sentó abajo, desanimada, con el equipo esperando porque el resto del grupo llegara a la cima. Ella miraba fuera a través de la gama de montañas, pensando en ese verso que dice, ” Los ojos del El Señor funcionan hacia adelante y atrás, através de toda la tierra.”ella pensó,” Señor, usted puede ver todo en estas montañas. Usted conoce cada piedra y hoja, y Usted sabe exactamente dónde está mi lente de contacto . Por favor ayúdeme.”

Todos bajaron al fondo. En el fondo habían otros escaladores nuevos de un partido que apenas comenzaban a subir. Uno de ellos ¡gritando dijo, “oigan, ustedes chicos! Alguno ha perdido un lente de contacto?”

Bien, eso los sorprendió bastante, pero sabe por qué el trepador lo vio? Una hormiga se movía lentamente a través de la cara de la roca, llevándolo en su parte posterior. Brenda dijo que su padre es dibujante. Cuando ella le contó la historia increíble de la hormiga, la oracion, y el lente de contacto, él dibujó un cuadro de una hormiga que arrastra ese lente de contacto con las siguientes palabras, “Señor, no sé porqué desea que yo lleve esta cosa. No puedo comerla, y es terriblemente pesada. Pero si esto es lo que deseas , la llevaré para ti.”

Probablemente sería bueno que nosotros de vez en cuando digamos, “Dios, yo no sé por qué deseas que lleve esta carga. No puedo ver nada bueno en ella y es terriblemente pesada. Pero, si tu lo deseas, yo la llevaré .”

Dios no llama a los cualificados, Él cualifica a los llamados.
Sí, amo a DIOS… Él es mi fuente de existencia y mi salvador.

Él me guarda para funcionar con cada uno y cada día.
Sin él, no soy nada, pero con Él…
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Phil. 4:13)

UNA SEGUNDA OPORTUNIDA

Lectura: Lamentaciones 3:22-33.
"Nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad" Lamentaciones 3:22-23
Hace exactamente un año, 155 personas que iban en el vuelo 1549 de US Airways creyeron que morirían. Al despegar de la ciudad de Nueva York, el avión atropelló una bandada de gansos, lo cual detuvo ambos motores. Con los motores apagados, el capitán hizo planear el avión sobre una zona densamente poblada, y luego anunció: «Prepararse para el impacto». No habían pasado 90 segundos cuando la aeronave inutilizada aterrizó sobre las aguas heladas del río Hudson, adonde inmediatamente acudieron barcos y balsas para rescatar a los pasajeros y a la tripulación. Todos sobrevivieron. La gente lo llamó «el milagro del Hudson» y todos elogiaron al piloto y a su personal. Un pasajero agradecido, dijo simplemente: «Tenemos una segunda oportunidad en la vida».
En tiempos de crisis, valoramos la importancia de cada minuto. Sin embargo, en la rutina diaria, solemos olvidar que cada día es una segunda oportunidad. «Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré» (Lamentaciones 3:22-24).
Podemos decidir vivir con gratitud por la misericordia y la gracia de Dios, con confianza en Su fiel cuidado y con esperanza porque Él está siempre con nosotros. Hoy Dios nos ofrece una segunda oportunidad en la vida. ¡Aprovechémosla al máximo!
Nuestro Dios es un Dios de segundas oportunidades.