sábado, 15 de enero de 2011

SEAMOS COMO LA HORMIGA

Brenda era una mujer joven a quien se le invitó a que fuera a escalar una montaña. Aunque muy asustada, ella fue con su grupo a un enorme granito acantilado. A pesar de su temor, se puso la correa, agarró la soga y comenzó a subir la cara de esa roca.

Ella había conseguido una repisa donde podría tomar un descanso. Mientras ella colgaba se soltó una cuerda de seguridad y dio a presión contra el ojo de Brenda y golpeó hacia fuera su lente de contacto.

Bien, aquí ella está, en una repisa de la roca, con centenares de pies debajo de ella y centenares de pies encima. Por supuesto, ella miraba y miraba esperando que su lente hubiese aterrizado en la repisa,
pero no estaba allí. Aquí estaba ella, lejos de su hogar y afectada en su visión. Ella estaba desesperada y comenzó a sentir que enloquecería, pero rogó al Señor para que la ayudara a encontrarlo.

Cuando ella llegó a la cima, un amigo le examinó el ojo. Ella se sentó abajo, desanimada, con el equipo esperando porque el resto del grupo llegara a la cima. Ella miraba fuera a través de la gama de montañas, pensando en ese verso que dice, ” Los ojos del El Señor funcionan hacia adelante y atrás, através de toda la tierra.”ella pensó,” Señor, usted puede ver todo en estas montañas. Usted conoce cada piedra y hoja, y Usted sabe exactamente dónde está mi lente de contacto . Por favor ayúdeme.”

Todos bajaron al fondo. En el fondo habían otros escaladores nuevos de un partido que apenas comenzaban a subir. Uno de ellos ¡gritando dijo, “oigan, ustedes chicos! Alguno ha perdido un lente de contacto?”

Bien, eso los sorprendió bastante, pero sabe por qué el trepador lo vio? Una hormiga se movía lentamente a través de la cara de la roca, llevándolo en su parte posterior. Brenda dijo que su padre es dibujante. Cuando ella le contó la historia increíble de la hormiga, la oracion, y el lente de contacto, él dibujó un cuadro de una hormiga que arrastra ese lente de contacto con las siguientes palabras, “Señor, no sé porqué desea que yo lleve esta cosa. No puedo comerla, y es terriblemente pesada. Pero si esto es lo que deseas , la llevaré para ti.”

Probablemente sería bueno que nosotros de vez en cuando digamos, “Dios, yo no sé por qué deseas que lleve esta carga. No puedo ver nada bueno en ella y es terriblemente pesada. Pero, si tu lo deseas, yo la llevaré .”

Dios no llama a los cualificados, Él cualifica a los llamados.
Sí, amo a DIOS… Él es mi fuente de existencia y mi salvador.

Él me guarda para funcionar con cada uno y cada día.
Sin él, no soy nada, pero con Él…
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. (Phil. 4:13)

UNA SEGUNDA OPORTUNIDA

Lectura: Lamentaciones 3:22-33.
"Nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad" Lamentaciones 3:22-23
Hace exactamente un año, 155 personas que iban en el vuelo 1549 de US Airways creyeron que morirían. Al despegar de la ciudad de Nueva York, el avión atropelló una bandada de gansos, lo cual detuvo ambos motores. Con los motores apagados, el capitán hizo planear el avión sobre una zona densamente poblada, y luego anunció: «Prepararse para el impacto». No habían pasado 90 segundos cuando la aeronave inutilizada aterrizó sobre las aguas heladas del río Hudson, adonde inmediatamente acudieron barcos y balsas para rescatar a los pasajeros y a la tripulación. Todos sobrevivieron. La gente lo llamó «el milagro del Hudson» y todos elogiaron al piloto y a su personal. Un pasajero agradecido, dijo simplemente: «Tenemos una segunda oportunidad en la vida».
En tiempos de crisis, valoramos la importancia de cada minuto. Sin embargo, en la rutina diaria, solemos olvidar que cada día es una segunda oportunidad. «Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré» (Lamentaciones 3:22-24).
Podemos decidir vivir con gratitud por la misericordia y la gracia de Dios, con confianza en Su fiel cuidado y con esperanza porque Él está siempre con nosotros. Hoy Dios nos ofrece una segunda oportunidad en la vida. ¡Aprovechémosla al máximo!
Nuestro Dios es un Dios de segundas oportunidades.

jueves, 13 de enero de 2011

LA SEPULTURA NO ES LO IMPORTANTE

Primero lo enterraron en la iglesia de Garrison, en Potsdam, Alemania, junto a su padre Federico Guillermo. De ahí, en la época de la Segunda Guerra Mundial, lo sacaron y lo llevaron al refugio secreto del Mariscal Herman Goering. De ese lugar lo trasladaron a una mina de sal en Turingia, Alemania Oriental, a casi cinco mil metros bajo la superficie de la tierra.

De ahí lo llevaron a una iglesia en el pueblo de Marburgo, en Alemania Occidental. Y por fin en agosto de 1991, después de doscientos cinco años de haber muerto, el cuerpo de Federico I, el Grande, rey de Prusia, fue sepultado donde él quería: en los jardines de su palacio de verano, en la ciudad de Potsdam.

Toda esa odisea nos lleva a preguntarnos: ¿Tiene, realmente, alguna importancia el lugar donde a uno lo entierran?

Los grandes de este mundo la dan tanta importancia al lugar donde van a vivir como al lugar donde serán enterrados. Piensan que las personas de ilustre cuna como ellos deben ser sepultadas en lugares de grandeza y renombre.

Así pasó con Federico I, el Grande, rey de Prusia, filósofo, artista, mecenas de literatos, y formidable guerrero. Él quería que lo enterraran sin ninguna pompa ni ceremonia en los jardines de su palacio que bautizó «Sans Souci», que en francés significa «sin preocupación». Pero los azares de la política y de la historia lo llevaron de lugar en lugar, hasta que al fin, doscientos cinco años después de su muerte, sus restos llegaron a descansar donde él siempre quiso.

Y surge de nuevo la pregunta: ¿Tiene, después de todo, real importancia el lugar donde a uno lo entierran? Estudiemos esto por un momento.

Somos cuerpo y alma, lo material y lo espiritual, lo pasajero y lo eterno. El cuerpo que nos sostiene vino de la tierra y a la tierra regresa. El alma, esa parte inmaterial nuestra que es lo que realmente somos, es eterna. Es triste que le demos más importancia a la parte nuestra que retorna al polvo que a la que nunca muere.

Ciertamente para los familiares y amigos íntimos el lugar donde reposa el cuerpo tiene importancia; pero sin falta de respeto, o más aún, de reverencia, al deseo de estos allegados, para la persona que muere lo que más importa es dónde irá después de la muerte. Es el destino del alma lo que vale, no el destino del cuerpo.

Dios no nos ofrece sepulturas en mausoleos de mármol sino una morada eterna en la gloria celestial. Démosle hoy mismo nuestro corazón a su Hijo Jesucristo. Él nos dará una vida íntegra y buena aquí, y una vida de gloria eterna en el más allá.

Hermano Pablo

miércoles, 12 de enero de 2011

ACABADORES

Lectura: 2 Timoteo 4:1-8.
"He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" 2 Timoteo 4:7
Cuando era niño, soñaba con convertirme en cinturón negro en karate. Hace varios años, comencé a entrenarme y estuve a punto de alcanzar esa meta. Sin embargo, a dos cinturones de distancia del objetivo, abandoné. Hubo dos razones: mi profesor cambió la metodología a mitad del proceso de entrenamiento, y yo empecé a estar tan ocupado que no podía dedicar el tiempo necesario para entrenarme.
Casi todas las semanas, me frustro al pensar que Dios quiere que sea un acabador en todos los aspectos de mi vida, pero, en especial, en el servicio para Él.
Cuando Pablo se refirió al final de su vida, no se sintió frustrado por no haber cumplido con algunas facetas de su ministerio. En esta última despedida (2 Timoteo 4:7), el apóstol empleó palabras sumamente ilustrativas para describir la manera de acabar su servicio para Cristo. Describió su vida y su ministerio comparándolos con una batalla: «He peleado la buena batalla». Esa batalla era buena porque había participado en ella a favor de Dios y del evangelio. Luego, como un paralelismo de su ministerio, utilizó la ilustración de una carrera: «He acabado la carrera, he guardado la fe». Pablo declaró que, por la gracia de Dios, había acabado todo lo que el Señor le había dado para hacer.
Como seguidores de Jesús, esforcémonos para ser acabadores, al perseverar en nuestro servicio para Cristo.
Corre la carrera con la vista puesta en la eternidad.

2 DE PEDRO 3:9

martes, 11 de enero de 2011

REGISTRO DE PEREGRINOS

Lectura: Hebreos 11:32-40.
"Nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos […], corramos con paciencia" Hebreos 12:1
En el antiguo Oregon Trail [Sendero de Oregon], en Idaho, hay un indicador: un montículo gigante de lava, conocido localmente como Register Rock [Roca de la inscripción]. Está ubicado en una zona considerada en el siglo xix por los inmigrantes que viajaban por ese sendero hacia el oeste como el sitio favorito para acampar durante la noche.
Los viajeros solían escribir sus nombres en la roca como un recordatorio de su paso por allí. Register Rock es un monumento al coraje y la tenacidad de esas personas.
Cuando pienso en esa roca, me vienen a la mente otros peregrinos que han pasado a nuestro lado durante su viaje. Hebreos 11 menciona a algunas de esas almas vigorosas: Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David y Samuel, por nombrar algunos.
Pero hay otros peregrinos más recientes: mi madre y mi padre; la Sra. Lincoln, mi maestra de escuela dominical de quinto grado; mi líder juvenil, John Richards; mis maestros Ray Stedman y Howard Hendricks; y podría mencionar muchísimos más. Es probable que estos no hayan escrito sus nombres en rocas, pero sí están grabados en mi memoria.
El autor de Hebreos nos insta a recordar a los «peregrinos» que anduvieron antes que nosotros, en especial, a aquellos que nos «hablaron la Palabra de Dios», y a considerar «cuál haya sido el resultado de su conducta» (Hebreos 13:7). Y lo más importante aún, nos alienta a imitar su fe.
Quienes siguen a Cristo guían a los demás en la dirección correcta.

¿MATORRALES U HOMBRES?

Allí al costado del camino había algo que se movía. Tal vez eran vacas o caballos. O posiblemente eran matorrales o arbustos. Eran las dos de la mañana, y Tony Tropez no veía bien. Había bebido demasiado.

Él y otros dos amigos salieron del vehículo. Tony apuntó su rifle a lo que él pensó que eran arbustos, y sólo por disparar haló el gatillo varias veces.

Después de un par de horas regresó a su casa y se acostó a dormir. A las siete de la mañana lo despertó su madre. «Levántate, hijo —le dijo—. Te busca la policía. Dicen que anoche mataste a dos muchachos.» En efecto, los matorrales a los que había disparado locamente Tony eran Javier Ramírez, joven de dieciocho años de edad, y Rolando Martínez, de diecisiete.

Ésta es una tragedia más, producto del alcohol. En este caso es más doloroso el hecho porque todos eran amigos, estudiantes del mismo colegio.

El homicida era un brillante alumno que nunca había estado en problemas. Pero salió de parranda con sus amigos, bebió demasiado y se armó de un rifle de repetición. Con el arma en la mano y con el alcohol en el cerebro, disparó tiros a la loca. Nunca se imaginó que esas balas fueran para sus amigos.

¿A quién se le puede echar la culpa de esta tragedia tan lamentable? ¿Quién o qué es responsable de este suceso? ¿Cómo pudo ocurrir algo así?

Si en el banquillo de los acusados sentáramos a todos los culpables o presuntos culpables, la lista sería larga. Pondríamos, por una parte, a los fabricantes de armas, y con ellos a los que las venden. Luego pondríamos a los que fabrican y expenden licor.

Acusaríamos también a todas las películas de violencia y homicidio, y a todos los héroes de pistola y de metralleta.

Tendríamos también que acusar a una sociedad que se ha hecho materialista y cínica, y que se pavonea de su libertad, que no es más que libertinaje.

Y no quedaría sin culpa la religión, que a pesar de predicar la vida sana, dando los pasos a seguir, es impotente para transformar y regenerar al hombre, como también impotente para cambiar las costumbres de la sociedad.

¿Quién tiene la solución a un mal que tiene tantos culpables? La respuesta es Jesucristo. Él pone en cada uno un corazón nuevo y cambia por completo el rumbo de su vida. A todo el que quiera cambiar, le ofrece una transformación de su voluntad. Cristo trae paz y no confusión al corazón humano. Entreguémosle nuestro ser. Él nos dará una vida nueva.

Hermano Pablo