martes, 11 de enero de 2011

REGISTRO DE PEREGRINOS

Lectura: Hebreos 11:32-40.
"Nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos […], corramos con paciencia" Hebreos 12:1
En el antiguo Oregon Trail [Sendero de Oregon], en Idaho, hay un indicador: un montículo gigante de lava, conocido localmente como Register Rock [Roca de la inscripción]. Está ubicado en una zona considerada en el siglo xix por los inmigrantes que viajaban por ese sendero hacia el oeste como el sitio favorito para acampar durante la noche.
Los viajeros solían escribir sus nombres en la roca como un recordatorio de su paso por allí. Register Rock es un monumento al coraje y la tenacidad de esas personas.
Cuando pienso en esa roca, me vienen a la mente otros peregrinos que han pasado a nuestro lado durante su viaje. Hebreos 11 menciona a algunas de esas almas vigorosas: Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David y Samuel, por nombrar algunos.
Pero hay otros peregrinos más recientes: mi madre y mi padre; la Sra. Lincoln, mi maestra de escuela dominical de quinto grado; mi líder juvenil, John Richards; mis maestros Ray Stedman y Howard Hendricks; y podría mencionar muchísimos más. Es probable que estos no hayan escrito sus nombres en rocas, pero sí están grabados en mi memoria.
El autor de Hebreos nos insta a recordar a los «peregrinos» que anduvieron antes que nosotros, en especial, a aquellos que nos «hablaron la Palabra de Dios», y a considerar «cuál haya sido el resultado de su conducta» (Hebreos 13:7). Y lo más importante aún, nos alienta a imitar su fe.
Quienes siguen a Cristo guían a los demás en la dirección correcta.

¿MATORRALES U HOMBRES?

Allí al costado del camino había algo que se movía. Tal vez eran vacas o caballos. O posiblemente eran matorrales o arbustos. Eran las dos de la mañana, y Tony Tropez no veía bien. Había bebido demasiado.

Él y otros dos amigos salieron del vehículo. Tony apuntó su rifle a lo que él pensó que eran arbustos, y sólo por disparar haló el gatillo varias veces.

Después de un par de horas regresó a su casa y se acostó a dormir. A las siete de la mañana lo despertó su madre. «Levántate, hijo —le dijo—. Te busca la policía. Dicen que anoche mataste a dos muchachos.» En efecto, los matorrales a los que había disparado locamente Tony eran Javier Ramírez, joven de dieciocho años de edad, y Rolando Martínez, de diecisiete.

Ésta es una tragedia más, producto del alcohol. En este caso es más doloroso el hecho porque todos eran amigos, estudiantes del mismo colegio.

El homicida era un brillante alumno que nunca había estado en problemas. Pero salió de parranda con sus amigos, bebió demasiado y se armó de un rifle de repetición. Con el arma en la mano y con el alcohol en el cerebro, disparó tiros a la loca. Nunca se imaginó que esas balas fueran para sus amigos.

¿A quién se le puede echar la culpa de esta tragedia tan lamentable? ¿Quién o qué es responsable de este suceso? ¿Cómo pudo ocurrir algo así?

Si en el banquillo de los acusados sentáramos a todos los culpables o presuntos culpables, la lista sería larga. Pondríamos, por una parte, a los fabricantes de armas, y con ellos a los que las venden. Luego pondríamos a los que fabrican y expenden licor.

Acusaríamos también a todas las películas de violencia y homicidio, y a todos los héroes de pistola y de metralleta.

Tendríamos también que acusar a una sociedad que se ha hecho materialista y cínica, y que se pavonea de su libertad, que no es más que libertinaje.

Y no quedaría sin culpa la religión, que a pesar de predicar la vida sana, dando los pasos a seguir, es impotente para transformar y regenerar al hombre, como también impotente para cambiar las costumbres de la sociedad.

¿Quién tiene la solución a un mal que tiene tantos culpables? La respuesta es Jesucristo. Él pone en cada uno un corazón nuevo y cambia por completo el rumbo de su vida. A todo el que quiera cambiar, le ofrece una transformación de su voluntad. Cristo trae paz y no confusión al corazón humano. Entreguémosle nuestro ser. Él nos dará una vida nueva.

Hermano Pablo

Y EN EL PRINCIPIO

Inicio de año, de mes, de proyectos, de sueños… ¡Cuántas cosas se replantean durante estos tiempos!

Y meditando en esta situación que se da en esta época, recordé el inicio de todo, y por supuesto me tuve que remitir al libro de Génesis capítulo 1; el comienzo, la Creación de Dios.

Durante el transcurrir de este primer capítulo de la Biblia, podemos descubrir el camino recorrido por el mismo Dios en este proceso creador, cómo fue trabajando sobre cada aspecto a crear de manera ordenada, casi sistemática… ¡podríamos decir que hasta planificada! Así lo percibimos, incluso lo organizamos en tiempos, un día para cada cosa…

Pienso en la magnificencia del Creador, y no dudo en ningún momento que con sólo un chasquido de sus dedos ya podrí a haber creado todo de una sola vez. ¿Por qué lo haría como lo hizo entonces? Seguramente para enseñarnos también, de tapa a tapa, cada relato o historia, es un ejemplo para nosotros, un manual que no deja escapar en más mínimo aspecto de nuestra propia vida.

Primero prepara la escena y el tiempo, separa la tierra del cielo, las aguas de lo seco, el día de la noche. Siembra la tierra y la prepara con su vegetación, crea el Sol y la luna, las estrellas, las aves y los peces, los animales y finalmente, al hombre.

Mientras releo el relato bíblico, no deja de llamarme la atención una frase recurrente cada tantos versículos: “Y vio Dios que era bueno”… es decir, que no sólo se organiza en su trabajo, sino que se toma el tiempo para contemplarlo, para gozarse del producto terminado. Siendo Dios mismo, sabiendo su creación perfecta y única, la contempla y se alegra presenciándola.

Podemos aprender mucho de este primer capítulo del Génes is, y podemos aprender más allá del nuestro origen… se podría mencionar la inmensidad de Dios, su poder creador, su origen infinito, su detalle y delicadeza, su disposición a darnos lo mejor, su diseño perfecto, su obra inalcanzable para cualquier mente humana… y podemos aprender a organizarnos, a manejar nuestra agenda, a disfrutar del logro y agradecer ser parte de la obra.

En este inicio de año tenemos esta oportunidad, de crear nuestro “propio diseño”, contamos con su ayuda y dirección. Vayamos de manera ordenada, imaginando metas y llevándolas a cabo, trabajar en cada una, gozarse al final y agradecer al Señor por su guía, compañía y ayuda. Tomarse el tiempo de oración para hacerlo lo mejor posible, sin desgastar inútilmente energía, trabajo y tiempo.

Planificar no sólo la vida familiar y laboral, sino el crecimiento espiritual individual, anhelar ser cada día más parecido a Él, y estar cada día más en su presencia, logrando más comunicación y co munión con el Maestro.

Está bueno escribir estos anhelos, realizar una pequeña lista de los objetivos a lograr en este año, pedir la guía del Señor en cada uno de ellos, tenerlos escritos y a mano, releerlos durante el transcurso de los meses, e ir gozándonos mientras se van alcanzando.

Tomaré una licencia literaria con el texto bíblico citado; es mi deseo, (Y lo deseo para cada uno que lea este pensamiento), que al llegar el 31 de Diciembre de 2011, el Creador pueda exclamar de cada uno en particular, (aunque en esta ocasión lo escriba de mi persona):

“Y vio Dios todo lo que Noelia había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.”

Por el momento, trabajaré en ello, para que así sea…

¡¡¡Feliz 2011 para todos, y que el Señor nos encuentre con las manos en el arado!!!

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
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noeliaescalzo

lunes, 10 de enero de 2011

HECHOS 13:47

EL OJO QUE NUNCA DUERME

Primero transfirió una suma relativamente pequeña, de cien dólares. Luego, al ver lo fácil que fue hacerlo, simplemente endosó un cheque y transfirió doscientos dólares más. La transferencia la hacía de la cuenta de la compañía donde trabajaba a su propia cuenta bancaria. Fue así como en dos años Tomasa González transfirió fraudulentamente casi un millón cien dólares a su cuenta personal.

Lo curioso de este caso es que Tomasa González era una empleada de confianza de la Agencia de Detectives Pinkerton, de California, especialista en investigar fraudes, robos, estafas y malversaciones. El lema de la firma era: «El ojo que nunca duerme». Pero con respecto a Tomasa González, ese ojo se durmió.

Lo cierto es que no hay nada humano que sea totalmente perfecto. La Agencia de Detectives Pinkerton tenía 141 años de existencia. Contaba con los mejores detectives privados y un equipo electrónico de primera. Investigaba a todo el mundo, es decir, a todo el mundo menos a sus propios empleados. «El ojo que nunca duerme» por lo menos en esa ocasión se durmió.

Así mismo el mejor perro guardián puede quedarse dormido y dejar pasar al ladrón. La mejor alarma contra ladrones puede dejar de funcionar cuando más falta hace. El mejor policía puede despreocuparse en su auto y no escuchar el llamado de auxilio. Y el mejor farero puede descuidarse y no vigilar la costa como debe.

Los griegos se imaginaron a Morfeo, dios del sueño, como un joven simpático, de suaves maneras y una voz seductora que adormecía. Tal parece que Morfeo es uno de los dioses más activos del mundo actual.

Sin embargo, hay un ojo que nunca duerme. Un ojo que vigila constantemente. Un ojo que, día y noche, se pasea por toda la tierra, y que todo lo penetra, todo lo ve, todo lo conoce y todo lo juzga. Es el ojo de Dios.

Es tanto lo que ve el ojo de Dios que hasta conoce nuestros pensamientos antes de que éstos se conviertan en hechos. Conoce las intenciones de nuestro corazón antes de que produzcan sus maldades. Nadie se libra de ese ojo. Nadie escapa jamás a su visión. Nadie puede esconderse de su mirada.

Gracias a Dios, Él no nos condena a pesar de conocer todas nuestras intenciones. Es nuestro pecado mismo lo que nos condena. Dios conoce todos nuestros hechos y todos nuestros planes, y sin embargo no quiere condenarnos sino salvarnos. Él no desea castigarnos sino perdonarnos. Busquémoslo con confianza. Él nos espera con los brazos abiertos. Si lo buscamos de corazón, Él nos perdonará y nos salvará.

Hermano Pablo

DIOS AMA LOS ADVERBIOS

Lectura: Colosenses 3:8-17.
"Mas nosotros tenemos la mente de Cristo" 1 Corintios 2:16
De manera sabia, los puritanos procuraban vincular todas las áreas de la vida con Dios, su fuente, para unir ambos mundos, en vez de dividirlos en sagrado y secular. Tenían un dicho: «Dios ama los adverbios y no le preocupa si es bueno, sino si está bien hecho». Los adverbios califican los verbos, las palabras que indican acciones y actividades. Este proverbio implica que al Señor le importa más la actitud con que vivimos que los resultados en sí.
Agradar al Señor no significa que debamos estar ocupados en una nueva serie de actividades «espirituales». Como decían los puritanos, ya sea limpiando zapatos o predicando sermones, poniendo herraduras a los caballos o traduciendo la Biblia, toda actividad humana puede constituir una ofrenda a Dios.
Pasamos mucho tiempo envueltos en actividades mundanas. «Mas nosotros tenemos la mente de Cristo», nos recuerda Pablo (1 Corintios 2:16). Esta verdad debe guiarnos en todo lo que hacemos: cuidar a un padre anciano, ir limpiando detrás de un hijo, sentarse en el patio con un vecino, lidiar con las quejas de un cliente, completar las planillas de un paciente en una sala de enfermería, quedar atrapado en un embotellamiento de tránsito, aserrar madera, presentar informes, ir a comprar alimentos…
Se necesitan la fe y la mente del Señor Jesús para reconocer aspectos de trascendencia eterna aun en las tareas más comunes.
El mundo premia al éxito; ¡Dios premia la fidelidad!

domingo, 9 de enero de 2011

MIRAD LAS AVES

Desde las ventanas de mi casa puedo observar diariamente una postal de Mateo 6:26, el conocido pasaje bíblico, donde Jesús nos insta a mirar las aves del cielo. Nunca antes las había observado con detenimiento, ya que durante mucho tiempo viví en una ciudad y allí las aves no tenían espacio dentro de mi agenda. Aunque debo confesar que, alguna vez, me han llamado la atención esas palomas que enfilan hacia un mendrugo de pan ubicado sobre la acera.

Cada mañana, aves de diversas especies se preparan para recibir el alimento diario. Fru-tos de distintos árboles —entre otras cosas— sirven de vianda para estas peregrinas que desconocen el afán y la ansiedad y que, confiadamente, reciben al nuevo día con la tranquilidad de saber que su Creador ya les proveyó el sustento necesario para v ivir. Es asombroso verlas en verano sobrevolar los árboles con el objetivo de elegir la mejor porción, pero también es cautivante verlas en invierno tomar el alimento de parte de una mano bondadosa que, pese a la nieve, les acerca la ración del día.
Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en gra-neros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas? Mateo 6: 26 (NVI)

En muchas oportunidades el afán y la ansiedad nos asedian. La preocupación por el fu-turo, el temor a los cambios económicos y políticos, la incertidumbre y la inestabilidad laboral parecieran cercarnos y decirnos que no estamos errados al sentirnos ansiosos. Pero curiosamente las palabras de Jesús en el pasaje citado nos dicen todo lo contrario.

Tal vez en este momento de nuestras vidas nos encontremos en una situación donde el mañana nos tiene amenazados, pero creo que nada puede ser tan grave como par a impe-dirnos levantar nuestra mirada en fe hacia el Señor y apropiarnos del ejemplo de las aves. Ellas no vuelan impulsadas por la desesperación, sino que lo hacen tranquilas, sabiendo que su mañana está bajo el control de su Creador.

Dios nos invita a sus hijos a dejar de lado la preocupación, el temor y la ansiedad, pues él tiene cuidado de nosotros:
Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.1 Pedro 5: 7 (NVI)

El poder pararnos en el presente, a la luz de lo que dice Dios, nos dará la respuesta a todos nuestros interrogantes y nos fortalecerá la fe. De esta manera, el mañana y los problemas ya no se verán más como una amenaza, sino como una nueva oportunidad que nos permitirá comprobar —una vez más— que Dios tiene todo bajo Su control.
No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Filipenses 4:6 (NVI)

Patricia Götz

Equipo de colaboradores del Portal de la Iglesia Latina
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